Eliana levantó la manta térmica y miró fijamente las cicatrices que surcaban sus largas piernas.
Aquel día, cuando la viga se desplomó en el incendio, ella había empujado a Lucien instintivamente a un lado... y desde entonces, su vida estaba ligada a una silla de ruedas.
Nunca lo culpó.
Fue él quien, arrodillado junto a su cama de hospital entre lágrimas, juró que la cuidaría para siempre.
"Lucien, mira cómo resultó tu 'para siempre'". Eliana murmuró para sí misma.
Solo diez años.
Ella había sido testigo con sus propios ojos de cómo su mirada sobre sus piernas cambiaba: de la culpa y la angustia, a la indiferencia adormecida, y finalmente, al puro desprecio.
Sonó la alarma.
Era hora de la asamblea élite de Anonymous.
Eliana se dirigió en su silla hacia la cámara oculta y tomó el asiento central en medio del estruendo atronador de la maquinaria.
Poniéndose la máscara y ajustando el cambiador de voz, Eliana se unió a la reunión y habló lentamente: "Soy Regno, líder de Anonymous. Buenos días, buenas tardes o buenas noches a todos".
Un miembro impaciente habló primero: "Regno, protegías a Lane Enterprises como si fuera tu mayor tesoro. El Demolition Squad lanzó un ataque tras otro y aún así no pudo abrir una brecha, ¿y ahora dices que lo dejarás así? ¿Nos estás tomando el pelo?".
En aquel entonces, el Demolition Squad había aceptado una suma astronómica de un grupo rival y atacó Lane Enterprises durante tres días y tres noches seguidos.
Debería haber sido una batalla unilateral, sin embargo, Eliana arriesgó su vida, resistiendo oleada tras oleada e incluso aprovechando para inutilizar varias de sus máquinas.
Al final, los diez dedos de Eliana habían quedado rígidos, y cada movimiento le provocaba un dolor punzante.
De no ser por el jefe de Anonymous, que intervino en consideración a su talento, sus manos habrían quedado arruinadas.
Ella no era una santa, y mucho menos una tonta.
Cuando amaba, lo daba todo sin reservas; cuando el amor se acababa, se marchaba sin volver la vista atrás.
Pero aquellos que pagaban su amor con traición tendrían que devolverlo todo, y con intereses.
Al pensarlo, Eliana esbozó una ligera sonrisa: "Nunca rompo mis promesas".
"No solo eso, también reto, en mi propio nombre, a cada uno de ustedes a un combate de ataque y defensa. En diez días, lanzaremos un asalto al cortafuegos de Lane Enterprises. El miembro de la alianza que capture sus secretos centrales primero será el ganador".
Antes de que Eliana pudiera terminar, una voz surgió desde el rincón más lejano de la sala: "¿Cuál es la recompensa?".
Eliana casi pensó que había oído mal.
¿El más enigmático y formidable hacker solitario, Rafael, acababa de hablar?
¿De verdad le interesaba algo tan infantil?
Contuvo la emoción de escuchar la voz de su ídolo, solo para sentir un golpe de desánimo.
Atada a una silla de ruedas, realmente no tenía nada digno de ofrecer como premio.
"¿Qué tal un favor incondicional de Regno?".
Ella apretó sus palmas, húmedas de sudor.
Afortunadamente, su nombre aún tenía peso.
Raphael, en un raro gesto de buena voluntad, dijo: "Me parece justo", e incluso soltó un emoticono sonriente en la sala.
Parecía que este hacker legendario no era tan inaccesible como decían los rumores.
Cuando la reunión terminó, Eliana estaba a punto de suspirar aliviada cuando notó más de una decena de llamadas perdidas parpadeando en su teléfono.
Devolvió la llamada, y una voz juvenil, ahogada en llanto, se escuchó: "¿Es la señorita Walker? Su hermano y el señor Lane están peleando. ¡Por favor, venga a calmarlos!".