Capítulo 4 La promesa rota

Antes de que Alexander pudiera ordenar sus pensamientos, se oyó un ruido en la habitación contigua, seguido de la voz de Suzanne. "Alex, ¿nos vamos ya a la empresa?".

Salió descalza, con expresión inquieta al verlo de pie en la habitación de Florrie. "Lo siento, Florrie, no quería interrumpir...".

Suzanne se llevó una mano a la sien y se tambaleó como si fuera a desmayarse.

De inmediato, Alexander ignoró el extraño comportamiento de su esposa y corrió hacia ella, levantándola en sus brazos. "Hace mucho frío aquí. ¿Por qué andas descalza? ¿Tienes idea de lo preocupado que estaría si te enfermaras?".

No le dedicó ni una mirada más a Florrie. Llevando a su amante de vuelta al dormitorio principal, le ordenó a su esposa por encima del hombro: "Haz lo que te dije cuanto antes. Esta tarde llevaré a Suzanne a la empresa".

Florrie asintió en silencio y lo vio alejarse hasta perderlo de vista, con la mente hundiéndose en una confusión cada vez más densa.

Recordó cómo Alexis solía abrazarla justo así, mientras le susurraba cálida y juguetonamente: "Cariño, ¿otra vez andas descalza por la casa? ¿Y si te enfermas?", le preguntaba con una risa llena de preocupación.

Había perdido al amor de su vida, al hombre que siempre la había puesto en primer lugar y la salvó por última vez antes de morir ante sus ojos.

Alexander nunca supo la verdad: tenía un hermano cinco años mayor que él llamado Alexis. Y ese hombre era su verdadero "Alex".

Habría atravesado el fuego solo para estar a su lado.

Más tarde, mientras conducía hacia la oficina, Florrie tenía la cabeza hecha un lío.

Cuando entró, un grupo de colegas susurraba cerca de ella.

"Esa chica que está hoy con el señor Jenkins es su prometida, ¿no? Luce espectacular".

"Escuché que se conocen desde siempre, y que las familias de ambos se complementan a la perfección. Ella se fue al extranjero para estudiar finanzas y acaba de regresar...".

Florrie no pudo evitar esbozar una leve y amarga sonrisa.

Nadie sabía que ella había sido la esposa de Alexander durante tres años, pero él ya estaba presentando con orgullo a su novia de la infancia, que acababa de regresar.

Ignoró los susurros a su alrededor y se dirigió directamente a su oficina.

Cuando terminó de ordenar los archivos del proyecto, de repente se oyó un ruido fuera de su puerta.

Alexander entró con Suzanne justo detrás de él al segundo siguiente, con el brazo ligeramente angulado como para protegerla. Con una leve sonrisa, anunció: "A partir de hoy, la señorita Suzanne Hewitt será la subdirectora del Departamento de Marketing. Espero que todos la apoyen en su nuevo cargo".

La noticia provocó una ola de sorpresa en la oficina, y la mano de Florrie se congeló sobre el ratón, porque ese era su puesto.

Adalyn Davies, la leal asistente de Florrie, le lanzó una mirada cautelosa antes de preguntar: "Señor Jenkins, ¿qué pasará con Florrie?".

El tono de Alexander fue tranquilo pero desdeñoso al responder: "Por el momento, ayudará a Suzanne, especialmente con el proyecto de remodelación de Greenhill Village".

El personal intercambió miradas inquietas, aunque Suzanne sonrió tímidamente y sus mejillas se sonrojaron. "Entonces contaré contigo, Florrie".

Se adelantó y le tendió la mano. En cuanto Florrie tocó sus dedos, Suzanne trastabilló hacia atrás y derribó una taza del escritorio.

La otra abrió mucho los ojos e instintivamente extendió la mano, pero no llegó a tiempo. La taza cayó al suelo y se hizo añicos; los pedazos de porcelana se esparcieron por el suelo.

Suzanne se tambaleó y se recuperó, mirando a Florrie con los ojos muy abiertos. "Florrie, ¿no te caigo bien?", preguntó en voz baja.

Sus palabras no eran una acusación, pero el mensaje era obvio.

Ella esperaba que Florrie discutiera, pero la joven no dijo nada. Se limitó a mirar la taza rota, con todo el cuerpo temblando y los ojos llenos de lágrimas.

Esa taza era el último regalo que Alexis le había hecho, la Nochebuena, justo antes de morir. Él los había pintado a ambos: ella con un vestido de novia, apoyada en sus brazos mientras caminaban hacia la iglesia. En ese entonces, le dijo: "Florrie, algún día me casaré contigo. Que esta taza sea mi promesa. Si rompo esa promesa, puedes romperla y yo me romperé con ella, desapareceré para siempre".

Desde que lo perdió, había atesorado esa taza. Ahora, no era más que fragmentos en el suelo.

La rabia se apoderó de ella mientras apretaba los puños y, sin pensarlo dos veces, se adelantó y le dio una fuerte bofetada a Suzanne.