Esposa Invisible, Amor Eterno
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Capítulo 4

Clara durmió en el suelo de la sala.

Cuando despertó, la casa estaba vacía. Camilo y Casandra se habían ido. Un dolor sordo se había instalado profundamente en sus huesos.

Hoy era el aniversario de la muerte de Jesús.

Condujo hasta el panteón, con un pequeño ramo de lirios blancos en el asiento del copiloto.

La lápida de mármol negro estaba fría al tacto. Su foto le sonreía, siempre joven, siempre gentil. Trazó el contorno de su rostro, las yemas de sus dedos temblando.

"Solo un día más, mi amor", susurró. "Esta es la última vez que tendré que visitarte así. Mañana, estaremos juntos".

Se quedó allí hasta que el sol de la tarde comenzó a hundirse en el horizonte.

Su teléfono vibró. Un mensaje de texto de Camilo.

*Ven al set de filmación. Ahora.*

Ni siquiera dijo por qué. Ella sabía que era mejor no preguntar.

Cuando llegó, lo entendió. La doble de acción de Casandra no se había presentado. Y Casandra, siempre la flor delicada, se negaba a hacer sus propias escenas de riesgo.

Especialmente la que estaban filmando hoy.

La escena requería que estuviera sumergida en un lago helado.

"¡La luz se está yendo!", gritó el director, impaciente.

Clara no tuvo otra opción. Ya estaba débil, su cuerpo aún recuperándose. En el momento en que el agua helada se cerró sobre ella, un violento escalofrío sacudió su cuerpo.

"¡Corte!", gritó Casandra desde su silla con calefacción en la orilla. "Eso no estuvo bien. Tu expresión estaba mal. Hagámoslo de nuevo".

Una y otra vez, encontró fallas. Una y otra vez, Clara fue forzada a sumergirse en el agua gélida.

Sus labios se pusieron azules. Su cuerpo temblaba incontrolablemente.

Finalmente, después de la décima toma, Casandra pareció satisfecha.

Dos miembros del equipo tuvieron que sacar a Clara del agua. No sentía las piernas.

Casandra se acercó a Camilo, enlazando su brazo con el de él. "Gracias por dejar que Clara ayudara, Camilo. Estuvo maravillosa".

Camilo miró a Clara, que temblaba bajo una delgada toalla. Su expresión era indescifrable. "Es lo que se supone que debe hacer".

"¡Oh!", exclamó Casandra, una nueva idea brillando en sus ojos. "¡Acabo de recordar! Quería ir a la capilla en la montaña para rezar por mi salud. Dicen que para ser sincero, debes subir los mil escalones de rodillas".

Marcos y Leo, que también estaban en el set, intercambiaron miradas de incredulidad.

"Casandra, eso es una locura", dijo Marcos. "Camilo acaba de tener un chequeo. Sus doctores dijeron que necesita evitar la actividad extenuante. Sus pulmones no pueden soportarlo".

Los ojos de Casandra se llenaron de lágrimas. "Yo... solo quería rezar por nosotros. No quise ser una carga".

"No eres una carga", espetó Leo. "Eres una amenaza. Desde que regresaste, todo lo que has hecho es causarle problemas a él y a Clara".

Las lágrimas se derramaron. "Lo siento...".

Camilo la rodeó con su brazo, fulminando a sus amigos con la mirada. "Ya es suficiente. Si ella quiere rezar, la llevaré".

Estaba resuelto. Sus amigos guardaron silencio bajo su ceño fruncido.

Al pie de la montaña, Casandra hizo un espectáculo de prepararse para arrodillarse. "Lo haré yo misma, Camilo. No deberías esforzarte".

"No", dijo él, deteniéndola. Y luego se arrodilló sobre la piedra fría, sus caros pantalones de traje rozando la tierra. Inclinó la cabeza hasta el suelo.

Clara lo observó, una extraña mezcla de emociones arremolinándose dentro de ella. Podía ser tan cruel, pero su devoción por Casandra era absoluta.

Completó la primera serie de nueve escalones, su respiración ya se volvía dificultosa.

Antes de que pudiera continuar, Clara se paró frente a él.

"Detente".

Él levantó la vista, sus ojos duros. "Quítate de mi camino".

"No puedes hacer esto", dijo ella, su voz firme. "Tu corazón... tus pulmones. Jesús no querría esto".

La mención del nombre de su hermano lo hizo estremecerse.

Clara se volvió hacia Casandra, sus propios ojos fríos por una vez. "Lo haré por ti".

Bajo la atenta mirada de los amigos de Camilo, Casandra no tuvo más remedio que aceptar.

Clara levantó a Camilo y tomó su lugar en la piedra fría.

Un escalón. Una reverencia.

Sus rodillas gritaban en protesta. Su cabeza daba vueltas. El mundo era un borrón de escalones de piedra y cielo gris.

Todo el sendero de la montaña quedó en silencio. El único sonido era el roce de su ropa contra la piedra.

Camilo se quedó congelado al pie de la montaña, observando su espalda delgada y temblorosa mientras hacía su lento y arduo viaje.

Sintió un dolor agudo y punzante en su propio pecho, justo donde residía el pulmón de su hermano. Era un dolor fantasma, feroz y sofocante.

Se llevó una mano al corazón, tratando de respirar.

*Es solo un reflejo*, se dijo a sí mismo. *No significa nada*.

No era posible que le importara esta mujer. No podía.

                         

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