Entonces explicó cómo el escándalo había devastado al señor Evans. Los fondos del centro fueron congelados, y los padres comenzaron a sacar a sus hijos. El sueño que habían construido juntos se estaba transformando en una pesadilla.
"El golpe de gracia fue el anuncio", dijo la señora Gable, apenas susurrando.
"¿Cuál anuncio?", preguntó Kenia.
"Estella Duncan emitió un comunicado a la prensa diciendo que su boda con Holden era real, y que tu licencia de matrimonio... era falsa. Solo otro accesorio para su juego enfermizo".
Todo se vino abajo, y la joven sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.
"No", susurró. "Eso no puede ser verdad".
Entonces recordó el día en que él se la dio. La había llevado a una oficina pequeña, con aspecto oficial. Un hombre había sellado el documento. Holden la había besado, diciéndole que ahora era su esposa, para siempre.
Pero todo era una mentira. La promesa más sagrada que él le había hecho era simplemente otra línea de su guion retorcido.
La cabeza le palpitaba con un dolor tan intenso que pensó que el cráneo se le iba a abrir.
El rostro de la señora Gable, antes lleno de simpatía, ahora se había endurecido, a causa del resentimiento.
"Lo sabías, ¿verdad?", dijo entre dientes. "Estabas jugando, usándolo a él, y a nosotros, para vengarte de ella. Y permitiste que un buen hombre muriera por tus juegos mezquinos".
Luego la arrastró hasta la entrada de la capilla. "Mira lo que has hecho. Con tu egoísmo has destruido todo".
"Lo siento", lloró Kenia, arrancando las palabras de su garganta. "Lo siento mucho, no lo sabía".
Pero sus disculpas eran irrelevantes. Si nunca hubiera conocido a Holden, ni menospreciado a Estella ese día en la cafetería; si se hubiera quedado en su propio mundo, el señor Evans todavía estaría vivo.
La culpa era un peso físico que la aplastaba.
En ese momento, un repartidor en un scooter se acercó. "¿Es usted Kenia Hayes?".
Entonces le entregó una caja de pastel, de aspecto alegre. "Esto es de parte de la señorita Duncan", dijo. "Me pidió que le dijera; '¡que tengas un feliz funeral! ¡Espero que estés disfrutando de la última broma!'".
Los ojos de la joven se posaron en la etiqueta de regalo en la caja. Se trataba de una tarjeta preimpresa de una pastelería elegante, Pero en la parte inferior, había una firma, con la familiar y elegante caligrafía de Holden. "H".
Él sabía, y había dado su aprobación para este último y macabro acto de crueldad.
El último pedazo de su corazón se convirtió en piedra.
Ella se quedó hasta que todos se fueron del cementerio para colocar un lirio blanco sobre la tumba del señor Evans.
Entonces le susurró a la fría piedra: "Prometo que nunca seré de nuevo esa chica débil y tonta. Viviré, y haré que paguen".
Luego regresó al ático, pero esta vez no entró a hurtadillas, sino que lo hizo directamente por la puerta principal.
Holden, Estella y la abuela de él, Annabella, estaban en el comedor, disfrutando de una comida lujosa. La escena era cálida, doméstica, como la de una familia perfecta.
En cuanto entró, las risas se detuvieron y la atmósfera se llenó de tensión.
Annabella Blake la miró con puro desprecio. "Mira lo que trajo el viento. ¿No sabes cuál es tu lugar, muchacha?".
Kenia la ignoró. Había soportado sus insultos clasistas durante tres años, y estos ya no tenían poder sobre ella. Empezó a pasar junto a ellos, para subir las escaleras.
"No te atrevas a alejarte cuando te estoy hablando", le gritó Annabella. "Tienes que aprender que algunas cosas, y algunas personas, nunca te pertenecerán".
Entonces señaló a Estella. "Holden se va a casar con Estella. La boda es la próxima semana y ella llevará las joyas de la familia Blake, como la próxima señora Dalton".
Kenia se detuvo en las escaleras. La próxima semana. La boda que ella había pasado tres años planeando seguía adelante, pero con cambio de novia.
"Es solo para apaciguar a mi abuela", dijo Holden de inmediato, mirando a Kenia con ojos suplicantes. "No significa nada".
Estella se rio. "Por supuesto que significa algo, cariño. Significa que finalmente te vas a librar de la escoria". Después miró a la joven, con malicia en sus ojos. "Sabes, todavía necesitamos una dama de honor, y me encantaría que fueras tú. Es lo menos que puedes hacer, después de todas las dificultades que has causado".