La Libertad: Mejor Recompensa
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Capítulo 3

El punto de quiebre llegó durante una cena con los inversionistas principales de la película, un evento diseñado para proyectar confianza y asegurar los fondos restantes.

Sofía, sintiéndose acorralada en el set, vio la cena como su oportunidad para brillar y humillar a Elena públicamente.

Frente a un grupo de empresarios serios y adinerados, Sofía comenzó a hablar sobre cómo estaba "rescatando" el proyecto de una visión "anticuada y provinciana".

"Elena es una gran productora, no me malinterpreten," dijo con una sonrisa falsa, "pero su enfoque es muy... local, yo estoy aportando una perspectiva fresca, internacional, que es lo que esta película necesita para triunfar en el extranjero."

Luego, cometió el error fatal, intentó humillar a Elena en su propio terreno.

"Por ejemplo, el presupuesto que Elena preparó es completamente irreal, no entiende los costos de post-producción en el extranjero o los honorarios de los talentos internacionales que planeo traer."

La sala quedó en silencio, todos los ojos se posaron en Elena.

Diego, a su lado, parecía incómodo pero no la defendió, su silencio era una daga más en la espalda de Elena.

Fue entonces cuando la rebelión silenciosa se convirtió en un motín abierto.

Justo cuando Elena iba a responder, Rosa Pérez, la guionista, que había sido invitada por insistencia de Elena, se puso de pie.

"Con todo respeto, Sofía," dijo Rosa, su voz clara y fuerte, "el presupuesto de Elena no es irreal, es preciso, yo misma he trabajado en producciones internacionales y sus números son exactos, quizás el problema no es el presupuesto, sino tu falta de experiencia para entenderlo."

El ataque fue tan directo, tan inesperado, que Sofía se quedó sin palabras.

Antes de que pudiera recuperarse, Carmen García se levantó también.

"Y sobre el vestuario 'localista', estoy segura de que los artesanos de Oaxaca, cuyos diseños has despreciado, han ganado más premios internacionales que tú."

Luisa Hernández completó el golpe.

"Una 'visión global' no sirve de nada si no sabes diferenciar un lente anamórfico de uno esférico, Sofía, el cine es un oficio, no un desfile de modas."

La humillación fue total y pública, el equipo de Elena, sus mujeres, la habían defendido con una ferocidad que dejó a todos atónitos.

Sofía, con el rostro rojo de ira y vergüenza, corrió hacia Diego, llorando.

"¡Diego! ¿Ves? ¡Te lo dije! ¡Me están saboteando! ¡Es ella! ¡Elena las mandó!"

Diego explotó, la presión de los inversionistas, la humillación de su prometida, todo se canalizó en una furia ciega dirigida a la persona que siempre había sido su ancla.

Se acercó a Elena, su rostro a centímetros del de ella.

"¡Esto se acabó!" gritó, su voz resonando en el elegante restaurante, "¿Estás feliz? ¡Has arruinado la noche! ¡Has arruinado mi película! ¡Estás despedida, Elena! ¡Despedida! ¡Y llévate a tu equipo de víboras contigo! ¡No quiero volver a verlas en mi set!"

Los inversionistas se miraban, incómodos, la escena era un desastre.

Elena, sin embargo, permaneció impasible, soportó el torrente de insultos con una calma gélida.

Cuando Diego finalmente se quedó sin aliento, ella simplemente lo miró, y en sus ojos él no vio miedo ni tristeza, vio lástima.

"Como digas, Diego," dijo suavemente.

Se dio la vuelta, y con una señal de cabeza, su equipo la siguió, saliendo del restaurante con la cabeza en alto, dejando atrás a un Diego furioso y a una Sofía sollozando.

Mientras caminaban por la calle nocturna, el aire fresco de la ciudad se sentía como una liberación.

No había tristeza en el grupo, había una sensación de euforia, de haber cruzado una línea sin retorno.

Dentro de Elena, algo se rompió definitivamente, pero no fue su espíritu.

Fue el último vestigio de afecto que sentía por Diego, el hombre con el que había compartido sueños y una vida, había elegido el ego sobre la lealtad, la apariencia sobre la sustancia.

Lo había visto en su estado más vulnerable y en su momento más arrogante, pero nunca lo había visto tan débil como esa noche.

Se dio cuenta de que no lo había perdido, se había liberado de él.

Y esa liberación era el verdadero comienzo de su venganza.

                         

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