Sus palabras, que antes me habrían calmado, ahora sonaban como veneno. Cada gesto de amabilidad era una mentira calculada. Me senté en el sofá, obligándome a no temblar, a no gritar. El shock inicial daba paso a un frío glacial que se extendía por mis venas. Tenía que fingir. Mi vida, y la de Leo, dependían de ello.
"Tienes razón" , dije, con la voz apenas audible. "Son solo los nervios. Es demasiado, todo lo que ha pasado..." .
Él sonrió, satisfecho. Creía que me tenía controlada.
"Lo sé, mi amor. Pero todo eso quedó atrás. Ahora empieza nuestra vida" .
Se inclinó para besarme, pero giré la cabeza justo a tiempo, y sus labios rozaron mi mejilla. Me levanté.
"Necesito un momento a solas. Solo unos minutos para calmarme" .
Dudó por un segundo, sus ojos estudiándome, pero luego asintió.
"Claro. Te espero en el altar" .
Salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Me quedé inmóvil, escuchando sus pasos alejarse. La farsa era insoportable. Me acerqué a la ventana y vi a los invitados en el jardín. Vi a mis padres, hablando con los padres de Ricardo, todos sonriendo, ignorantes de la pesadilla en la que estaban participando. Vi a Carolina, ajustando las flores en una mesa, riendo con uno de los invitados. Su traición era la más profunda, la más dolorosa. Éramos como hermanas.
Más tarde esa noche, después de la ceremonia que logré soportar en un estado de trance, Ricardo recibió una llamada. Se alejó a un rincón del jardín para hablar en voz baja. Yo estaba cerca, fingiendo admirar unas rosas. Pude escuchar fragmentos de su conversación. Era con Carolina.
"...sí, se lo creyó. Estaba pálida, pero piensa que son nervios... No, no te preocupes. Después de la luna de miel, le diremos que Mateo tuvo un 'accidente' y sus acciones pasarán a ser mías por completo... y nosotros podremos estar juntos sin obstáculos..." .
La confirmación me golpeó como un puñetazo en el estómago. No solo me habían destruido, sino que planeaban matar a Mateo para quedarse con todo. Y Carolina... ella era la amante de Ricardo. Todo el tiempo. Su envidia, sus pequeños celos a lo largo de los años, ahora cobraban un sentido monstruoso. Ella no solo quería mi vida, quería reemplazarme por completo.
Unos días después, ya en nuestra nueva casa, presencié el verdadero carácter de Ricardo. Un empleado de su empresa vino a entregar unos documentos. Al parecer, había cometido un pequeño error en un contrato. La reacción de Ricardo fue aterradora.
"¿Eres estúpido o solo inútil?" , le gritó, su voz baja y amenazante. "Un error como este me pudo haber costado millones. Debería despedirte ahora mismo, pero en lugar de eso, voy a asegurarme de que nunca más vuelvas a trabajar en esta ciudad. ¿Entendiste?" .
El hombre, pálido y temboroso, solo pudo asentir y salir casi corriendo. Ricardo se giró hacia mí, su rostro volviendo a la calma en un instante.
"Gente incompetente. Lo siento, mi amor, no deberías ver estas cosas" .
Pero yo ya lo había visto. El monstruo debajo de la máscara. El frío y calculador manipulador que disfrutaba del poder y del miedo de los demás.
Esa noche, mientras Ricardo dormía, me levanté y fui a su estudio. Encendí su computadora. Estaba protegida por una contraseña, pero yo lo había observado teclearla varias veces. Era la fecha de nacimiento de su madre. Dentro, encontré un archivo oculto. Contenía correos electrónicos, transferencias bancarias entre él y Mateo, y un borrador del plan detallado para destruirme. Lo imprimí todo, sintiendo mis manos temblar de rabia y miedo. Esto era mi única arma.
Mi mente trabajaba a toda velocidad. No podía simplemente huir. Ricardo era demasiado poderoso, me encontraría. Tenía que desaparecer. Fingir mi propia muerte. Era una idea loca, desesperada, pero era la única salida. Necesitaba ayuda. Recordé al Dr. García, un viejo amigo de mi padre, un reconocido forense que se había mudado al extranjero hace años. Él era mi única esperanza.
Busqué su número en un viejo anuario de mi padre y lo llamé desde un teléfono público. Le conté todo, mi voz quebrándose. Escuchó en silencio.
"Sofía, esto es una locura" , dijo finalmente. "Pero te creo. Y te voy a ayudar" .
Empezamos a trazar un plan. Necesitaba tiempo, dinero y una nueva identidad.
Unas semanas después, Ricardo anunció que seríamos los anfitriones de una gala benéfica en nuestra casa.
"Es la oportunidad perfecta para que te presentes oficialmente como mi esposa ante la sociedad" , dijo, sonriendo. "Quiero que todos vean lo fuerte que eres, que has superado todo" .
La idea me revolvió el estómago. Otra actuación, otra mentira. Pero sabía que tenía que hacerlo. Era parte del plan.
"Claro, mi amor" , respondí, forzando una sonrisa. "Será una noche maravillosa" .
Mientras él se ocupaba de los preparativos de la fiesta, yo me ocupaba de los míos. Usando una tarjeta de crédito prepagada, compré un boleto de avión a nombre de otra persona. Empaqué una pequeña maleta con lo esencial: los documentos que imprimí, algo de ropa, y todos los ahorros que tenía. Escondí la maleta en el fondo del armario de Leo.
La noche de la gala, la casa estaba llena de gente poderosa y rica. Todos me sonreían, me felicitaban por mi "resiliencia" . Yo sonreía de vuelta, sintiéndome como un fantasma en mi propia vida. Ricardo estaba en su elemento, presumiendo de su bella esposa y su perfecta vida.
"¿No es maravillosa?" , lo escuché decirle a un senador. "Ha pasado por un infierno y ha salido más fuerte que nunca. Es una inspiración" .
La ironía era tan espesa que casi podía saborearla. Él era el arquitecto de mi infierno, y ahora se atribuía el mérito de mi supervivencia. La noche se sentía interminable, cada minuto una tortura. Pero sabía que el final de este capítulo estaba cerca. Mi escape estaba planeado para la mañana siguiente. Solo tenía que sobrevivir unas horas más.