El Reclamo de Mi Vida
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Capítulo 3

Al día siguiente, en la escuela, la tensión era palpable.

Lucía me evitaba, lanzándome miradas furtivas llenas de odio cuando creía que no la veía.

Ricardo, por su parte, se comportaba como si nada, sonriéndome con esa falsedad que ahora me revolvía el estómago.

Estaba en la biblioteca, tratando de concentrarme en un libro de historia, cuando sentí que alguien se detenía junto a mi mesa.

No levanté la vista.

Unos segundos después, la persona se fue.

Pero sobre mi libro, había una pequeña nota de papel doblada.

Mi corazón empezó a latir más rápido.

Con manos temblorosas, la desdoblé.

La misma letra, el mismo mensaje.

"Cuidado con la leche. Y con la mochila".

Esta vez, no pude ignorarlo.

La segunda parte del mensaje era una clara referencia al plan B de Ricardo.

Quienquiera que fuera, sabía exactamente lo que estaban planeando.

Miré a mi alrededor, tratando de ver quién había dejado la nota.

La biblioteca estaba casi vacía.

Solo unos pocos estudiantes estaban sentados en mesas lejanas, absortos en sus libros.

Nadie parecía prestarme atención.

Entonces, mis ojos se posaron en un chico sentado solo en un rincón.

Llevaba el uniforme de la escuela, pero no lo reconocí de inmediato.

Tenía el pelo oscuro, la mirada fija en un libro, y una expresión seria y concentrada.

Parecía... familiar.

Entonces, un nombre surgió de las profundidades de mi memoria.

Mateo Linares.

Era uno de los estudiantes más brillantes de nuestra generación, siempre callado, siempre observador.

Un genio solitario.

En mi vida pasada, Mateo también había sido una figura trágica.

Era mi principal competidor por el primer puesto de la clase, un rival académico al que siempre respeté.

Pero él tampoco presentó el examen de ingreso.

Los rumores decían que había sufrido un terrible accidente de coche el día antes del examen y que había quedado gravemente herido.

Después de eso, desapareció. Nadie volvió a saber de él.

Mientras lo observaba, él levantó la vista, como si sintiera mi mirada.

Nuestros ojos se encontraron por un instante.

En su mirada, vi una profundidad que me estremeció.

Una inteligencia aguda, pero también una sombra de dolor, de algo que se parecía sospechosamente al arrepentimiento que yo misma había sentido.

Un recuerdo fugaz cruzó mi mente.

Una conversación extraña que tuvimos semanas antes del examen en mi vida pasada.

Él se me había acercado y me había dicho algo críptico.

"Ten cuidado, Sofía. Hay serpientes más cerca de lo que crees".

En ese momento, no le di importancia. Pensé que era una de sus excentricidades.

Pero ahora...

¿Y si él también lo sabía?

¿Y si él también había sido una víctima de sus maquinaciones?

La caligrafía de la nota era limpia y fuerte, exactamente como recordaba la suya de los trabajos que entregaba.

Era él.

Mateo Linares era mi misterioso aliado.

La comprensión me golpeó con fuerza.

No estaba sola en esto.

Él también había sufrido. Y por alguna razón, estaba tratando de ayudarme.

La nota era una advertencia, pero también una oportunidad.

"Cuidado con la mochila".

Me estaban diciendo que el dispositivo ya estaba allí.

O que estaban a punto de ponerlo.

Tenía que actuar, y rápido.

Doblé la nota y la guardé en mi bolsillo.

Caminé hacia el baño, mi mente trabajando a toda velocidad.

Saqué el pequeño trozo de papel y lo rompí en pedazos diminutos, tirándolos por el inodoro.

No podía dejar ninguna prueba.

Luego, volví a mi casillero.

Abrí mi mochila y busqué con cuidado.

Y allí estaba.

Escondido en un bolsillo interior, envuelto en un pañuelo, había un pequeño auricular inalámbrico y un receptor.

El mismo dispositivo que los reporteros me habían mostrado en mi vida anterior.

Ricardo ya había hecho su movimiento.

Una oleada de furia fría me recorrió.

Pero esta vez, la furia no me cegó.

Me dio claridad.

Tomé el dispositivo y lo guardé en el bolsillo de mi falda.

Tenía la prueba.

Pero una prueba física no era suficiente. Necesitaba exponer toda la conspiración.

Necesitaba que el mundo viera a Lucía y a Ricardo por los monstruos que eran.

Esa noche, en mi habitación, puse en marcha la segunda fase de mi plan.

Usando una red privada virtual para ocultar mi identidad, entré en el foro de estudiantes más popular de la ciudad.

Creé una cuenta anónima.

Y escribí una publicación.

El título era explosivo: "ESCÁNDALO EN LA PREPARATORIA MÁS PRESTIGIOSA: HIJA DE FAMILIA RICA Y SU NOVIO TRAMAN DESTRUIR A UNA ESTUDIANTE ESTRELLA POR ENVIDIA Y AMBICIÓN".

En el post, no di nombres.

Pero describí la situación con detalles precisos.

Hablé de una "hermanastra envidiosa" y su "novio oportunista".

Mencioné un plan para drogar a una estudiante antes del examen de ingreso.

Hablé de un "plan B" que involucraba plantar un dispositivo de trampa.

Insinué la complicidad de un "alto directivo" de la escuela que había aceptado sobornos.

Usé un lenguaje incendiario, diseñado para provocar la máxima indignación y curiosidad.

Terminé la publicación con una pregunta: "¿Permitiremos que este tipo de injusticia ocurra en nuestra comunidad? ¿Dejaremos que el dinero y las conexiones destruyan el futuro de una joven talentosa?"

Le di a "publicar".

Y esperé.

No tuve que esperar mucho.

En cuestión de minutos, el post explotó.

Los comentarios empezaron a llover, uno tras otro.

"¡No puedo creerlo! ¿De qué escuela están hablando?"

"Esto suena como el guion de una telenovela, ¡pero si es cierto, es asqueroso!"

"¡Alguien tiene que dar nombres! ¡Estos criminales deben ser expuestos!"

La publicación se compartió cientos, luego miles de veces.

Salió del foro de estudiantes y empezó a circular en Facebook, en Twitter, en Instagram.

Los medios de comunicación locales empezaron a hacerse eco de la historia.

El fuego estaba encendido.

Una sonrisa fría se dibujó en mi rostro mientras observaba cómo las llamas crecían.

Este era solo el comienzo.

Lucía y Ricardo querían destruirme en público.

Pues bien, yo les iba a dar una dosis de su propia medicina, multiplicada por mil.

La cuenta atrás para su caída había comenzado.

                         

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