El adiós número noventa y nueve
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Capítulo 3

Eliana POV:

Una semana después, con tres pequeños puntos de sutura ocultos por mi cabello y un leve moretón morado pintando mi sien, entré a la fiesta de graduación de Tyler. Mis amigas prácticamente me habían sacado a rastras de la casa, insistiendo en que no podía perderme la última gran celebración de nuestras vidas de preparatoria.

En el momento en que entré en la abarrotada sala de estar, los vi. Javi y Catalina estaban en el centro de un grupo que reía, con el brazo de él envuelto posesivamente alrededor de la cintura de ella. Parecían una pareja. Una de verdad.

Algunas de mis amigas, las que todavía albergaban esperanzas por nosotros, corrieron hacia mí.

-Eli, ¿qué está pasando? -preguntó Sofía, sus ojos yendo y viniendo entre mí y la feliz pareja al otro lado de la habitación-. Todo el mundo dice que ustedes dos rompieron. ¿En serio esta vez?

Logré una pequeña y cansada sonrisa. -Sí. En serio esta vez.

Las palabras se sintieron sólidas, reales. No como las temblorosas amenazas del pasado.

Una ola de conmoción recorrió a mis amigas. -Pero... ustedes son Javi-y-Eliana -dijo Mariana, como si fuera una ley inmutable de la física-. Se supone que deben ir juntos al Tec.

-¿Recuerdas en primero cuando llenó todo tu casillero con gardenias porque dijiste que te gustaba el olor? -recordó Sofía, con una mirada triste en su rostro-. Me dijo que gastó toda su mesada de un mes en ellas.

-¿Y qué hay de la vez que rechazó una cita con esa porrista de último año porque dijo que estaba 'guardando todos sus bailes para Eli'? -agregó otra amiga.

Cada recuerdo era una pequeña y aguda punzada. Dolía recordar al chico que solía ser, el chico que me había amado tan ferozmente. El pasado era un recuerdo hermoso y soleado, pero el presente era una realidad fría y dura. Ese chico se había ido.

-Era genial -reconocí, mi voz tranquila pero firme-. Pero la gente cambia. -Asentí sutilmente con la cabeza hacia el otro lado de la habitación-. Y como pueden ver, él está perfectamente bien. Se ven felices juntos.

Mi mirada se encontró con la de Javi por encima de la multitud. Me había estado observando, una expresión complicada en su rostro. Cuando escuchó mi tranquila declaración, su mandíbula se tensó. Parecía estar esperando lágrimas, una escena, un arrebato de celos. Algo.

En lugar de apartar la mirada, deliberadamente acercó más a Catalina, su mano deslizándose más abajo en su espalda, y le susurró algo al oído que la hizo reír y presionar su cuerpo contra el de él.

Era una actuación. Una actuación deliberada y cruel diseñada para provocarme. Estaba esperando que me quebrara.

Pero yo ya estaba rota. No quedaba nada que quebrar.

Simplemente me volví hacia mis amigas, con una sonrisa plácida en mi rostro, y comencé a hablar sobre los planes de verano, sobre Nueva York, sobre cualquier cosa que no fuera él.

Por el rabillo del ojo, vi que su sonrisa flaqueaba. Un destello de incertidumbre, de pánico, cruzó su rostro. Esto no era parte del guion. Se suponía que yo debía estar persiguiéndolo, rogándole, recordándole lo que estaba perdiendo. Mi indiferencia era una variable que no había tenido en cuenta.

Lo vi comenzar a dar un paso hacia mí, pero Catalina apretó su agarre en su brazo, haciendo un puchero. Él dudó, luego soltó un suspiro exasperado y se quedó quieto.

Más tarde, alguien sugirió un juego de Verdad o Reto. La botella giró, y el aire de la noche se espesó con un nuevo tipo de tensión. Inevitablemente, la botella aterrizó en Catalina.

-¡Reto! -chilló, sus ojos ya encontrando a Javi en el círculo.

La chica que giraba la botella, una de las nuevas amigas de Catalina, sonrió con malicia. -Te reto a que le des un beso real y apasionado al chico más guapo de aquí.

Un "Uuuuh" colectivo recorrió el grupo. Todos los ojos en el círculo se giraron hacia Javi. Él era, sin lugar a dudas, el 'chico más guapo de aquí'.

La sonrisa de Catalina se ensanchó. Me miró directamente, sus ojos brillando con malicia. -Eliana, no te importa, ¿verdad? Digo, es solo un juego.

Su amiga intervino, su voz goteando falsa simpatía. -Es su ex, Catalina. Ya no tiene voz ni voto.

La humillación fue algo físico, un sonrojo caliente que me subió por el cuello. Podía sentir los ojos de todos sobre mí, esperando mi reacción. Miré a Javi. Su mirada era intensa, quemándome. Estaba esperando. Desafiándome a objetar. Desafiándome a demostrar que todavía me importaba.

Esta era su prueba. Su último y cruel juego de poder. Creía que incluso ahora, no podría soportar verlo con otra chica. Pensó que una palabra de protesta de mi parte sería suficiente para reafirmar su control, para demostrar que todavía era suya para tomarla cuando decidiera que me quería de vuelta.

Levanté la barbilla, mi expresión una máscara de fría indiferencia. -¿Por qué me importaría? -dije, mi voz clara y firme-. No tiene nada que ver conmigo.

El cambio en su expresión fue instantáneo. La confianza petulante se desvaneció, reemplazada por un destello de furia cruda y sin filtrar. Su rostro se puso rígido, su mandíbula tan apretada que podía ver el músculo saltar. Mi indiferencia no solo lo había sorprendido; lo había enfurecido. Era un rechazo que no podía soportar.

Una risa fría y sin humor se escapó de sus labios. -La oyeron -dijo, su voz peligrosamente suave. Agarró la cara de Catalina con una rudeza que pareció sorprender incluso a ella, y aplastó su boca contra la de ella.

No fue un beso de juego. Fue un beso profundo y castigador, un espectáculo público de posesión e ira. La estaba besando a ella, pero estaba tratando de herirme a mí. El silencio que cayó sobre el grupo fue pesado y sofocante.

Observé, mi corazón un peso de plomo en mi pecho. Sentí las miradas de todos, sentí su lástima, su curiosidad morbosa. Era como ver un accidente de coche. Horrible, pero imposible de apartar la mirada.

Cuando finalmente se apartó, Catalina estaba sin aliento, sus labios hinchados.

Su amiga, aprovechando el momento, preguntó con una sonrisa maliciosa: -¿Y bien, Javi? ¿Cómo estuvo? ¿Mejor que ya-sabes-quién?

Javi no apartó los ojos de mí. Estaban oscuros, llenos de una crueldad fría y triunfante.

-Mucho mejor -dijo, su voz lo suficientemente alta para que todos la oyeran-. Catalina besa mucho mejor de lo que Eliana jamás besó.

            
            

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