Capítulo 8 Sigues siendo mi esposa

Un silencio helado se apoderó de la sala después de que Madelyn hablara.

Después de un tenso silencio, Connor tartamudeó: "Pero si Rebeca te colmó de joyas...".

La mirada de la joven se endureció y su voz se llenó de desprecio. "Le devolví cada pieza de joyería y cada prenda de ropa de diseñador. ¿Y ahora se atreven a intentar desangrarme?". Para ella, la familia Clark no eran más que parásitos que se aferraban a ella para su propio beneficio.

Sacó su teléfono, transfirió cincuenta mil a Roger y bloqueó rápidamente su número.

Bloqueó a todos los miembros de la familia Clark.

"Hasta nunca", dijo Madelyn con firmeza.

Cuando se dio la vuelta, una oleada de liberación la invadió, como si por fin se hubiera quitado una pesada cadena.

En el umbral, casi chocó con su tercer hermano, Bryan Clark. "Espero que nuestros caminos no vuelvan a cruzarse", dijo fríamente, pasando a su lado.

Bryan, un visitante poco frecuente en la casa familiar, se quedó perplejo. "¿Qué pasó aquí?", preguntó con voz teñida de confusión.

Apenas conocía a su hermana; solo había escuchado las quejas de su familia sobre su temperamento explosivo y su afición al caos.

"¡Madelyn ya no es mi hija!", gritó Roger, con el rostro enrojecido por la humillación.

Su pecho se agitaba mientras escupía: "Nadie volverá a pronunciar su nombre en esta casa. ¡Denla por muerta!".

Bryan, al percibir la furia de su padre, se mordió la lengua, aunque una persistente sospecha le decía que había algo más en esa historia de lo que parecía.

A la mañana siguiente, Madelyn se reunió con Daniel, con el corazón encendido por la emoción de volver a una pasión que apreciaba. Su sonrisa brillaba mientras decía: "Por fin podemos hablar del estudio".

Sin embargo, la respuesta de Daniel fue una sonrisa forzada. "Bueno...".

Los instintos de la joven se agudizaron. "¿Qué pasa?", presionó.

Él vaciló, luego cedió ante la mirada insistente de Madelyn. "Es la empresa de mi familia... un negocio pequeño y estable. Sin embargo, desde ayer, alguien nos ha estado atacando. Todos nuestros proyectos se han paralizado".

La mente de Madelyn se aceleró. Solo Jason podía ejercer tal influencia para actuar con tal despiadada rapidez.

Pero ¿por qué atacó a Daniel?

¿Fue por esas fotos?

El corazón de Jason pertenecía a Rebeca, entonces, ¿por qué se metía en sus asuntos?

La confusión de la joven dio paso a la furia. "Voy a resolver esto", declaró, levantándose bruscamente a pesar de las protestas de su amigo.

Se dirigió furiosa a la sede del Grupo Miller e irrumpió en la oficina de Jason, su voz cortando el aire. "¿Te parece divertido esto, Jason?".

Detrás de su escritorio, él levantó la vista lentamente, irradiando una calma exasperante.

Dejó la pluma a un lado, entrelazó sus largos dedos mientras se reclinaba.

"Estamos en proceso de divorcio. ¿Por qué sigues viniendo al Grupo Miller? Haré que la recepcionista te revoque el acceso", dijo con un tono tan frío como el invierno.

Su indiferencia avivó la ira de Madelyn.

"Sabes perfectamente por qué estoy aquí", espetó, acercándose más, con los ojos fijos en él. "Estás atacando el negocio familiar de Daniel, ¿verdad?".

La penetrante mirada de Jason se encontró con la de Madelyn, pero no respondió.

Su voz, baja y deliberada, rompió la tensión. "Dijiste que no tenías ningún romance con él y, sin embargo, aquí estás, enfrentándome por él".

"¡Porque lo estás atacando sin ningún motivo!", replicó ella, alzando la voz. "Si me guardas rencor, desquítate conmigo, ¡no con gente inocente!".

La expresión de Jason se ensombreció y su ira estalló. "¿De verdad crees que él es inocente en esto?".

Madelyn soltó una risa burlona. "¿Qué? ¿Crees que todos son tan infieles en las relaciones como tú?".

Sus palabras tocaron un punto sensible. La compostura de Jason se hizo añicos.

Se puso de pie de un salto y rodeó el escritorio con paso depredador.

La violencia en su comportamiento hizo que Madelyn se paralizara; nunca lo había visto tan furioso.

El corazón de la joven latía con fuerza mientras la posibilidad de escapar se le escapaba de las manos.

Jason la agarró de la muñeca con fuerza, sin ceder, y la sacó fuera de la oficina.

"¡Suéltame!", exigió ella, un escalofrío de pavor recorriéndola.

Se retorció contra Jason, luchando frenéticamente, pero su agarre era férreo, y su muñeca le dolía bajo la presión. "¡Me estás haciendo daño!".

Sus súplicas cayeron en oídos sordos.

El rostro de Jason era una máscara de furia implacable mientras la metía en el ascensor, cuya bajada al estacionamiento parecía una caída en la incertidumbre. La metió en el asiento del copiloto de su elegante coche y la puerta se cerró con un clic decisivo que la dejó atrapada dentro.

El auto salió a toda velocidad del estacionamiento subterráneo con los neumáticos chirriando y, en cuestión de segundos, se detuvo frente a la gran entrada de la villa.

Jason la había llevado de vuelta a su casa y luego al dormitorio.

La puerta se cerró de golpe con un eco atronador y, antes de que Madelyn pudiera recuperar el aliento, se encontró inmovilizada en la cama del dormitorio principal.

Jason se cernía sobre Madelyn, con la respiración entrecortada por la rabia. Sus manos, fuertes pero precisas, le sujetaron las muñecas por encima de la cabeza. La piel de ambos rozándose de una manera que le provocó un escalofrío involuntario; su presencia era abrumadora.

"¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame!", gritó, con la voz cargada de desafío.

El sonido de la tela rasgándose llenó el aire, mientras Jason le rasgaba la ropa, su mano rozándole la cintura con una audacia que le aceleró el pulso.

"Tener sexo con mi propia esposa", gruñó Jason, con una expresión feroz. "Tenemos treinta días hasta que el divorcio se formalice. Hasta entonces, sigues siendo mi esposa. Te quedarás aquí, cumplirás tus deberes y no irás a ninguna parte".

"¿Qué estás diciendo? ¡Suéltame!". La mente de Madelyn daba vueltas. "¿Has perdido la cabeza? ¿Por qué me quedaría contigo? ¡Tú fuiste quien dijo que no era digna de ser tu esposa!".

Se revolvió contra su agarre, sus forcejeos feroces pero inútiles.

"No he aceptado dejarte ir", replicó él, con voz baja e inflexible. "No puedes marcharte sin más".

Poco a poco, la ropa de Madelyn fue cayendo bajo las implacables manos de Jason, su tacto encendiendo un confuso calor en su piel.

Ella se mordió el labio, con los ojos encendidos de furia y lágrimas contenidas.

Habían compartido la intimidad innumerables veces y Jason conocía cada punto sensible de su cuerpo; su pericia ahora la dejaba temblando.

Pero ¿por qué?

Él la había despreciado, había presionado para divorciarse con más fervor que ella.

¿Por qué seguía tocándola?

¿Era ella simplemente un sustituto de Rebeca?

Una escalofriante revelación golpeó a Madelyn como un rayo.

"Jason", escupió, con la voz cargada de desprecio, "¿me estás usando como sustituta de Rebeca, verdad? Ni siquiera me deseas, ¿y aun así me tocas? ¿La estás imaginando en mi lugar? ¡Eres repugnante!".