Julián esbozó una sonrisa que no alcanzó sus ojos fríos y calculadores. -Alégrate, hija mía. El compromiso con Paúl sigue en pie. Que un hombre de su estatus aún te considere después de... este desliz con ese muchacho, es un milagro. Deberías agradecerme. El mundo de Abigail se detuvo.
-¿Ca... casarme? ¿Con Paúl? ¡Estás loco! Acabo de perder a mi esposo, a mi amor... -dijo Abigail sorprendida, no esperaba eso de su padre
-¿Tu amor? -la interrumpió Julián, y su máscara de cordialidad se resquebrajó- ¿Acaso "tu amor" te dio las joyas que llevas, la educación que recibiste? ¿Te sacó de la pobreza? ¡Ese hombre fue una mancha en nuestro apellido, Abigail! Una mancha que ahora debo limpiar.
-Papá, por favor, no puedes hacerme esto... -suplicó Abigail, sintiendo cómo el piso cedía bajo sus pies.
-¡Basta! -rugió él-. Sirvientes! ¡Lleven a la señorita a su habitación! No saldrá de allí hasta el día de su boda.
Manos ajenas la tomaron de los brazos, suaves pero implacables. Abigail, consumida por una pena que creía infinita, no opuso resistencia. Mientras la arrastraban escaleras arriba, sus sollozos eran lo único que quedaba de su mundo destrozado. Lloraba por Liam, por su amor arrancado, y por el futuro que ahora era una prisión de seda y oro.
-Hace Un Mes-
El cielo se incendió en tonos naranja y púrpura, pero Liam O'Connor no tenía ojos para el atardecer. En la carretera, conduciendo su motocicleta de vuelta a casa, solo veía la sonrisa de Abigail. En el bolsillo de su chaqueta reposaba un pequeño estuche. Dentro, el collar de plata que su Abby había contemplado con anhelo en una vitrina un mes atrás. Había trabajado horas extras todos esos días para poder ver esa luz en sus ojos.
-Para mi Abby -murmuró Liam, y una sonrisa espontánea se dibujó bajo la visera de su casco.
No vio el sedán que, fuera de control, se cruzó en su carril. El conductor, con la visión nublada por el alcohol, atravesó la línea divisoria como si no existiera y Liam no pudo frenar, El impacto fue seco, brutal, un estruendo metálico que desgarró la paz de la noche. La moto salió despedida, y con ella, todos los sueños. El collar de plata rodó por el asfalto, brillando débilmente bajo la fría luz de un farol.
-La Llamada Fría-
En el pequeño apartamento que compartían, Abigail saltó cuando el teléfono sonó. Un número desconocido. Una voz impersonal al otro lado habló de un accidente y de la urgencia de acudir al hospital.
Un frío glacial, más penetrante que cualquier invierno, se apoderó de ella. Corrió por las calles como un alma en pena. Al llegar a la sala de emergencias, su mundo se desmoronó con unas pocas palabras de un médico de rostro cansado:
-Lo sentimos, señora O'Connor. Hicimos todo lo posible. Su esposo, Liam, no resistió las heridas. -dijo el médico viéndola con tristeza
"No resistió". Las palabras carecían de sentido, pero portaban una verdad devastadora. Un zumbido llenó sus oídos. Abigail en shock se sento en la silla donde habia estado antes a la espera de notcia, todo a su alrededor desapareció y en su cabeza se repetia una y otra vez las palabras del doctor.
-No puede ser verdad -dijo Abigail negando con lágrimas inundando sus ojos- Doctor, digame que no es verdad
-Su esposo ingresó gravemente herido señorita, hicimos todo lo que pudimos pero las heridas eran muy graves, su cuerpo no resistio -dijo el medico con compasión
Abigail solo lloro, un llanto desgarrador y desconsolado, no lo podia creer tenia un futuro perfecto planeado con Liam, se habian casado, ya tenian su hogar y ahora estaban intentando tener hijos y todo eso se habia ido a la basura por culpa de un maldito accidente.
-Debe venir conmigo -dijo una voz suave a su lado. Era una joven enfermera, Rosa Barreto, cuyo rostro reflejaba una pena genuina-. Necesitamos... que realice la identificación.
Abigail se puso de pie y moviéndose como un autómata, siguió a Rosa por un pasillo frío hasta una puerta metálica. El aire dentro de la morgue era gélido. Sobre una camilla yacía una forma cubierta por una sábana blanca.
-¿Está lista, señora? -preguntó Rosa con respeto.
-Nunca se está preparado para este momento -dijo Abigail desviando su mirada de la camilla
-Lo se, pero es necesario, cuando este lista solo digamelo y proceder -dijo la enfermera tratando de darle tiempo a Abigail para prepararse
Abigail, con lágrimas silenciosas, asintió. Rosa retiró la sábana. Allí yacía Liam. Pálido. Sereno. Ausente. Un grito desgarrador, surgido desde lo más profundo de su alma, escapó de sus labios.
-¡No! ¡Liam!
Su cuerpo cedió, y se aferró a Rosa como a un salvavidas. La enfermera la sostuvo con fuerza, permitiendo que el llanto convulsivo de Abigail empapara su uniforme.
-Ya pasó, señora. Ya no siente dolor -murmuró Rosa, acariciando su espalda-. Déjelo salir, yo la sostengo.
Abigail se hundía en el abismo, su vida habia dado un giro de 360 grados, todos sus planes con Liam estaban perdidos, ella queria acercarse a la camilla y abrazarlo, gritarle que volviera con ella, pero la enfermera no se lo permitia por mas que ella forcejeara. Se necesito la ayuda de otra enfermera para poder llevar a Abigail fuera de la morgue. Estando alli fuera en el pasillo se derrumbó por completo cayendo de rodillas al suelo llorando desconsoladamente, mientras las enfermeras trataban de darle consuelo en medio de su dolor.
Continuará...