Capítulo 3 El dilema del divorcio

"¡Basta, Madelyn!", la reprendió Connor, exasperado. "Rebeca ya lo aclaró todo. ¡Deja de hacer una escena! Siempre te has metido con ella, tanto antes como después de tu matrimonio. ¿Y cuándo vas a parar?".

Madelyn miró a Connor, con el corazón lleno de desilusión.

Antes de su matrimonio, cualquier petición razonable que hacía, Rebeca la convertía en un acto de rebeldía, ganándose así el reproche de la familia.

Los Clark siempre apoyaban a Rebeca, dejando a Madelyn preguntándose por qué se molestaba en volver a un lugar donde no la querían.

Al volverse hacia Rebeca, la mirada de Madelyn se volvió fría, casi majestuosa en su desdén. "¿Tu esposo conoce el alcance de tus mentiras?

¿Está al tanto de los momentos que compartiste con Jason? ¿Pasó la Navidad con ustedes? ¿Sabe que el matrimonio de Jason conmigo fue, en realidad, para beneficiarte a ti?".

Su sonrisa estaba llena de ironía. "Tú y tu esposo no planean separarse, ¿verdad? Entonces, ¿cuál es el acuerdo? ¿Jason será el tercero en su historia de amor? ¿O es que los tres planean vivir bajo el mismo techo?".

"Madelyn, ¿qué tonterías estás diciendo?", intervino Connor, dando un paso hacia ella con una expresión de incredulidad.

Rebeca, visiblemente alterada, balbuceó: "¡Cómo te atreves a insinuar algo así! ¡Jason y yo solo somos amigos!".

La mirada gélida de Madelyn los recorrió a ambos, y su silencio se volvió ensordecedor. Tomó su maleta y se dio la vuelta para marcharse.

La profundidad de la relación entre Rebeca y Jason ya no tenía ningún peso en su corazón.

Solo anhelaba escapar de ese lugar, un sitio impregnado de dolor y repulsión.

Al bajar la escalera, vio a Jason de pie junto al gran ventanal de la planta baja.

Su perfil parecía especialmente solitario, y Madelyn se sorprendió observándolo a hurtadillas. Fue precisamente esa silueta la que la había cautivado a los dieciocho años; la misma que la impulsó a querer acercarse, a desear derretir la coraza que protegía su corazón.

Pero en ese instante, él se giró hacia ella. Su mirada se posó en la maleta que Madelyn sostenía y una sombra cruzó su rostro.

Era evidente que lo había escuchado todo.

Madelyn siguió su camino. Si lo había escuchado, mejor; no había dicho más que la verdad.

"Rebeca ya lo explicó todo. ¿Qué más quieres?", la voz de Jason la interrumpió justo cuando ella llegaba a la puerta.

"¿Solo porque ella se explicó significa que debo perdonar y olvidar?", replicó ella, girándose para encararlo.

"Muy bien", se burló él con un tono mordaz. "¿Qué te calmará esta vez? ¿Un bolso de diseñador? ¿Una joya?".

En el pasado, él solía apaciguarla con regalos cada vez que ella se enfadaba, pero nunca fue lo material lo que su corazón realmente anhelaba.

Los dedos de la joven se aferraron a su bolso mientras sacaba un documento. "Firma esto".

Jason lo tomó con aire despreocupado, but su semblante se agrió al ver que era un acuerdo de divorcio.

"Madelyn, si crees que te será fácil volver a casarte, estás muy equivocada", le advirtió, con voz amenazante.

"Este matrimonio fue un error desde el principio. Solo estoy corrigiéndolo", respondió ella con frialdad, sin mirarlo.

Había redactado el acuerdo una semana atrás, pero no había reunido el valor para entregárselo hasta ese momento.

Jason soltó una risa burlona. "¿Cuánto tiempo piensas seguir con esta farsa? ¿Necesito recordarte que fuiste tú quien aceptó mi propuesta desesperadamente?".

Madelyn inhaló profundamente, con una nueva determinación. "¡Porque estaba ciega ante la ruin intención de tu propuesta!".

"¿Ruin?", el rostro de Jason se ensombreció. "¿Qué esperabas? ¿Que me casara contigo por amor?".

Su expresión hacia Madelyn seguía siendo tan indiferente como siempre, su gélida actitud no revelaba nada, pero en el fondo de sus ojos persistía un brillo de desprecio apenas disimulado.

Madelyn lo vio claramente.

Aunque no se dijera en voz alta, el mensaje era inconfundible: ella no era digna de su afecto.

Proveniente de un origen rural y humilde, llevaba el linaje de la élite, pero carecía de su refinada educación. Para él, no era más que una chica de campo, tosca e indigna.