El Baile Final de Sofía
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Capítulo 2

La cara de Isabella pasó del shock a una máscara de victimismo en un abrir y cerrar de ojos. Las lágrimas brotaron de sus ojos, grandes y lastimeras, como si yo fuera la agresora y ella la pobre e inocente víctima.

"Sofía... prima... ¿por qué me dices estas cosas tan horribles?" sollozó, llevándose una mano al pecho. "Yo solo vine a desearte suerte. Te admiro tanto... ¿cómo puedes pensar que yo te robaría algo?"

Se volvió hacia las bailarinas que nos observaban, buscando su simpatía.

"Ella ha estado bajo mucha presión por el concurso, seguro no quiso decir eso," dijo, su voz temblorosa y llena de una falsa comprensión.

La bilis me subió por la garganta. Era la misma actuación que había usado en mi vida anterior para arruinarme. La misma cara de ángel ocultando un demonio. Pero esta vez, yo conocía el guion.

"Deja de actuar, Isabella," le espeté, mi voz cortante como el hielo. "Tu teatro ya no funciona conmigo. Todas aquí sabemos que tu talento no se compara con el mío, y la envidia te está carcomiendo por dentro."

Isabella retrocedió como si la hubiera abofeteado.

"¡No es verdad!"

"¿No es verdad?" Me reí, un sonido amargo y sin alegría. "Entonces explícame por qué le dijiste a la maestra de vestuario que tenías un 'diseño revolucionario' listo para hoy, cuando ayer no tenías ni una sola idea. Explícame por qué has estado entrando a mi camerino a escondidas toda la semana."

Su rostro palideció aún más. La había atrapado. Los susurros entre las otras bailarinas se hicieron más fuertes. Algunas me miraban con nueva comprensión, otras miraban a Isabella con sospecha.

"Y deja de llamarme 'prima' ," añadí, mi voz bajando a un gruñido. "No eres digna de llevar mi sangre. Para mí, no eres nada."

El insulto fue directo y brutal. Vi el odio puro brillar en sus ojos por un segundo antes de que lo ocultara de nuevo bajo una capa de lágrimas.

"Sofía, por favor..."

Me cansé de sus mentiras. Di un paso adelante y le arrebaté el bolso de las manos. Lo abrí de un tirón y vacié su contenido en el suelo. Entre su maquillaje y su celular, había una pequeña libreta. La misma libreta donde yo había visto, en mi otra vida, cómo copiaba torpemente las líneas de mi diseño.

La recogí y se la mostré a todas.

"¿Qué es esto, Isabella? ¿Tu diario de inspiración?"

Isabella se lanzó para quitármela, pero fui más rápida. La abrí. En las páginas, había garabatos y copias mal hechas de mis patrones, de mis ideas.

"¡Devuélvemelo! ¡Es privado!" gritó, su compostura finalmente rota.

"¡Esto," dije, levantando la libreta para que todas la vieran, "es la prueba de que eres una ladrona y una mentirosa!"

Justo en ese momento, la puerta se abrió de nuevo. Era Marco. Mi antiguo rival, el único bailarín cuya pasión y técnica podían competir con la mía. Nos miró a las dos, luego al desorden en el suelo, con una expresión indescifrable en su rostro. Pero antes de que pudiera decir nada, otra voz interrumpió la escena.

"¡Sofía! ¿Qué demonios está pasando aquí?"

Era Javier, mi prometido. O, mejor dicho, mi ex prometido en esta nueva vida que apenas comenzaba. Entró furioso, viendo la escena: yo, de pie, agresiva, con la libreta en la mano, e Isabella, en el suelo, llorando desconsoladamente.

Sin preguntar, sin dudar un segundo, se puso del lado de ella.

"¿Pero qué te pasa? ¡Mira cómo la tienes!" me gritó, ayudando a Isabella a levantarse. "Siempre con tus celos y tu mal genio. ¿No puedes estar feliz por ella ni un solo día?"

Isabella se aferró a su brazo, sollozando.

"Javier... ella... ella dice que le robé su diseño... me acusó delante de todas..."

Javier me miró con un desprecio que me heló la sangre, a pesar de que ya lo esperaba.

"¿Estás loca? Isabella te adora. ¿Cómo puedes ser tan cruel?" me espetó. "Pídele una disculpa ahora mismo."

Me quedé mirándolo. El hombre con el que había planeado casarme, el hombre que me abandonó a mi suerte en mi vida pasada. La ira que sentía era tan intensa que me costaba respirar.

"No voy a disculparme por decir la verdad," respondí, mi voz temblando de furia contenida.

Javier apretó la mandíbula. Su rostro se ensombreció.

"Sofía, no me obligues a ponerme serio," me amenazó en voz baja, para que solo yo lo oyera. "Tenemos una boda que planear, nuestras familias están involucradas. Un escándalo como este manchará tu nombre y el mío. ¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres que todos piensen que eres una arpía desquiciada?"

La amenaza colgaba en el aire, pesada y sofocante. En mi otra vida, me habría acobardado. Me habría disculpado para mantener la paz, para salvar mi reputación y mi matrimonio.

Pero yo ya había perdido todo eso una vez. Ya no tenía nada que perder.

Y todo por ganar.

            
            

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