El susurro de tu voz
img img El susurro de tu voz img Capítulo 5 Cinco
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Capítulo 14 Catorce img
Capítulo 15 Quince img
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Capítulo 5 Cinco

Esa noche Vera me esperó como si nada, como si no cogiera con otro tipo. Quince años, bodas de no sé qué mierda. Hermosa, bellísima, con el cabello sedoso, la boca pintada, en lencería negra. Se me puso dura a pesar de todo.

La odié por eso. Por seguir siendo hermosa. Por seguir excitándome. Por estar ahí como si nada hubiera pasado.

-Feliz aniversario -me dijo con la voz de hacerse la gata-. ¿Te gusta?

Me estallaba el alma y el miembro.

-¿Así es como te vistes para él también? -le pregunté.

Le cambió la cara en un instante, increíble.

-¿Cómo lo supiste?

Eso me dio más rabia, ni siquiera se dignó a negarlo, a llorar, a mentirme. Lo admitió así nomás.

-Te vio Lucas entrando al hotel.

-Ah, ¿y eso te molesta? -se acercó y me desabrochó el pantalón-. ¿Imaginarme con otro?

Metió la mano y me acarició. Más dura se me puso. Vera me miraba con los ojos brillantes, saboreándose, jugando, tanteando. No sabía que tenía la sangre tan fría, ni que me consideraba un idiota.

Le saqué la mano y me subí el cierre.

-No te voy a coger más -le dije. No me creyó, enredó los brazos en mi cuello y me sopló la boca.

-¿Estás seguro?

-Sí. Yo hacía el amor con mi mujer, no me cogía a una puta -escupí. Zorra.

En ese momento no sabía si lo que más asco me daba era saber que se abría de piernas para otro o que pensara que así iba a solucionar las cosas.

-¿Qué quieres que te diga si ya lo sabes?

-Cuéntame cómo lo conociste, como regalo de aniversario.

Y me lo contó. El tipo había ido a una consulta odontológica. Claro. Hacía 6 meses que lo veía. Cinco que se encontraban en el mismo lugar. Le pregunté si sabía que tenía novia, me dijo que sí. Pero no sabía que se había comprometido.

Le dolió eso. Se mordía la boca cuando algo no le gustaba, cuando algo no le cerraba o le reventaba.

-¿Comprometido? ¿Cómo lo sabes?

-Porque lo fui a buscar y me la encontré a ella. Me lo dijo.

-¿A qué fuiste a buscarlo? ¿Para darle una paliza?

-No. Quería verle la cara al hombre que se coge a mi mujer. Por ahí él sabía qué carajo tengo que hacer.

No nos quedaba ni eso, ni siquiera las ganas de pelear, de gritar, de carajearnos. Fácil y sencillo como un trámite. No quedaba nada de lo que fuimos juntos una vez. Y nunca me di cuenta.

-¿Te enamoraste? -le pregunté.

-¿Qué? Estoy grande para eso, Marcos.

-¿Qué es entonces? ¿Una pija más joven? ¿Te coge con más ganas?

Me miró antes de contestarme.

-Es atención. Son tres horas donde yo soy el centro del universo y no un senador o un diputado de mierda.

-O sea que te lo coges porque yo no te presto atención. No te llevo a donde se te canta el culo ir, no te compro toda la mierda que se te ocurre, no estoy cuando la hija de puta de tu madre te vuelve loca.

Dicen que las mujeres engañan cuando no se sienten queridas, cuando no las escuchan, cuando pasan a segundo plano. Mientras que nosotros lo hacemos solo por meterla en algún lado. A lo mejor no supe mostrarle que era mi mundo entero, que todas esas horas de trabajo, reuniones y corridas a último minuto eran para darle lo que necesitara.

Tuve mil oportunidades de cogerme a una de esas becarias que iban y venían, mil más de que me la mamara debajo del escritorio alguna esposa aburrida de esos políticos de cuarta. A la secretaria nueva que no dejaba de agacharse sobre el escritorio casi poniéndome el culo en la cara. Pero no, a la única que quise siempre fue a ella.

Se ve que no alcanzó.

-¿Y ahora qué hacemos? -se lo pregunté porque yo no sabía qué hacer, o no quería. Y parecía que ella lo tenía más claro, que le resbalaba más.

-Mañana me voy -me dijo y listo.

No le rogué, ni le pedí que lo pensara mejor. Mi matrimonio desapareció así de fácil. De un plumazo.

Dormí en la casa de huéspedes, otro capricho idiota de ella que le consentí. No venía nadie a casa, nos sobraban habitaciones, pero de todas formas quiso hacerlo. Y a lo mejor el tipo estuvo pasando los cables y poniendo los enchufes. A lo mejor se lo cogió ahí también, en medio de los ladrillos y de las bolsas de cemento.

Por hacer esa casa me gané una mamada en la cocina, después de cenar. Me la chupó como una experta, ensalivándola, lamiendo, tragándosela toda. ¿Cómo hizo? ¿Cómo mierda hizo para seguir durmiendo conmigo si ya estaba con el otro? Y yo le acabé en la garganta, apretándola un poco de la cabeza para que se tragara todo, porque tenía la costumbre de escupir. Le daba asco, decía.

Abrí un vino y me senté a tomarlo directamente de la botella. Me acordé de ella, de la novia del amante de mi mujer. Bueno, ya no era mi mujer. De cómo lloraba y le temblaba la voz. Y me volví a sentir el tipo más hijo de puta del mundo.

Supuse que ella también se estaría preguntando cómo podía tener la cara de piedra para pedirle matrimonio mientras se revolcaba con otra. Quizá tendría más suerte que yo, si él le decía que era coger por coger sin nada más en el medio.

La botella terminó vacía en el piso y yo noqueado con el traje puesto en el sillón. Cuando me desperté eran como las diez de la mañana y ella ya no estaba.

La parte del clóset con su ropa estaba vacía, el vestidor también. Los cajones, las joyas, hasta los productos del baño habían desaparecido. El coche no estaba en el garaje.

Simplemente se fue como si nunca hubiera vivido conmigo.

Y yo seguí igual. Como si nada. Tan igual que esa noche había una cena para recaudar fondos. Así que prepare el traje, las mentiras que diría cuando me preguntaran por ella, me afeité, me miré en el espejo y salí. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Cómo se suponía que tenía que reaccionar? Golpeándome el pecho por ser un cornudo, rompiendo la casa a patadas, emborrachándome una semana seguida llorando.

Lo más bizarro de toda la situación: mi mujer me había engañado, se había ido a la mierda sin siquiera saludar y yo manejaba a una reunión de hipócritas pensando en la novia de ese tipo.

            
            

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