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Capítulo 1
Había aprendido a observarlo sin ser vista por los demás y había aprendido a memorizar los gestos pequeños que otros ignoraban. Hasta había memorizado la forma en que se pasaba la mano por la nuca cuando algo lo incomodaba o el modo en que entrecerraba los ojos cuando estaba a punto de mentir, o cómo sonreía con la comisura derecha primero como si su boca dudara antes de entregarse al gesto completo.
Thiago León no era solo el mejor amigo de mi hermano de toda la vida. Él era una fuerza gravitacional y hasta tenía esa presencia brutal que no necesita ruido para ser sentida. No hablaba más de lo necesario, pero cuando lo hacía, todos escuchaban. No porque alzara la voz... sino porque al callar, lo decía todo con esos ojos grises casi eléctricos.
Yo lo amaba desde los quince años y no fue un flechazo adolescente como seguramente piensan. Fue algo más oscuro, más profundo. Una construcción lenta y obsesiva de sentimientos que se apilaban uno sobre otro, como un edificio sin cimientos que algún día, inevitablemente, se derrumbaría sobre mí.
Thiago siempre me veía como la hermanita pequeña de su mejor amigo. Como esa niña silenciosa que leía novelas en las reuniones familiares y reía poco por tan de no ser vista. Él jamás me vio como mujer, jamás como una opción y eso, precisamente eso, era lo que más dolía.
- ¿Otra vez estás colgada en tus mundos? - me susurró Alexia, mi mejor amiga, empujándome el hombro con complicidad.
Sacudí la cabeza con una sonrisa fingida al escucharla, ya que no podía confesarle que mi mundo tenía nombre y estaba justo por entrar por esa puerta en cuestión de segundos. Fue entonces, al pensarlo que lo hizo.
Thiago cruzó el umbral del salón de mi casa con la calma letal de quien no tiene prisa porque sabe que el tiempo se adapta a él. El traje oscuro le abrazaba el cuerpo como una segunda piel, su cabello ligeramente despeinado le daba otro aire y la barba bien delineada era un delito. Tenía esa energía contenida que parecía prometer dos cosas en la vida, destrucción... y placer. Sin embargo, al igual que otras veces, hoy no venía solo.
En esta ocasión una mujer lo acompañaba. Alta, rubia, con curvas que gritaban diseño con un vestido rojo que parecía pintado sobre su piel. Ella sonreía con los labios pintados como cuchillas y tenía el porte de quien sabe que no compite con nadie, porque ya se lo ha ganado a él.
- Familia, está noche quiero presentarles a Isabela - dijo él, con voz grave - Ella es mi novia.
Mi novia, eso había dicho. Esa palabra me golpeó el pecho como una bala silenciosa y tuve que sostener la copa que tenía en mi mano con más fuerza para no delatar el temblor en mis dedos. Mis labios se estiraron en una sonrisa educada ante los demás, pero mis entrañas gritaban con desesperación ante lo sucedido.
Mi hermano como buen amigo le dio una palmada en la espalda ante la burla noticia. Otros, silbaron y rieron. Yo por mi parte... simplemente me deslicé hacia el rincón más oscuro del salón, como lo había hecho toda la vida. Invisible, observadora y rota.
No era la primera vez que Thiago salía con alguien, pero sí era la primera vez que la llamaba "mi novia" delante de todos. Incluyéndome a mí. El que lo hiciera le daba un panorama distinto a su vida y a lo que todos conocíamos.
En silencio me tragué las lágrimas que amenazaban con delatarme y me bebí de un trago el contenido de la copa en mi mano. El vino ardió como lava en mi garganta o quizás era mi garganta la que ya estaba en llamas por gritar lo que sentía.
- ¿Estás bien, Sofía? -preguntó mi hermano Santiago, acercándose a mí con esa mirada que escaneaba mis emociones incluso antes de que yo misma las entendiera y asentí
- Estoy bien. Solo estoy con un poco de dolor de cabeza, así que voy a recostarme un rato. Discúlpame con los demás si es necesario.
Una vez más mentí, lo había hecho por mi propio bien. Solo subí las escaleras y cerré la puerta de mi habitación sin hacer ruido. Fue ahí que me dejé caer sobre la cama aún vestida, con los tacones aún puestos y el corazón aún en carne viva. Entonces lloré, lloré con esa desesperación silenciosa de quien sabe que no tiene derecho a estar triste porque amar en silencio es eso; sufrir sin poder reclamar nada.
Él no era mío, nunca lo había sido y aun así, lo había amado con cada respiración durante los últimos años de mi vida.
...
Los días siguientes transcurrieron con la torpeza emocional de quien camina con un zapato roto. Intentaba concentrarme en mis estudios, en la rutina de sobrevivir y en los libros pendientes que tenía por leer. Sin embargo, todo era ruido de fondo para mí y mi cabeza seguía repitiendo esa escena una y otra vez. Thiago presentando a Isabela como su novia, con su bella sonrisa y su mano puesta en la cintura de ella. Además, también estaba la forma en que no me miró en lo absoluto... como casi siempre, hasta que llegó la cena familiar.
Ya había pasado dos semanas desde lo ocurrido y mi padre organizó la cena con la excusa de celebrar un nuevo contrato millonario. Sin embargo, había algo más que me gritaba, el hecho de que mi padre estaba ocultando algo.
Esa noche Thiago estaba allí. Sentado a la derecha de papá, sin Isabela para mi mayor sorpresa. Él estaba impecable como siempre, pero con un gesto que no le había visto antes. Su rostro tenía una seriedad extrema, casi de tensión. Así que yo a toda costa evité su mirada con toda la fuerza de mi cuerpo y de mi alma.
En medio de la noche mi padre alzó la copa, pero no brindó. Más bien carraspeó y dejó caer esa bomba con la naturalidad de quien habla del clima.
- Como todo saben, antes de morir, mi viejo amigo dejó a mi cuidado a su preciado y único hijo. Al cual he criado como un miembro más de mi familia. Thiago es el vivo ejemplo de su padre y como guardián de todo su dinero, hoy le informo que en dos meses al fin podrá disponer de todo a su antojo. Sin embargo, para heredar toda su fortuna y adquirir el cuarenta por ciento de las acciones de la compañía de su familia, tal como prometí a su padre... el deberá casarse con mi hija en un mes.
Silencio, eso fue lo que hubo tras esa noticia. El tipo de silencio que no se crea... se impone. La sangre se me fue a los pies en cuanto escuché eso y el aire dejó de entrar en mi sistema. Thiago solo se giró hacia mí lentamente y sus ojos, oscuros y afilados, me miraron por primera vez en años como si yo existiera realmente. Sin embargo, esa mirada no fue de deseo o de ternura. Más bien fue algo entre furia y traición que me atravesó el alma.
- ¿Esto es una broma verdad? - pregunto él con su voz baja y tensa.
- No, no lo es - dijo papá - Esto es una cláusula clara que está estipulado en tu testamento y si quieres puedes comprobarlo por ti mismo. Yo nunca miento y eso deberías de saberlo al conocerme desde hace tanto tiempo.
Yo no podía hablar. No podía siquiera moverme y había olvidado hasta como hablar. Solo sabía que tenía ganas de llorar, gritar o reír con histérica al mismo tiempo. No obstante, lo último que pude ver fue como Thiago se puso de pie y dejó de mala gana la servilleta sobre la mesa
- No me importa lo que diga ese maldito testamento. Yo tengo una novia y no la voy a dejar solo por esto - dijo bastante molesto y salió sin mirar a nadie.
En cuanto Thiago salió por la puerta del comedor nadie habló, nadie me miró y yo solo me quedé allí, congelada. Preguntándome a mi misma si mi padre acababa de arruinar mi vida por completo.