Capítulo 5 El Descubrimiento de la Verdad

El día había comenzado como cualquier otro, pero Camila sentía una sensación de ansiedad que la perseguía desde la mañana. Había pasado la noche en vela, reflexionando sobre las últimas semanas, sobre las mentiras y los silencios de Nicolás. La duda que había sembrado en su corazón seguía creciendo, y en algún rincón de su mente, sabía que no podría vivir en esa oscuridad por mucho más tiempo.

Decidió que era hora de hacer algo al respecto.

Esa mañana, mientras Nicolás se preparaba para salir a una reunión, Camila observó cada uno de sus movimientos con más atención de lo habitual. Sabía que no podía seguir ignorando la verdad. Algo dentro de ella le decía que no podía confiar en él, y la única forma de estar segura era enfrentarlo directamente. Pero antes, necesitaba pruebas.

Cuando Nicolás salió de la casa, Camila se quedó atrás, mirando por la ventana cómo su coche se alejaba. La imagen de su marido ya no le transmitía seguridad, sino un vacío que la hacía sentirse más sola que nunca.

No lo pensó demasiado. Fue a su oficina, sacó la carpeta de su escritorio y comenzó a revisar los correos electrónicos de Nicolás. Durante años, había respetado su privacidad, confiando en él. Pero ahora, cada mensaje, cada llamada perdida, todo parecía una pista que la llevaba al mismo lugar.

Abrió una carpeta con el nombre de "Proyectos". Allí encontró lo que más temía: una cadena de correos con un nombre que le resultaba familiar. Sofía. Al principio, intentó justificar lo que veía. Tal vez era solo trabajo. Tal vez estaba siendo paranoica. Pero a medida que avanzaba en los mensajes, algo se rompió en su interior.

Nicolás: "¿Nos vemos esta tarde? Necesito hablar contigo sobre lo de ayer. No me siento bien con lo que pasó."

Sofía: "Te espero. Sé que podemos manejarlo, pero tienes que ser honesto con Camila. Ya no puedo seguir así."

Cada palabra, cada línea, la atravesaba como un cuchillo afilado. Las pruebas eran claras, demasiado claras. Sofía no solo era parte de su vida, sino que ahora ella misma confirmaba lo que Camila había temido: Nicolás estaba teniendo una relación con ella, una relación secreta que no solo había cruzado todos los límites de su matrimonio, sino que la estaba destruyendo por dentro.

Camila dejó caer la carpeta sobre la mesa, sintiendo que el aire se volvía espeso y pesado. No podía respirar, pero no podía apartar los ojos del monitor. La verdad estaba frente a ella, pero su mente seguía negándola, luchando por encontrar una explicación razonable, una justificación para todo lo que acababa de descubrir.

Se levantó, dando pasos lentos, como si temiera que el suelo bajo sus pies se desmoronara en cualquier momento. Salió de su oficina, caminó por la mansión y se dirigió hacia el salón principal. El dolor la estaba consumiendo, pero también una rabia profunda que no podía contener.

Fue entonces cuando escuchó el sonido de las llaves al entrar. Nicolás había vuelto. Camila cerró los ojos y se preparó para lo inevitable. No podía seguir viviendo en la mentira. Necesitaba enfrentarlo.

-Camila, ¿estás en casa? -gritó Nicolás desde el vestíbulo.

Ella no respondió de inmediato, tomó una respiración profunda y se giró hacia la puerta. La figura de Nicolás apareció en el umbral, como siempre, pero esta vez algo en su rostro reflejaba nerviosismo.

-Hola -dijo él, acercándose rápidamente-. ¿Todo bien?

Camila lo observó en silencio. Su corazón latía con fuerza, pero su rostro se mantenía impasible, casi en shock. No quería hablar, no quería escuchar sus excusas. Ya no.

-Nicolás -dijo ella, su voz firme pero temblorosa-. Sabía que algo no estaba bien. Sabía que algo me estabas ocultando, pero no quería verlo. No quería saber la verdad. Pero ahora lo sé.

Él se detuvo, su rostro cambió, y por primera vez, Camila vio un destello de miedo en sus ojos. No podía mirarla directamente, y eso fue todo lo que necesitaba para confirmar que sus peores temores eran ciertos.

-Camila... -comenzó, pero ella lo interrumpió.

-No, Nicolás. Ya no sigas. Lo sé todo. Sé sobre Sofía, sé lo que has estado haciendo a mis espaldas. Los correos, los mensajes, las citas secretas. ¿Creíste que no me iba a dar cuenta? ¿Que iba a seguir siendo la mujer que vive en su burbuja perfecta, ignorando la verdad? -su voz crecía con cada palabra, su rabia aumentando.

Él no dijo nada, solo bajó la mirada. Era evidente que las palabras no podían salvarlo ahora.

-¿Cómo pudiste? -preguntó Camila, más para sí misma que para él. El dolor se reflejaba en su tono, la traición era palpable-. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Te di todo, Nicolás. Te di mi confianza, mi vida, mi amor. Y tú... tú me ocultaste la verdad todo este tiempo.

Nicolás parecía atrapado. Dio un paso hacia ella, pero Camila retrocedió, como si su cercanía fuera más dolorosa que el silencio entre ellos.

-Camila, por favor... no es lo que piensas -dijo él, con la voz más baja, pero Camila ya no podía soportarlo.

-No me digas que no es lo que pienso -respondió ella con dureza-. ¡Estás teniendo una relación con Sofía! ¡Lo has estado haciendo todo este tiempo y has mentido sobre cada paso que dabas! ¡Esto es lo que es, Nicolás! Ya no puedo seguir viviendo en tus mentiras.

Un largo silencio siguió, pero Camila ya no podía contener las lágrimas que se habían acumulado. Cada palabra, cada pensamiento, la desgarraba por dentro, pero no iba a dejar que él la viera debilitada. No esta vez.

-No quiero escuchar más -dijo, secándose rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano-. Quiero que te vayas, Nicolás. No quiero que estés aquí. No quiero que sigas siendo parte de mi vida.

Él la miró, y por un momento, su rostro reflejó una mezcla de arrepentimiento y desesperación. Pero Camila ya no sentía nada más por él, excepto el vacío profundo que dejaba esa verdad tan dolorosa.

-Voy a irme -dijo Nicolás finalmente, su voz quebrada. Hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras correctas, pero no las encontraba-. Camila, lo siento.

Pero sus palabras fueron solo eco, porque Camila ya había tomado su decisión.

-Solo vete -respondió ella, con la mirada fija en él, sin dar marcha atrás.

Nicolás la miró una última vez, como si quisiera decir algo más, pero simplemente se dio la vuelta y salió de la mansión. Camila no lo detuvo. Ya no había nada más que él pudiera decir para borrar la verdad.

Cuando la puerta se cerró detrás de él, Camila cayó de rodillas, dejando que el peso de la realidad la aplastara. Había perdido lo que más amaba, lo que había creído que era perfecto. Pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, sentía que, finalmente, había tomado el control de su vida.