La Venganza Despiadada de la Ex
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Capítulo 5

La injusticia de todo me quemaba en la garganta como ácido.

Tomé la foto enmarcada de la caja, la de Ricardo y yo en la graduación. Fui a la cocina, encontré el labial rojo que Brenda había dejado en su oficina y lo embarré sobre su rostro sonriente y traicionero.

¿Quieres borrarme?, pensé. Yo te borraré primero.

Terminé de empacar mi última maleta justo cuando oí su llave en la puerta.

Entró, sorprendido de ver las maletas.

-¿Sofía? ¿Qué es esto? Un poco dramático, ¿no crees?

Intentó sonreír, una curva débil y condescendiente en sus labios.

-Mira, sé que hoy fue duro. Fui duro contigo, lo admito. Pero es por el bien de la empresa. A veces un líder tiene que tomar decisiones difíciles.

Se quitó el abrigo, tratando de actuar normal.

-Estaba pensando que podríamos salir esta noche. A nuestro restaurante italiano favorito. Para celebrar el trato.

Justo en ese momento, la puerta se abrió de nuevo y Brenda entró, llevando una bolsa de comida para llevar. Ni siquiera tuvo la decencia de parecer sorprendida.

-Te traje esa pasta que te gusta, Ricardo -dijo, con voz empalagosa-. La que tiene aceite de trufa.

Ricardo le sonrió radiante.

-¿Ves, Sofía? Brenda es una jugadora de equipo. Anticipa las necesidades. Eso es lo que necesito en una socia.

Intentó tomar mi brazo.

-Ahora, vamos. Guardemos tus maletas. Podemos hablar de esto.

Aparté mi brazo como si su toque fuera fuego.

-No.

Su rostro se oscureció al instante. La máscara del encantador director general se desvaneció, revelando al monstruo que había debajo.

Me agarró la muñeca, su agarre como el acero.

-¿Qué me dijiste?

-Dije que no -repetí, mirándolo directamente a los ojos-. No soy tu socia. Ni en los negocios, ni en esto.

-Estás siendo irracional -siseó, su rostro cerca del mío-. Estás hormonal. Brenda es vital para el futuro de esta empresa. Vas a desempacar tus maletas y vas a arreglar esto.

Brenda se adelantó, con una mirada de falsa preocupación en su rostro.

-Sofía, tal vez deberías escucharlo. Él sabe lo que es mejor para ti.

El agarre de Ricardo se intensificó, sus nudillos blancos. Podía sentir los huesos de mi muñeca crujir.

-Me estás lastimando -dije, mi voz una advertencia grave.

-¡Entonces deja de pelear conmigo! -rugió, su rabia finalmente estallando. Me arrastró hacia la recámara-. ¡Te vas a quedar aquí y pensar en lo que has hecho!

Me empujó dentro del pequeño vestidor y cerró la puerta de golpe, el cerrojo sonando desde el exterior.

La fuerza del empujón me hizo tropezar hacia atrás. Me tropecé con un zapato suelto, mi cuerpo girando mientras caía.

Un dolor agudo y cegador me atravesó el abdomen.

Fue un calambre tan violento, tan absoluto, que me robó el aliento. Me desplomé en el suelo, jadeando.

-¡Ricardo! -grité, mi voz ronca de pánico-. ¡Ricardo, déjame salir! ¡Algo anda mal!

Lo oí dudar al otro lado de la puerta. Un destello de esperanza.

-Por favor -supliqué, el dolor haciendo que mi visión se nublara-. El bebé... ¡Creo que algo le pasa al bebé!

Su voz llegó a través de la puerta, fría y distante.

-Deja de ser tan dramática, Sofía. Solo estás tratando de manipularme.

Luego oí la voz de Brenda, un susurro venenoso.

-No caigas en su trampa, Ricardo. Solo está tratando de llamar la atención. Vamos a comer. Se calmará cuando le dé hambre.

Oí sus pasos alejarse por el pasillo. Oí cerrarse la puerta principal.

Estaba sola.

Me acurruqué en el suelo del clóset, agarrándome el estómago mientras otra ola de agonía me desgarraba. Sentí un horrible y cálido torrente entre mis piernas.

Miré hacia abajo.

Sangre. Tanta sangre.

Mi mundo, mi futuro, todo por lo que había luchado, se estaba desvaneciendo en el frío y duro suelo de un clóset oscuro.

                         

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