/0/18474/coverbig.jpg?v=9edac013d4d9f42198110dca3b1e0b39)
Capítulo 3
La vida con Thiago se convirtió, desde el primer día en el que nos casamos, en una coreografía de tensión silenciosa. Cada movimiento suyo en la casa era medido y meticulosamente cruel. No me gritaba, no me insultaba, porque en realidad no tenía que hacerlo para lastimarme. Su indiferencia era el castigo más hiriente de todos, ya que descaradamente se iba de su departamento y yo sabía perfectamente dónde se encontraba.
Para mi mayor dolor, ambos dormíamos de vez en cuando en la misma y única habitación que había en el departamento, pero vivíamos en planetas muy diferentes. Él se duchaba con la puerta entreabierta, dejándome escuchar cada gota resbalar sobre su piel, sabiendo que otra lo disfrutaba y yo, me bañaba y vestía en el baño. Sin embargo, al principio creí que me estaba ignorando llevando su vida como cualquier otra, pero después descubrí que no. Descubrí que solo estaba jugando conmigo, castigándome con su presencia, con su cercanía abrazadora y también con su rechazo tan evidente.
- ¿Vas a comer ahora? - le pregunté una noche, desde la cocina, cuando decidí ser yo misma quien preparara mi comida.
- No tengo hambre - contestó sin apartar la vista de su teléfono
Esa era la tercera vez en esa semana que decía lo mismo y cuando se quedaba solo para perturbarme, en medio de la madrugada lo escuchaba abrir la nevera, buscando algo con que llenar el vacío que no quería compartir conmigo. Así que yo solamente me volvía invisible ante él, salvo cuando se le escapaba una mirada llena de ira. Esas eran las peores y no las que bajaban descaradamente por mis piernas cuando pensaba que yo no lo veía.
Las que se quedaban un segundo más en mi escote dependiendo de la blusa que usara y las que terminaban en sus labios apretados, como si se reprochara a sí mismo el que estuviese viéndome. La peor parte de todo era que, aun con su rechazo, yo lo deseaba y lo seguí amando como una tonta
...
Una noche, quizás la octava desde la boda, algo extraño sucedió. Yo había salido con Alexia, mi mejor amiga, quien me invitó a tomarme unos tragos luego de que le contara por lo que estaba pasando. Solo queríamos distraernos un rato y hablar de otra cosa que no fuera mi maldito matrimonio por contrato. Sin embargo, cuando regresé al departamento, la atmósfera era diferente. Densa, intensa, y Thiago estaba en la cocina, de pie, con una copa de whisky en la mano. Este me miraba con el diseño fruncido y yo solamente lo ignoré pasando de él.
- ¿La pasaste bien? -me preguntó sin apartar la vista de mí.
- Sí, así es. Alexia necesitaba despejarse y yo necesitaba olvidar el infierno que estoy viviendo contigo.
Ante mis palabras Thiago solamente asintió despacio sin decir nada. Este dio un último sorbo al vaso y lo dejó en la encimera con un golpe seco. Un golpe que pensé había destrozado el vaso, pero afortunadamente esto permanecía intacto.
- ¿Con quién más salieron realmente? – preguntó de la nada y me quedé desconcertada con su pregunta.
- ¿Qué?
- No me tomes por idiota, Sofía porque escuchaste perfectamente bien cuál fue mi pregunta.
- ¿Esto es en serio? ¿Desde cuándo te importa a ti con quién salgo o dejo de hacer? - pregunté incrédula mientras me paraba frente a él con ambos brazos cruzados sobre mi pecho.
- Pues desde que mi esposa y llega oliendo a perfume de hombre. Es obvio que tú y tu amiguita no estuvieron solas, así que quiero que me digas exactamente qué fue lo que hicieron.
- ¿Es idea mía o acaso mi esposo está celoso? - pregunté con ironía mientras daba un paso más cerca de él.
- ¿Celoso? Por favor, no me hagas reír.
- Pues entonces deja de actuar como un esposo posesivo. Te recuerdo que me tratas como si yo fuese una extraña en esta casa, lo que significa que yo puedo hacer con mi vida lo que me dé la gana.
- ¿Y qué esperabas de mi parte? ¿Flores y cenas románticas? Esto no es amor, Sofía. Esto solamente es un maldito contrato y tú únicamente eres quien se interpone entre con libertad
- ¿Y aun así te arde si salgo con alguien más? Qué debería de importarte a ti lo que haga o deje de hacer con mi vida, si tú vas y te revuelcas con Isabela cada vez que te da la gana. Mejor no me vengas con estas escenitas y déjame en paz.
Thiago se acercó a ella con furia tras escucharla decirle eso y por primera vez en días, estuvo lo suficientemente cerca de ella como para sentir el calor de su cuerpo y su deseo mismo.
- No me importa lo que hagas o lo que digas, Sofía. Te jure que ibas a odiarme si me casaba contigo y eso es justo lo que haré. No me importa que no te toque o que no te bese. Puedo ignorarte todo lo que quiera y aún así tienes prohibido estar con alguien más porque técnicamente eres mía.
- Estás loco, eso no es querer - susurré con la voz quebrada por la rabia.
- Sí, tienes razón, esto no es querer. Esto solamente es una demostración de poder, para que veas qué puedo hacer contigo lo que se me pegue la gana
Y entonces lo hizo, me besó. Un beso brutal, inesperado y salvaje que no supe en qué momento comencé a corresponder. Thiago me atrapó por la nuca evitando que me alejara y me devoró como si odiara cada segundo en que había reprimido ese deseo. Su lengua me invasión en cuestión de segundos, su cuerpo me empujó contra la encimera y mis piernas temblaron al sentirlo.
No supe si gemía de dolor por lo bajo que había sido ese beso o si lo hice por rabia que estaba sintiendo conmigo misma. Solo sé que lo besé de vuelta con hambre. Con años de amor callados y con todo aquello que nunca dije. No obstante, cuando él rompió el beso bruscamente. Sus labios aún rozaban los míos, pero su mirada era un fuego helado que congelaba mi corazón.
- Este beso no cambia nada - murmuró - Solo quise que vieras lo patética que te vez creyendo que algún día llegaré a amarte.
- Eres una basura - dije de inmediato y me alejé de él temblando.
---
Esa noche él no se fue, ambos dormimos en la misma cama. Él de espaldas a mí. Yo, con las sábanas entre los dedos, intentando comprender qué parte de mi cuerpo seguía ardiendo más: mi boca... o mí corazón.
Los días siguientes se volvieron un vaivén peligroso de gestos que no se decían, pero que quemaban. Ya no me miraba, pero hacia cosas sin pensar en la consecuencias. Tanto así que una noche se apareció con ella en su departamento. No le importó que yo estuviera ahí para restregarme a Isabela en la cara y ella estaba parada justo en medio de nuestro salón, como si fuera la dueña.
- Isabela vino a buscar unos papeles, espero que no te moleste - dijo con voz casual.
Aquella me me miró con superioridad y no era para menos. Llevaba puesto un vestido negro ajustado que mostraba más piel que tela y Sonrió con esa falsa dulzura de quien se sabe ganadora.
- Hola, esposa de Thiago - dijo, arrastrando la palabra con veneno y yo solo sonreí igual.
-Hola, amante Isabela.
Al escuchar mis palabras Thiago alzó una ceja sorprendido y ella se tensó.
Yo simplemente me di la vuelta antes de que me vieran llorar y subí las escaleras sin mirar atrás.
Una mañana como cualquier otra mientras desayunaba sola, mi hermano Santiago vino a visitarme. Desde que había salido de casa no nos habíamos vuelto a ver.
-¿Oye estás bien? -me preguntó, mirándome con ternura mientras ambos nos sentábamos a la mesa.
- Depende del día y de lo que haya pasado.
- ¿Es por culpa de Thiago que estás perdiendo ese brillo tan hermoso que tenías en los ojos?
- Santi, no me hagas esas preguntas por favor - dije con el corazón en la mano.
- Sofía, esto no va a acabar bien si tú no empiezas a poner límites. Esta historia va a terminar destruyéndote y perderás tu escencia.
- ¿Gracias si le digo que ya estoy destruida?
- Pues entonces te diría que ese amor que guardas en el corazón no vale la pena.