Cerré mi teléfono, apagando la pantalla que mostraba un archivo de video nítido y claro que me acababa de enviar un investigador privado. El archivo estaba etiquetado: Kael y Camila. El Despacho. Esta Noche.
-¿Qué es eso que oigo de que quieres quemar tu vestido de novia? -preguntó, su tono ligero, burlón.
No me di la vuelta. Mantuve mi mirada fija en el interminable flujo de luces de los autos de abajo.
-Estaba sucio -dije, las palabras cortantes-. Algo lo había... contaminado.
Se quedó quieto. Pude sentir el cambio en él, la tensión repentina en sus brazos. Era un maestro en leer a la gente, y sabía que algo andaba mal.
-Elisa, nena, ¿qué pasa? ¿Estás dudando? -Me hizo girar para mirarlo, sus manos acunando mi rostro-. No estés nerviosa. Solo somos tú y yo.
Se inclinó para besarme.
La imagen de él besando a Camila, de sus manos en el cuerpo de ella, brilló en mi mente. El olor de su perfume, una fragancia empalagosa y enfermizamente dulce que ahora reconocía, se aferraba a su traje caro. Era débil, casi imperceptible, pero para mis sentidos agudizados, fue como una agresión física.
Una oleada de náuseas tan poderosa que me dobló las rodillas me invadió.
Me atraganté, un sonido seco y convulso.
Lo empujé, tambaleándome hacia atrás.
-No me toques -jadeé, las palabras sabían a bilis.
Otra violenta arcada sacudió mi cuerpo. Me tapé la boca con una mano y corrí hacia el baño de la habitación, apenas llegando al inodoro antes de que mi cuerpo expulsara violentamente el contenido de mi estómago. Vomité y sollocé, mi cuerpo temblando, hasta que no quedó nada más que un vacío crudo y ardiente.
Cuando finalmente salí, débil y temblorosa, la escena de la habitación se había transformado. Kael ya no estaba solo. La jefa de amas de llaves y una docena de otros sirvientes estaban en fila, con la cabeza inclinada, sus rostros pálidos de miedo.
Kael estaba recostado en un sillón, puliendo tranquilamente un abrecartas de plata con un pañuelo de seda. Su rostro, sin embargo, era cualquier cosa menos tranquilo. Era una nube de tormenta de furia controlada.
-Así que -comenzó, su voz peligrosamente suave-. ¿Ninguno de ustedes pensó en ver cómo estaba su señora? ¿Ninguno de ustedes notó que no se sentía bien?
La casa de los Alejandro funcionaba a base de miedo. Kael pagaba a su personal salarios exorbitantes, pero el precio por cualquier error, por pequeño que fuera, era severo. Un solo paso en falso podía significar el despido instantáneo, ser puesto en una lista negra y, en algunos casos, un viaje a un discreto "centro correccional" del que la gente regresaba... cambiada.
-Señor -tartamudeó la jefa de amas de llaves, una mujer que había estado con él durante una década-. Nosotros... estábamos preocupados por... la situación del vestido. La salud de la señorita Paz es nuestra máxima prioridad, usted lo sabe.
La mano de Kael se disparó, agarrando a la ama de llaves por el cabello y tirando de ella hacia adelante. Le presionó la punta del abrecartas en la mejilla.
-No me mientas -siseó.
No necesitó hacer nada más. Dos de sus guardaespaldas personales se materializaron desde las sombras, agarraron a la mujer que gritaba y la sacaron de la habitación. La pesada puerta de roble se cerró de golpe, cortando sus súplicas.
Un silencio sofocante descendió. Nadie se atrevía a respirar.
-Parece que todos necesitan un recordatorio de sus deberes -dijo Kael, su mirada recorriendo al personal restante-. ¿Quizás un mes de salario descontado para todos? ¿O algo más... memorable?
-Kael, detente -dije. Mi voz era débil, pero cortó el silencio.
Estuvo a mi lado al instante, su expresión cambiando de furia fría a tierna preocupación tan rápido que me dio un latigazo. La actuación fue impecable.
-Mi amor -susurró, atrayéndome a un abrazo del que no pude escapar-. ¿Ves cómo te descuidan? No puedo permitirlo. -Volvió la cabeza hacia el aterrorizado personal-. Su señora ha intercedido por ustedes. Se salvan... por ahora. Fuera.
Salieron corriendo de la habitación como si el mismo diablo los persiguiera.
A la mañana siguiente, todos y cada uno de los sirvientes de la mansión habían sido reemplazados.