"Mira, Sofía, ya somos tendencia. #FamiliaRojas" , dijo, mostrándome el celular.
Yo solo asentí, demasiado cansada para discutir, demasiado feliz con mi hijo para que me importara.
Esa noche, Mateo dijo que tenía una junta de negocios urgente, algo ineludible para su empresa. Me besó en la frente y se fue, dejándome sola con Leo. La enfermera entró poco después.
"Señora Rojas, es hora de la revisión del bebé" .
Se lo entregué con cuidado, mi corazón apretándose un poco al separarme de él. La enfermera sonrió y salió de la habitación. Pasaron los minutos, luego media hora, una hora. La ansiedad comenzó a crecer en mi pecho como una mala hierba. Salí al pasillo, buscando a la enfermera, pero no la encontré. Pregunté en la estación de enfermería y me miraron con extrañeza.
"La enfermera de pediatría no ha venido por su bebé, señora. Él debe estar en su habitación" .
El pánico me heló la sangre. Corrí de vuelta a mi cuarto y estaba vacío. Mi bebé no estaba.
Grité, un sonido animal que rasgó mi garganta. El personal del hospital corrió hacia mí, el caos se desató. Pero era demasiado tarde. Alguien se había hecho pasar por enfermera y se había llevado a mi hijo. Mi mundo se derrumbó en ese instante.
Dos días después, seguía en el hospital, sedada la mayor parte del tiempo. Mateo estaba a mi lado, pero su consuelo se sentía hueco, distante. La policía no tenía pistas. Entonces, mi celular sonó. Un número desconocido. Una voz distorsionada me dio una dirección y una orden.
"Si quieres volver a ver a tu hijo, ven sola. Y haz exactamente lo que te digamos" .
No se lo dije a nadie. Me escapé del hospital y tomé un taxi a la dirección indicada, una bodega abandonada en las afueras de la ciudad. Adentro, dos hombres encapuchados me esperaban. Detrás de ellos, en una cuna improvisada, escuché el llanto de Leo. Corrí hacia él, pero me detuvieron.
"Primero, lo nuestro" , dijo uno de ellos, mientras encendía una cámara.
Me forzaron. Me obligaron a decir cosas horribles, a actuar de una manera que me repugnaba. Lloré, supliqué, pero solo se reían. Todo quedó grabado. Cuando terminaron, me arrojaron al suelo, me dejaron tomar a mi bebé y se fueron. Abracé a Leo con todas mis fuerzas, temblando, rota.
El video no tardó en aparecer en internet. Se viralizó en cuestión de horas. "Diseñadora de moda en escándalo sexual mientras su bebé estaba secuestrado" . Los titulares eran crueles, las redes sociales un infierno. La gente me llamaba de todo: mala madre, pervertida, monstruo.
Mateo vio el video. Su rostro se transformó en una máscara de asco y desprecio.
"¿Cómo pudiste hacerme esto? ¡Has arruinado mi reputación! ¡Nuestra familia!" .
"Me obligaron, Mateo, ¡fue para salvar a Leo!" .
"No quiero tus excusas" , siseó. "Quiero el divorcio. No puedo estar con alguien como tú" .
Hizo sus maletas esa misma noche. Me quedé sola con mi bebé en una casa que de repente se sentía enorme y fría. Llamé a mis padres, esperando consuelo, pero su reacción fue igual de devastadora.
"Sofía, no sabemos qué pensar" , dijo mi madre, con la voz temblorosa de vergüenza. "La gente habla, tus tíos nos han llamado. Nos has puesto en una situación terrible" .
Mi padre fue más directo. "Necesitamos tiempo. No podemos verte ahora" .
Me colgaron. El abandono era total. Mi esposo, mi familia, la sociedad entera me había dado la espalda. Estaba sola, manchada y rota.
En medio de esa oscuridad, apareció una luz. O eso creí. Ricardo, el archienemigo de Mateo en los negocios, me contactó. Siempre habían sido rivales feroces, y yo apenas lo conocía.
"Sofía, sé lo que estás pasando" , me dijo por teléfono. "Mateo es un cobarde y un idiota. No te mereces esto" .
Vino a mi casa. Me trajo comida, escuchó mi historia sin juzgarme. Sus ojos mostraban una compasión que no había visto en nadie más.
"No tienes que pasar por esto sola. Ven a mi casa. Estarás segura allí, tú y Leo. Yo me encargaré de todo" .
Acepté. No tenía a dónde más ir. Ricardo se convirtió en mi refugio, mi protector. Manejó a la prensa, contrató abogados, me protegió de un mundo que solo quería destruirme. Me enamoré de esa seguridad, de esa aparente bondad. Unos meses después, me propuso matrimonio.
"Cásate conmigo, Sofía. Déjame darte a ti y a Leo la vida que merecen" .
Dije que sí. Pensé que por fin había encontrado la paz.
El día de la boda, todo era perfecto. Un jardín hermoso, flores blancas, mis padres incluso habían venido, aunque todavía se sentían distantes. Yo llevaba un vestido que yo misma había diseñado, un símbolo de mi renacimiento. Justo antes de caminar hacia el altar, subí a la habitación principal para buscar un pañuelo. La puerta del estudio de Ricardo estaba entreabierta. Escuché su voz, y luego otra que me heló la sangre. Era Mateo.
"Así que todo salió según el plan" , decía Mateo, con un tono burlón. "La diseñadora estrella, casándose con el hombre que la rescató. Qué romántico" .
Ricardo se rio, una risa fría que nunca le había escuchado.
"Funcionó a la perfección. El secuestro, el video... todo para que la dejaras. Era la única manera de tenerla. Y de paso, arruinarte a ti" .
"Me costó mi reputación, pero las acciones de tu empresa que me transferiste lo compensan" , respondió Mateo. "La estúpida se lo creyó todo. Nunca sospechó que su 'héroe' y su 'verdugo' eran socios" .
Sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies. El aire no llegaba a mis pulmones. La traición era tan inmensa, tan monstruosa, que mi mente apenas podía procesarla. Mi secuestro, mi violación, la humillación pública... todo había sido un plan. Un plan orquestado por el hombre que me abandonó y el hombre que estaba a punto de convertirse en mi esposo.
Me apoyé contra la pared, tratando de no hacer ruido, pero un sollozo se me escapó. Ellos se callaron. Los pasos se acercaron a la puerta. Yo estaba atrapada.
En ese momento, Carolina, mi mejor amiga de la infancia y mi dama de honor, apareció en el pasillo.
"¡Sofía! ¿Qué haces aquí? ¡Ya es hora!" .
Su sonrisa se borró al ver mi rostro. Miró hacia la puerta del estudio y su expresión cambió. Era una mirada de pánico, de culpa. Y entonces lo entendí. Ella también lo sabía. Ella también era parte de esto.
El recuerdo del video volvió a mi mente con una fuerza brutal. Las manos de esos hombres sobre mí, sus risas, mi propia voz suplicando. Y ahora, esa misma sensación de asco y terror se apoderaba de mí, pero esta vez los rostros de los monstruos eran los de Mateo, Ricardo y Carolina.
Ricardo salió del estudio. Su máscara de preocupación era perfecta.
"Mi amor, ¿qué pasa? Estás pálida" .
Me tomó del brazo, su tacto ahora se sentía como una quemadura.
"No... no me toques" , susurré, retrocediendo.
Su rostro se endureció por una fracción de segundo antes de volver a la suavidad fingida.
"Estás abrumada, es normal. Tantos nervios. Vamos, todos te esperan" .
Intentó guiarme hacia las escaleras, pero yo estaba paralizada, viendo la cara de mi exesposo y mi supuesta mejor amiga detrás de él. Eran un equipo de depredadores, y yo era su presa. La boda era la trampa final.