Capítulo 6 Quien se atreva a tocarla

Alexander esbozó una sonrisa conciliadora. "Rena, no nos precipitemos", dijo. "Toma un poco de agua y cálmate".

Le sirvió un vaso de agua y continuó: "Legalmente, esa es la situación, pero sigues siendo mi hija. No soy un desalmado. Por eso te traje aquí, para que lo conversemos".

Aunque la rabia la consumía, las palabras de Alexander despertaron su curiosidad.

Rena tomó un sorbo de agua con recelo y le expuso sus condiciones.

Alexander asintió con entusiasmo y le indicó a Richard que tomara nota. "Por supuesto, no hay ningún problema", concedió Alexander.

Rena sintió que algo no andaba bien. Alexander siempre había querido expulsarlas a ella y a su madre de la familia para poder vivir con su amante. Siempre había sido cruel con ellas, por lo que su repentina benevolencia le resultaba sospechosa.

De pronto, una oleada de mareo la invadió y sintió que sus extremidades perdían fuerza.

Lo comprendió demasiado tarde. Abrió los ojos, horrorizada, y clavó la mirada en Alexander. "¿Le pusiste algo al agua?", preguntó.

La risa de Alexander fue escalofriante. "Te diste cuenta rápido, ¿eh?".

Alexander le dirigió a Richard una mirada calculadora. "Es terca y no aceptará casarse contigo por las buenas. Una vez que hagas con ella lo que quieras, no le quedará otra opción".

Richard la miró con un entusiasmo perturbador y su voz sonó inusualmente suave. "No te preocupes, seré gentil".

Se movió con rapidez, atrayéndola hacia sí, y aspiró profundamente su aroma. "Rena, aunque te hayan expulsado, conmigo no te faltará nada. Me aseguraré de que seas feliz".

Mientras las manos de Richard comenzaban a recorrer su cuerpo, Rena apretó la mandíbula, furiosa.

"¡Infame!", escupió, llena de rabia. Sabía con una claridad dolorosa que Alexander recurriría a cualquier medio para forzar ese matrimonio.

Sin embargo, ella tenía un as bajo la manga. Declaró con firmeza: "¡Ya estoy casada!".

Al oír su declaración, la incredulidad se dibujó en los rostros de Alexander y Richard.

La voz de Alexander sonó incrédula cuando espetó: "¿Qué estupidez es esa? ¿Casada? ¿Con quién? ¿Crees que puedes tomarnos por tontos? No somos idiotas".

La sonrisa de Richard se volvió más lasciva mientras desestimaba por completo su afirmación. "Rena, mentir no te sienta bien. Nunca te ha tocado un hombre, ¿verdad?".

Asustada, Rena retrocedió, pero tropezó con una silla y cayó al suelo.

Mientras Richard se le acercaba, un grito de auxilio escapó de su garganta y resonó en la habitación.

En ese instante, la puerta se abrió de golpe con un estruendo. Una figura imponente, recortada a contraluz, apareció en el umbral. Su voz retumbó en la sala. "¿Quién se atreve a ponerle un dedo encima a mi esposa?".

Alexander y Richard se giraron, sorprendidos.

Kellan pasó rozando a Richard y tomó a Rena en brazos. Su voz fue un susurro reconfortante. "Estoy aquí...".

"Kellan...".

Alexander bufó al darse cuenta de la farsa.

Rena se había casado con un desconocido para frustrar sus planes.

Su furia llegó al límite y golpeó la mesa con la mano mientras bramaba: "¡Tú engañaste a mi hija para que se casara contigo, verdad?! ¡Exijo la anulación de inmediato! ¡Mi hija está comprometida con otro hombre!".

"¿Comprometida?". La respuesta de Kellan fue fría y despectiva, mientras su mirada recorría a Alexander y a Richard sin la menor muestra de preocupación. "Nadie me informó de ningún compromiso".

Richard se levantó del suelo, sacudiéndose el polvo con indignación. "¡Yo soy su prometido! ¿Acaso sabes quién soy? ¡Cómo te atreves a meterte con mi prometida! ¡No durarás ni un día en Roystin cuando termine contigo!".

Kellan lo observó con desdén y esbozó una mueca de desprecio. "¿De verdad? ¿Su prometido? Con esa apariencia, pareces más la pareja de su padre".

Alexander, con el rostro enrojecido por la furia, gritó: "¡Basta de insolencias! ¿Estás buscando problemas, imbécil? ¡Seguridad!".

A su llamado, el gerente del restaurante acudió de inmediato con su equipo.

"¡Detengan a este hombre de inmediato!", exigió Alexander, furioso.

El gerente se volvió hacia Kellan y su rostro palideció al instante.

Lo reconoció: era el notorio y poderoso joven jefe de la familia Payne. ¿Cómo podría aprehender a su propio jefe?

Enfrentarse a Kellan podría significar un desastre.

Nervioso, el gerente tragó saliva e hizo una seña a sus hombres, quienes en lugar de obedecer detuvieron a Alexander y a Richard.

Confundidos, ambos protestaron mientras forcejeaban. "¿Qué locura es esta? ¡Están cometiendo un error!".

El gerente mantuvo la compostura y esbozó una sonrisa forzada. "Les pido disculpas, señores, pero acaban de meterse con el señor Payne. Debo pedirles que abandonen el lugar de inmediato y no regresen".

Atónitos, Alexander y Richard intercambiaron miradas desconcertadas.

¿Sin saberlo se habían metido con un Payne?

¿Acaso el hombre con el que Rena se casó pertenecía a esa influyente familia?

El gerente, negándose a dar más detalles, hizo un gesto a sus hombres para que los escoltaran fuera. Luego se giró para dirigirse a Kellan con una respetuosa inclinación de cabeza.

La intensa mirada de Kellan silenció cualquier pregunta; su presencia dominante era innegable mientras se marchaba.

Rena, acurrucada en los brazos de Kellan, todavía intentaba asimilar lo que acababa de ocurrir.

Sorprendida por el inesperado rescate, murmuró con voz débil: "Kellan, ¿tienes alguna relación con la familia Payne?".

¿Por qué si no, afirmaría el gerente que se habían metido con un Payne?