Hasta el último latido de mi corazón
img img Hasta el último latido de mi corazón img Capítulo 2 SERENA
2
Capítulo 6 KALEB img
Capítulo 7 SERENA img
Capítulo 8 SERENA img
Capítulo 9 SERENA img
Capítulo 10 SERENA img
Capítulo 11 SERENA img
Capítulo 12 SERENA img
Capítulo 13 SERENA img
Capítulo 14 SERENA img
Capítulo 15 SERENA img
Capítulo 16 SERENA img
Capítulo 17 SERENA img
Capítulo 18 SERENA img
Capítulo 19 SERENA img
Capítulo 20 KALEB img
Capítulo 21 SERENA img
Capítulo 22 SERENA img
Capítulo 23 SERENA img
Capítulo 24 SERENA img
Capítulo 25 KALEB img
Capítulo 26 KALEB img
Capítulo 27 KALEB img
Capítulo 28 KALEB img
Capítulo 29 SERENA img
Capítulo 30 SERENA img
Capítulo 31 SERENA img
Capítulo 32 SERENA img
Capítulo 33 SERENA img
Capítulo 34 SERENA img
Capítulo 35 SERENA img
Capítulo 36 KALEB img
Capítulo 37 SERENA img
Capítulo 38 SERENA img
Capítulo 39 SERENA img
Capítulo 40 SERENA img
Capítulo 41 SERENA img
Capítulo 42 SERENA img
Capítulo 43 SERENA img
Capítulo 44 SERENA img
Capítulo 45 KALEB img
Capítulo 46 KALEB img
Capítulo 47 Kaleb img
Capítulo 48 KALEB img
Capítulo 49 KALEB img
Capítulo 50 KALEB img
Capítulo 51 Kaleb img
Capítulo 52 KALEB img
Capítulo 53 KALEB img
Capítulo 54 Kaleb img
Capítulo 55 KALEB img
Capítulo 56 KALEB img
Capítulo 57 KALEB img
Capítulo 58 KALEB img
Capítulo 59 KALEB img
Capítulo 60 SERENA img
Capítulo 61 SERENA img
Capítulo 62 SERENA img
Capítulo 63 SERENA img
img
  /  1
img

Capítulo 2 SERENA

1

SERENA

Los rayos del sol atraviesan la cortina fina y se reflejan en mi cara. Anoche caí rendida, tanto que olvidé cerrar las cortinas. Apago la alarma, que debía sonar dentro de media hora, me levanto perezosa y voy al baño. Por suerte, no tenemos baños compartidos, algo que me preocupaba al principio.

Val, mi compañera de cuarto, no volvió anoche, y creo que estaré sola la mayor parte del tiempo, tal como dijo. Pero no lo veo como una desventaja.

Después de una ducha relajante que me afloja los músculos tensos, me seco el pelo y lo dejo caer en ondas hasta la mitad de la espalda. Me arreglo como cada mañana. Hoy he decidido ponerme una falda vaquera azul, un jersey de punto rosa empolvado y unas zapatillas blancas sencillas.

Cojo la mochila, el horario y el mapa, y salgo por la puerta. La primera clase es economía, y estoy muy ilusionada. Me cuesta encontrar el aula, pero llego a tiempo porque salí con antelación. Me siento en la penúltima fila, junto a la pared, al lado de una chica que parece mayor que yo.

El profesor entra y nos saluda con respeto. Nosotros respondemos.

-Bien, hoy es el primer día del curso. Tenemos compañeros de primer año con ganas de aprender cosas nuevas y descubrir qué trataremos este año. Quiero que abráis los cuadernos y anotéis el plan de las clases que tendréis conmigo. Pero antes, os deseo un año provechoso y lleno de éxitos.

Abrimos los cuadernos y empezamos a escribir el plan. Pero de repente, la puerta se abre con estruendo y entra... el encantador insoportable.

-Perdón por el retraso, profesor -dice con una sonrisa arrogante.

Las chicas se ríen y cuchichean, desesperadas por su presencia. Sí, es guapo, pero es un misógino arrogante. ¿Están ciegas? ¿No ven que solo las usa?

Le guiña el ojo a una chica, que casi grita de emoción porque el engreído le ha prestado atención.

-¿Por qué llegas tarde?

-Asuntos muy importantes -vuelve a mostrar esa sonrisa que ya me dan ganas de borrarle de un bofetón, y eso que lo conozco desde hace unas horas.

-¿Por asuntos importantes te refieres a manosear a alguna chica?

-Qué perspicaz.

Vuelve a mirar por la clase y se detiene en mí. Su sonrisa se amplía. Yo ruedo los ojos y resoplo.

-Ve a tu sitio y que no vuelva a pasar.

No me quita la vista de encima y se dirige justo hacia mí. ¿Perdona? Se sienta justo detrás, y puedo sentir su mirada clavada en mi espalda. Por primera vez, un escalofrío me recorre la columna.

Sacudo la cabeza y trato de ignorar al imbécil de atrás. Está claro que hay algo entre nosotros, aunque no sé qué. Vuelvo a escribir, concentrada, hasta que siento un pinchazo en la espalda. Me doy cuenta de que el arrogante quiere distraerme, pero no tengo ganas de ver su sonrisa. Me pincha varias veces más, y ya me está sacando de quicio.

-¿Qué quieres? -le susurro, molesta.

-Muchas cosas -responde con esa sonrisa que me crispa aún más. Ese es su objetivo, lo sé. Ruedo los ojos, lo que claramente le molesta.

-Deja de poner los ojos en blanco o te los pongo yo.

Sé perfectamente a qué se refiere, y va por el lado más vulgar.

-He oído que las chicas no están muy satisfechas con tus servicios, así que no creo que seas capaz de hacer que una chica ponga los ojos en blanco.

Se pone rojo de rabia y la vena del cuello se le hincha. Vuelvo a escribir mientras lo oigo refunfuñar detrás. La chica a mi lado me mira mal, probablemente pensando que me estoy insinuando al engreído. Estas chicas están locas por él.

Suena el timbre anunciando el siguiente curso. Recojo mis cosas y, justo cuando voy a salir del aula, alguien me agarra del brazo con fuerza. Gimo al chocar la espalda contra la pared dura. El imbécil arrogante me sujeta con el maxilar apretado y una mirada capaz de arrancarte los secretos más profundos. Pero yo no me dejo intimidar tan fácilmente.

-¿Qué demonios te pasa para empujarme así?

-¿Qué pollas te pasa a ti para comportarte así conmigo? -Lo dice remarcando cada palabra.

-Venga ya, deja las palabrotas que hacen referencia a ese órgano que, sinceramente, dudo que tengas, según las historias que se cuentan. Tú eres el raro aquí.

-¿Me estás provocando? ¿Quieres que te demuestre que puedo follarte hasta que pongas los ojos en blanco? Quiero oír a una chica que no haya quedado satisfecha conmigo.

-Pues pregúntalas a todas -le respondo indignada.

-¿Te has interesado por mí? -me lanza esa sonrisa que me dan ganas de borrarle de una bofetada.

-Si fueras Shakespeare, quizá. Pero interesarme por un idiota como tú sería demasiado bajo.

-Ten por seguro que no te vas a librar de mí, princesita.

-Muchas palabras, ninguna acción.

Me suelto de su agarre y salgo del aula sin mirar atrás. Qué imbécil arrogante... No he oído ninguna historia sobre él, todo lo que dije fue inventado. Sería absurdo haber escuchado algo en el primer día de universidad. Pero como es tan idiota, se creyó todo lo que le dije, lo que confirma que va de flor en flor. Sí, lo provoqué, lo sé. Pero no soporto sus aires ni su actitud de creerse irresistible.

꧁ ❀ ꧂

El resto de las clases transcurrieron con normalidad, salvo por el hecho de que en los descansos tuve que verlo besándose con varias chicas delante de todos. La última clase era optativa, podíamos elegirla, pero era obligatoria asistir. Yo, en cambio, no puedo ir. A esa hora tengo que estar en el hospital para mis tratamientos y análisis diarios.

Hago cosas normales como cualquier persona. Es cierto que no puedo correr maratones ni kilómetros seguidos, mi corazón no lo permite y tampoco tengo una gran condición física. No me canso tan fácilmente, o al menos no ahora. El tratamiento me ayuda mucho, pero es agotador repetirlo cada día. Y si arriesgas, o como ya dije, recibes una noticia que te deja el corazón en un puño, el tratamiento deja de funcionar. Entonces el trasplante se vuelve imprescindible, y no es nada fácil encontrar donantes.

Hasta ahora me he protegido de todo lo que pudiera hacerme daño. Me he protegido de enamorarme, aunque como cualquier chica, deseo sentir ese sentimiento. He evitado todo lo relacionado con mi padre y he esquivado el tema de mi madre. Tener una cardiopatía no es fácil, y eso está claro.

꧁ ❀ ꧂

Llego al hospital que frecuento desde los ocho años, cuando me diagnosticaron. Soy un caso raro. Normalmente, quienes tienen enfermedades cardíacas son mayores que yo, aunque depende del tipo de enfermedad. Saludo a los recepcionistas y subo en el ascensor hasta la séptima planta.

Después de una hora de tratamientos y análisis, ya es hora de irme. Pero no sin ver a mi mejor amigo, Elias, a quien conozco desde pequeña y que, por suerte, trabaja ahora en este hospital. Elias fue mi vecino durante mucho tiempo y el único que nunca me juzgó por mi enfermedad. Siempre estaba conmigo, preguntándome cómo me sentía y qué significaba vivir con una enfermedad rara. Desde entonces se interesó por la medicina. Tuvo que irse a la universidad, lo que dificultó el contacto, pero hasta entonces estuvo a mi lado cada día. Ahora trabaja aquí y es uno de los que cuida de mi salud. Le fascina todo lo relacionado con estas enfermedades, tanto que se ha especializado en cardiología. Tiene 27 años, nueve más que yo, casi diez. Cuando alguien nos veía juntos, pensaba que éramos hermanos. Un adolescente de instituto pasando tiempo con una niña de primaria que apenas sabía escribir. Pero nunca le molestó. Me consideraba su hermana pequeña, y yo a él como mi hermano mayor. Ha estado conmigo en todo: en la enfermedad y en los problemas familiares. Mi consuelo, junto a mi abuela. Mi hermanito Elias.

-¡Elias! -grito por el hospital, fingiendo estar enfadada... o quizá lo estaba de verdad. Sale de un despacho y se acerca con esa sonrisa de niño feliz.

-Ne, ne, ne... ¡Has dejado que esa bruja me maltratara! -le digo, fingiendo indignación.

-Tenía que atender a otro paciente.

-¿Y me dejaste con ella? ¿Para que me torturara con la aguja? ¿Esa mujer va al gimnasio?

Empieza a reírse a carcajadas mientras se acerca y me abraza.

-¿Cómo fue el primer día de universidad?

-Bien, como en la universidad.

Evito contarle lo del imbécil arrogante. Me haría demasiadas preguntas, y no tengo ganas de recordar a ese desgraciado.

-Si alguien te molesta, me lo dices, ¿entendido?

Asiento riendo y me siento en una silla.

-¿Cuándo me llevas a por helado? -pregunto ya salivando.

-Este fin de semana te llevo a lo que quieras.

Me tiro en sus brazos haciendo el tonto como una niña. Con él tengo derecho a hacerlo.

-Quiero que te portes bien en la universidad y que no causes problemas. Y sobre todo, que sigas el tratamiento con seriedad.

-Sí, señor doctor.

Me río y me suelto de sus brazos.

-Tengo trabajo ahora. Llámame si necesitas cualquier cosa, ¿vale?

-Vale, no te pongas tan dramático. ¡Ánimo con el trabajo! -le doy un beso en la mejilla y me voy hacia la residencia.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022