La subasta comenzó. Jaime llevó a Karen a la primera fila, su brazo posesivamente alrededor de su cintura. Me miró, una advertencia silenciosa en sus ojos. Me estaba observando, disfrutando de mi humillación.
Recordé un tiempo en que habría movido montañas para protegerme de una sola palabra cruel. Ahora, él era el que orquestaba mi ejecución pública. Ese hombre se había ido, reemplazado por este monstruo. Se acabó. Todo lo que quería era que esta noche terminara.
Jaime le compró a Karen todo lo que señaló, una lujosa exhibición de su riqueza y devoción.
Luego, una pintura pequeña y discreta salió a subasta. Alguien en la última fila superó la oferta de Jaime antes de que pudiera siquiera levantar su paleta.
Karen hizo un puchero.
-Oh, pero yo quería esa, cariño. Se vería perfecta en nuestra habitación.
Después de la subasta, Jaime buscó al comprador, un hombre llamado Marco Treviño, un notorio fotógrafo de tabloides con reputación de gustos depravados. Jaime le ofreció el doble de lo que había pagado.
Treviño se negó.
El rostro de Jaime se endureció. No estaba acostumbrado a que le dijeran que no.
Treviño sonrió, una sonrisa grasienta y desagradable.
-Sin embargo, podría estar dispuesto a un intercambio.
Yo estaba de pie en las sombras de un pasillo cercano, tratando de ser invisible, cuando escuché su conversación.
-Necesito un nuevo sujeto -dijo Treviño, sus ojos recorriéndome de una manera que me erizó la piel-. Tu esposa. Una sesión de fotos exclusiva. Ella, como mi lienzo.
La mandíbula de Jaime se tensó. Por un momento, un destello del viejo Jaime, el protector, apareció en sus ojos. Pero se fue tan rápido como apareció. No dijo que no.
Se me heló la sangre. Sabía qué tipo de "sesiones de fotos" eran famosas de Marco Treviño. Eran brutales, degradantes y a menudo terminaban con sus modelos psicológicamente destrozadas.
Me di la vuelta para irme, para correr, pero unas manos fuertes me agarraron por detrás. Un paño fue presionado sobre mi boca y nariz, el olor dulce y empalagoso del cloroformo llenando mis pulmones.
Mi visión se nubló. El mundo comenzó a desvanecerse.
Lo último que escuché fue la voz de Jaime, un suave susurro en mi oído.
-Todo terminará pronto, Hanna. Y volveremos a ser como antes.