El silencio que habla
img img El silencio que habla img Capítulo 4 Marta en el jardín
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Capítulo 6 Primer encuentro con Beatriz img
Capítulo 7 Marta observa a Don Julio img
Capítulo 8 Alberto en su oficina img
Capítulo 9 Marta y Don Julio img
Capítulo 10 Primera charla con Beatriz img
Capítulo 11 Marta reflexiona sobre su trabajo img
Capítulo 12 Alberto y Marta cruzan palabras img
Capítulo 13 Alberto visita a Don Julio img
Capítulo 14 Marta mejora el jardín img
Capítulo 15 Alberto revisa los avances img
Capítulo 16 El primer gesto de agradecimiento img
Capítulo 17 Tensión entre Marta y Beatriz img
Capítulo 18 Alberto se preocupa por su abuelo img
Capítulo 19 Marta y Beatriz tienen un encuentro tenso img
Capítulo 20 Alberto y Marta, primer momento de conexión img
Capítulo 21 Don Julio se acerca a Marta img
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Capítulo 4 Marta en el jardín

El aire de la mañana se sentía fresco y limpio, con una ligera brisa que hacía que las hojas de los árboles se movieran suavemente, como si susurraran secretos al viento. Marta se encontraba de pie frente a la gran entrada del jardín, observando la vasta extensión de terreno que se desplegaba ante ella. El sol aún no estaba en su punto más alto, pero ya se sentía su calor. En su mano, sostenía una pala de jardinería, y frente a ella, una pequeña pila de plantas que esperaba ser sembrada.

El día estaba por comenzar, y aunque el jardín era un lugar hermoso, había algo en la soledad de aquel espacio que la hacía sentir aislada.

Marta ya había trabajado en otros jardines antes, pero nunca en algo tan grande ni tan silencioso. A veces se detenía un momento, miraba las plantas que había cuidado y sentía una conexión profunda con ellas. Eran su única compañía en ese espacio, su único vínculo con el mundo. Aunque la mansión a lo lejos parecía llena de vida, el jardín era un refugio apartado, un pequeño universo dentro de otro, donde el ruido del mundo parecía no llegar.

La rutina se había convertido en su aliada. Cada mañana, se levantaba temprano, se preparaba con cuidado y salía al jardín para dar los primeros pasos del día. No había nada extraordinario en las tareas que realizaba, solo lo básico: plantar, podar, regar. Y sin embargo, a medida que pasaban las horas, el jardín se transformaba bajo sus manos. Lo que antes estaba desordenado y salvaje, se convertía poco a poco en un espacio organizado, armonioso, casi como si respondiera a la necesidad que Marta tenía de encontrar un propósito claro en su trabajo.

Con cada planta que sembraba, Marta sentía que ponía algo de sí misma en la tierra. Era como si el jardín le permitiera reconstruirse a medida que lo cuidaba, como si cada arbusto y cada flor fueran metáforas de su propia vida. Había algo reconfortante en la repetición de la tarea: el movimiento constante de cavar, plantar, cubrir la tierra y regar. No requería mucho pensamiento. La mente de Marta podía descansar mientras sus manos se movían con destreza, estableciendo una conexión física con la tierra que le otorgaba consuelo.

Sin embargo, no todo en el jardín era perfecto. Había partes del terreno que requerían más cuidado que otras, y algunas plantas no parecían estar respondiendo bien al nuevo entorno. Marta se agachó junto a un arbusto, inspeccionando sus hojas marchitas. La sensación de aislamiento en esos momentos se hacía más fuerte. No podía evitar pensar en la ausencia de alguien que la guiara, que compartiera con ella la tarea. Nadie en la mansión se interesaba realmente en el jardín, a excepción de Don Julio, que apenas salía a caminar y que no decía palabra alguna. Alberto, el dueño de la propiedad, no parecía tener tiempo para eso; él era un hombre absorbido por el trabajo y las exigencias de su empresa. Beatriz, por su parte, no era más que una secretaria que no se interesaba ni un poco por las flores ni los árboles. Era como si el jardín fuera una extensión olvidada de la casa, un rincón apartado que nadie quería ver.

Marta se sentó sobre una roca cerca de los rosales, y observó los alrededores con una mezcla de frustración y aceptación. Había algo triste en el jardín, algo que no podía descifrar. Quizás era la falta de vida humana, o tal vez la presencia silenciosa de Don Julio, que se deslizaba entre los arbustos de su pequeño rincón del jardín, tan ajeno al mundo exterior. Marta había empezado a preguntarse si alguna vez lograría sentirse verdaderamente parte de ese lugar, si algún día alguien la vería, más allá de ser la jardinera.

Pero mientras pensaba en ello, algo en su interior le decía que esa era la razón por la cual había aceptado el trabajo en primer lugar. No solo se trataba de dinero o de una oportunidad profesional. Era el anhelo de pertenecer a algo más grande, de formar parte de una historia, aunque fuera de una manera silenciosa. El jardín, en su vastedad y aislamiento, le ofrecía precisamente eso: un propósito. No se trataba solo de plantas y flores, sino de un espacio que necesitaba ser entendido, cuidado y preservado. Algo que, de alguna forma, conectaba con su propia vida.

Al final de la tarde, cuando el sol comenzaba a desaparecer y el cielo se tornaba de un color cálido y dorado, Marta se levantó, exhausta pero satisfecha. El jardín aún tenía mucho por hacer, pero ya comenzaba a tomar forma. Los arbustos estaban podados, las flores alineadas con cuidado, y la tierra bien aireada. El trabajo físico había sido agotador, pero Marta se sentía renovada. Había algo terapéutico en el esfuerzo de crear orden en medio del caos natural.

Cuando regresó a la mansión, Beatriz la observó desde la ventana del vestíbulo. No dijo nada, pero Marta percibió el escrutinio en sus ojos. A veces sentía que Beatriz la observaba con una mirada crítica, como si siempre estuviera evaluando si el trabajo era lo suficientemente bueno. Marta no sabía si esa era la intención de Beatriz, pero sentía que las expectativas nunca eran claras. Sin embargo, no dejaba que eso la afectara. Se había propuesto hacer bien su trabajo, sin importar el juicio ajeno.

Esa noche, mientras cenaba sola en la pequeña cocina del personal, Marta repasaba el día. Había algo profundamente satisfactorio en el trabajo que hacía, algo que le daba la sensación de estar creando algo real. Al principio, había sentido el peso del silencio que la rodeaba, pero con el tiempo, ese silencio se fue tornando en algo más llevadero. No estaba sola, no realmente. El jardín, las plantas, la tierra, todo eso formaba una especie de compañía silenciosa que la acompañaba cada día. Y aunque la mansión y su gente parecían vivir en un mundo paralelo, el jardín le ofrecía un refugio, un espacio donde podría concentrarse en lo que realmente importaba: la belleza que nacía de su esfuerzo.

A medida que los días pasaban, Marta se acostumbró a su rutina. Se levantaba temprano, cuidaba el jardín, y luego pasaba las tardes en la misma quietud, rodeada de plantas que crecían bajo sus manos. En ocasiones, veía a Don Julio caminar por su jardín interior, con su bastón, moviéndose lentamente. A veces, sus miradas se cruzaban brevemente, pero nunca había palabras. Era como si él estuviera reconociendo su trabajo sin necesidad de hablar, sin necesidad de aprobación. A Marta le pareció que, en su propio silencio, Don Julio y ella compartían algo. Aunque no había comunicación directa, la presencia del uno al otro parecía ser suficiente.

El jardín se fue transformando cada vez más, y con él, Marta comenzó a sentir que algo en ella también cambiaba. La rutina, que al principio le parecía una carga, ahora era su refugio. El trabajo físico, la conexión con la tierra, le permitían desconectarse de las preocupaciones, de las dudas que la acechaban. En ese espacio, Marta encontraba consuelo, una forma de lidiar con su propio aislamiento. Poco a poco, el jardín dejó de ser un lugar vacío para ella, y comenzó a ser un reflejo de su propio proceso de sanación.

A pesar de que la mansión seguía siendo un lugar distante y ajeno, el jardín comenzó a ser su pequeño universo. Un lugar donde, aunque a veces se sentía invisible, podía crecer y florecer a su propio ritmo. Un lugar donde podía encontrar paz, por pequeña que fuera, en medio del silencio y la rutina.

            
            

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