Casada con un monstruo: Mi grito silencioso
img img Casada con un monstruo: Mi grito silencioso img Capítulo 4
4
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
Capítulo 23 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

Jaime ni siquiera me miró. Solo se quedó allí, con el brazo alrededor de Karen.

-Ponte de rodillas y pídele perdón -ordenó.

Las palabras me golpearon como un golpe físico. Lo miré fijamente, mi mente dando vueltas. Esto no podía estar sucediendo.

-Jaime, ¿por qué? -susurré-. Hay cámaras en el pasillo. Mostrarán lo que realmente sucedió. Ella vino aquí a provocarme.

Señalé a Karen.

-Ella es la abusadora. ¡Torturó a Kael!

-¡Basta! -rugió, su voz restallando como un látigo.

El sonido me hizo estremecer. Nunca me había levantado la voz. Ni una sola vez en ocho años.

-Le creo a Karen -dijo, su voz bajando a un tono bajo y peligroso-. Su palabra es suficiente para mí.

Karen se deslizó hacia mí, sus ojos brillando de triunfo. Me agarró la barbilla, sus uñas clavándose en mi piel.

-¿Ves, Hanna? -susurró, su voz un siseo triunfante-. Me eligió a mí. No eres nada. Siempre fuiste solo una cocinera aburrida y predecible. Yo soy una artista.

Me mordí el labio, el sabor cobrizo de la sangre llenando mi boca. Intenté alejarme, pero sus hombres me sujetaron con fuerza.

-Jaime -supliqué una última vez, mi voz quebrándose-, ¿qué quieres de mí?

Me miró, su expresión indescifrable.

-Quiero que hagas feliz a Karen.

Luego miró a uno de sus guardaespaldas.

-Rómpanle la mano derecha.

El mundo se quedó en silencio. Las palabras no se registraron al principio.

Mi mano derecha. Mi vida. Mi carrera. Mi arte.

Uno de sus hombres me agarró el brazo, forzándolo contra el frío suelo de baldosas. Otro levantó una bota de suela gruesa.

-¡No! -grité, luchando contra su agarre de hierro-. ¡Soy chef! ¡No pueden!

La bota bajó.

Un dolor blanco, ardiente y cegador me recorrió el brazo. Escuché un crujido espantoso. Mi propio grito sonó distante, ajeno. Mi mano era un amasijo de sangre y hueso.

Jaime se arrodilló a mi lado. Sacó un pañuelo de seda de su bolsillo y limpió suavemente la sangre de la comisura de mi boca. Sus ojos eran fríos, vacíos.

-Tengo que protegerla, Hanna -dijo, como si explicara una simple decisión de negocios-. Ella es frágil. Tú eres fuerte. Puedes manejar esto.

Hizo un gesto al guardia.

-La otra también.

Giré la cabeza, una oleada de náuseas y odio me invadió.

-Eres un asco.

Su rostro se tensó. La máscara de calma finalmente se resquebrajó. Se puso de pie, atrayendo a Karen a sus brazos.

-Vámonos, mi amor -dijo, su voz suave de nuevo mientras le hablaba a ella. La besó, un beso largo y apasionado, justo frente a mí.

Los observé, mi mente entumecida. ¿Era este el hombre que juró amarme para siempre?

La bota bajó de nuevo. Mi mano izquierda se hizo añicos.

El dolor era inmenso, un océano rugiente que amenazaba con ahogarme. Pero no era nada comparado con la agonía en mi corazón. Mis manos, mis herramientas, mi identidad, todo destruido.

Mis sueños se habían ido.

El guardia finalmente me soltó. Yací en el suelo, acunando mis manos rotas contra mi pecho.

El lacayo de Karen, el que la había ayudado a filmar a Kael, se burló de mí.

-Parece que no cocinarás por un tiempo, chef.

Se rió y salió, dejándome en un charco de mi propia sangre y desesperación.

Mi teléfono, tirado en el suelo cerca, se iluminó con una nueva notificación. Un video de Karen.

Con un movimiento torpe y agonizante, logré tocar la pantalla con la nariz.

Era mi habitación. Nuestra habitación. Karen estaba allí, retorciéndose en nuestra cama, usando uno de mis camisones. Cogió el pequeño y gastado oso de peluche que había tenido desde que era niña, el último regalo de mi madre antes de morir. Lo sostuvo entre sus piernas, sus movimientos obscenos.

Sentí una oleada de náuseas subir por mi garganta.

La cámara se movió para mostrar a Jaime, sentado en el sillón junto a la ventana. Karen se subió a su regazo, su rostro sonrojado, su respiración pesada.

Miró directamente a la cámara, una sonrisa triunfante en su rostro.

-Jaime, cariño -arrulló-, ¿a quién amas más? ¿A mí o a ella?

            
            

COPYRIGHT(©) 2022