Mi clínica, mi práctica quirúrgica, era la base de todo su mundo. Mi nombre, respetado a nivel mundial, les daba un prestigio que no habían ganado en generaciones. Trabajaba ochenta horas a la semana, realizando cirugías complejas que salvaban vidas, para que ellos pudieran vivir en un lujo ocioso.
Y trataban a la mujer que los había abandonado mejor de lo que me trataban a mí.
Dalia se separó de Beatriz y se deslizó hacia mí. Una sonrisa de suficiencia y lástima jugaba en sus labios. Llevaba un vestido que sabía que costaba al menos doscientos mil pesos. Más de lo que Ricardo ganaba en un mes.
"Elena", dijo, su voz como miel mezclada con veneno. "Siento mucho la confusión con el viaje. Me siento fatal".
Se llevó una mano delicada al pecho. "Le dije a Ricardo que yo podía volar en comercial, pero se negó rotundamente. Insistió tanto en que estuviera cómoda. Ya sabes cómo es él".
Karla se rió detrás de ella. "Ricardo sabe que Dalia es delicada. No como tú, Elena. Tú eres prácticamente indestructible".
Dalia le sonrió a Karla, un momento compartido de burla a mis expensas. Se estaban riendo de mí.
Las piezas encajaron con una claridad espantosa. Sabían que la ruta era peligrosa. Lo sabían y no les importaba. Quizás incluso esperaban que algo me pasara.
Ricardo debió ver la expresión en mi rostro porque se adelantó, sacando su cartera. Era una cartera que yo le había comprado.
Sacó una tarjeta de crédito. Mi tarjeta de crédito.
"Ten", dijo, tratando de ponerla en mi mano. "Cómprate algo bonito cuando llegues a la Costa Azul. Un detallito por las molestias".
Miré la tarjeta, luego su rostro. La audacia pura e inmitigada de todo aquello.
Aparté su mano de un manotazo.
"Si quieres comprar mi perdón", dije, mi voz tan fría como una tumba, "te va a costar mucho más que eso".
Parecía confundido. "¿De qué estás hablando?"
"Veinte millones de pesos", dije rotundamente. "Transfiere veinte millones de pesos a mi cuenta personal. Ahora mismo. Por mis 'molestias'".
Ricardo me miró, con la boca abierta. "¿Veinte millones? ¿Estás loca? ¿De dónde se supone que voy a sacar veinte millones de pesos?"
Soltó una risa corta y aguda. "Deberías estar agradecida de que te dejo gastar tu propio dinero, Elena. No olvides quién protege a esta familia".