Pasaron los días y, como era de esperarse, las calificaciones de Mateo en los ejercicios de práctica no mejoraban. Estaba distraído, siempre mirando su celular, sonriendo a la pantalla. Valentina le enviaba mensajes constantemente, incluso durante nuestras horas de estudio.
Una tarde, harto de que le corrigiera el mismo error por quinta vez, tiró el lápiz sobre la mesa.
"¡Ya, no puedo más! No me entra nada."
Cerré el libro con calma.
"Estás distraído, Mateo. Si no te concentras, no vas a pasar."
Me miró con frustración.
"¿Tú no te sientes mal?" , soltó de repente.
Lo miré, confundida.
"¿Mal de qué? ¿Debería?"
"¡Pues sí! Por... por lo de Valentina. Somos amigos desde niños, Sofía. ¿No te importa?"
Me reí. Una risa seca, sin humor.
"Mateo, lo que me importa es que apruebes cálculo. Lo que hagas con tu vida amorosa me tiene sin cuidado, siempre y cuando no interfiera con nuestro acuerdo. Y está interfiriendo. Estás perdiendo tu tiempo y mi tiempo."
Se levantó de la silla, enojado.
"¡No todo en la vida es estudiar y sacar dieces, Sofía! Hay otras cosas. Sentimientos."
"Los sentimientos no te van a conseguir una beca" , respondí, imperturbable. "Y no me van a pagar la hora de tutoría que estás desperdiciando ahora mismo."
Se quedó callado, derrotado por mi lógica aplastante. Sabía que tenía razón.
"Lo siento" , murmuró. "Es que... Valentina me gusta mucho."
"Felicidades. ¿Podemos volver a las integrales?"
Resopló, pero se sentó de nuevo. Vio que no iba a conseguir ninguna reacción emocional de mi parte. Así que cambió de táctica.
"Mira, te pago el triple de la hora de hoy. Y te prometo que mañana me pongo las pilas. ¿Trato?"
Lo pensé por un momento. Tres horas de paga por una hora de trabajo mediocre. Era un buen negocio. Mi plan de ahorros para la inscripción de la universidad daría un buen salto.
"Está bien" , acepté. "Pero quiero el dinero ahora."
Sacó los billetes de su cartera y me los puso en la mano. Los tomé y los guardé en mi bolsillo.
"Y Mateo" , añadí, mirándolo a los ojos. "Te apoyo. De verdad. Si Valentina te hace feliz, adelante. No seré yo quien se interponga."
Mi tono era tan sincero que por un momento pareció creérselo.
"¿De verdad lo dices?"
"Claro" , sonreí. "La felicidad es importante. Casi tan importante como pasar cálculo."
La confusión en su cara era mi pequeña victoria personal. No sabía si tomarme en serio o no. Y eso me encantaba.