Mi Pasado, Su Precio
img img Mi Pasado, Su Precio img Capítulo 1
2
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
img
  /  1
img

Capítulo 1

Mi novio, Ricardo, es el hombre perfecto, o al menos eso es lo que le digo a todo el mundo.

Guapo, atento, con un cuerpo que parece esculpido por los dioses y una sonrisa que podría derretir a cualquiera.

Claro, tiene un pequeño problema, sufre de amnesia.

Lo encontré hace casi un año, tirado cerca del hospital donde trabajo como asistente, con una herida en la cabeza y sin un solo recuerdo de quién era.

Desde entonces, vive conmigo.

Yo le doy de comer, le compro ropa y le ofrezco un techo. Él, a cambio, me da su compañía y su cariño.

Una relación perfecta, ¿no?

Mi mejor amiga, Valeria, no piensa lo mismo.

"Sofía, por dios, ¡es la centésima primera vez que te lo digo! Ese tipo es un vividor. ¿Cómo es posible que después de un año no recuerde nada, pero sepa usar perfectamente tu tarjeta de crédito para comprarse los videojuegos más nuevos?"

Me encogí de hombros mientras servía la cena, un estofado que había pasado horas preparando, el favorito de Ricardo.

"Valeria, es diferente, él me necesita."

"¡Claro que te necesita! ¡Necesita tu casa, tu comida y tu dinero! ¡Despierta, amiga!"

Colgué el teléfono con una sonrisa. Dejar a mi "pobre estudiante amnésico" era impensable.

Sobre todo, porque yo sabía exactamente quién era Ricardo. Y sabía que mi día de pago estaba a punto de llegar.

Esa noche, como muchas otras, Ricardo se disculpó para ir al balcón a "tomar un poco de aire fresco" .

Lo observé desde la rendija de la puerta de la cocina. Sacó un teléfono que yo nunca había visto, uno de esos modelos carísimos y encriptados.

Me acerqué en silencio, conteniendo la respiración. Su voz, normalmente suave y un poco perdida, se volvió fría y autoritaria.

"¿Jorge? Habla Ricardo."

Hizo una pausa, escuchando.

"Sí, todo va según el plan. El viejo sigue creyendo que estoy desaparecido y mis primos siguen matándose entre ellos por el control de la plaza."

Mi corazón empezó a latir con fuerza, pero no de miedo, sino de pura y absoluta emoción. Era como escuchar el tintineo de una caja registradora.

"Ahora que los peces han picado el anzuelo, es hora de recoger la red. Prepara a la gente, volvemos a Jalisco en una semana."

Hubo otra pausa. Pude imaginar a su leal secretario, Jorge, al otro lado de la línea, preguntando lo inevitable.

"¿Y qué haremos con la señorita Sofía?"

Ricardo soltó una risa corta y despectiva, una risa que yo conocía demasiado bien.

"Esa mujer ama el dinero por encima de todo. Un cheque bastará para deshacernos de ella. Dale lo que pida, con tal de que no vuelva a molestar."

Al oír esto, tuve que morderme el labio con fuerza para no echarme a reír a carcajadas.

¡Por fin! ¡Por fin me haré rica!

Me alejé de la puerta con el mayor sigilo, mi cuerpo temblando de anticipación.

Volví a la mesa y me senté, fingiendo leer una revista.

Minutos después, Ricardo entró del balcón, su rostro transformado de nuevo en el del inocente y confundido estudiante que yo había acogido.

"Sofi, ¿pasa algo? Te noto rara."

Levanté la vista y le sonreí con la mayor dulzura que pude fingir.

"No, mi amor. Solo pensaba en lo afortunada que soy de tenerte."

Él se acercó y me dio un beso en la frente.

"Yo soy el afortunado, Sofi. Sin ti, estaría perdido."

"Perdido y pobre" , pensé para mis adentros, mientras le devolvía el beso.

Durante los días siguientes, observé sus movimientos secretos con una fascinación casi clínica. Las llamadas nocturnas se hicieron más frecuentes. A veces, lo escuchaba dar órdenes en un tono que helaría la sangre de cualquiera, hablando de cargamentos, rutas y "limpieza de territorio" .

Luego, colgaba, entraba en la habitación y me abrazaba, susurrando cuánto me quería.

Cada palabra de amor era una promesa de los millones que pronto serían míos.

Una noche, logré escuchar una conversación más detallada. Hablaba con Jorge sobre su abuelo, el temido Don Ernesto Morales, el verdadero capo del Cartel de Jalisco.

"Mi abuelo cree que soy débil, que me dejé atrapar por una mujerzuela de barrio. Cuando vuelva y le ponga la cabeza de mi primo en su escritorio, entenderá quién manda ahora."

¿Mujerzuela de barrio? La ira me recorrió por un segundo, un eco doloroso de otra vida. Pero la aplasté de inmediato. El insulto solo servía para aumentar el precio. Si él me veía como una mujerzuela, entonces le cobraría como a la más cara de todas.

"Asegúrate de que el cheque no tenga límites, Jorge. Quiero que se vaya contenta. No necesito más complicaciones."

Un cheque sin límites.

Casi me desmayo de la alegría.

Esa noche, mientras Ricardo dormía a mi lado, roncando suavemente como un niño, yo me quedé despierta, mirando el techo.

Mi mente era un torbellino de números. Cifras con tantos ceros que apenas podía contarlos.

Casa para mis padres. El mejor tratamiento para Doña Elena, mi vecina enferma. Una boutique de vestidos de quinceañera, mi sueño desde que era niña. Un viaje por Europa con Valeria.

Sonreí en la oscuridad.

Ricardo "El Patrón" Morales, el heredero del cartel más poderoso de México, creía que me estaba usando.

Pero esta vez, la que movía los hilos era yo. Y mi precio iba a ser legendario.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022