Capítulo 3 La oportunidad

"¿Estás bromeando? ¿Cómo es que no reaccionas a eso?" dijo Wilbur, observando a Elías, quien parecía completamente indiferente.

Después de todo, Asclepio era el único médico con una verdadera posibilidad de curar las piernas de Elías.

La verdad era que Elías solo parecía tranquilo por fuera. Por dentro, estaba lejos de estar calmado. Bajo la superficie, sus pensamientos se agitaban.

Wilbur se encogió de hombros. "Eres un aburrido total." No se molestó en alargarlo más. "Esta es la historia: Asclepio finalmente ha reaparecido. El detalle es que va a elegir a un paciente al azar con un caso complicado del hipódromo más grande de Oticester. Solo una persona recibirá tratamiento. Imagina cuánta gente desesperada va a presentarse. Las probabilidades de que te elijan son mínimas, en el mejor de los casos..."

Wilbur lanzó una mirada de reojo a Elías y soltó un largo suspiro.

Con posibilidades tan bajas, era difícil mantenerse optimista; sin duda, malas noticias.

"Mejor tener una posibilidad mínima que ninguna," respondió Elías, con voz fría y pareja.

Wilbur asintió, tratando de sonar animado. "Tienes razón. Solo tendremos que esperar lo mejor cuando llegue el día. Tal vez tengas suerte." Comenzó a empujar la silla de ruedas por el pasillo. "Vaya descaro, ponerse el nombre de Asclepio..."

Una expresión distante se posó en el rostro de Elías. "¿Crees que se ha ganado ese título?"

"Si alguien lo ha hecho, es él. Las habilidades de ese hombre son legendarias, especialmente con los casos difíciles." La voz de Wilbur se llenó de energía, sus ojos brillando con admiración. "Lo digo en serio, está en una liga propia."

Una ligera arruga apareció entre las cejas de Elías, casi imperceptible, mientras el rostro decidido y helado de Emilia cruzaba por su mente. Todo lo demás que decía Wilbur se desvaneció en el fondo.

...

Mientras tanto, en una suite privada del hospital, Rodger estaba junto a la cama de Violeta, la preocupación nublando su expresión al observar su rostro pálido.

De repente, Sebastián irrumpió por la puerta, con la frustración marcada en su cara. "¡Rodger! ¡Emilia se ha pasado esta vez! ¿Dónde está? ¿No ha empezado ya a causar problemas?"

Rodger le lanzó una mirada afilada, silenciándolo al instante. "Basta, Sebastián."

Sebastián retrocedió, pero no pudo evitar murmurar: "Ella es la razón por la que Violeta está así, ¿y todavía la defiendes?"

"No la estoy defendiendo. Solo quiero que te calles para que Violeta pueda descansar." La paciencia de Rodger se agotaba, las venas palpitando en sus sienes.

Sebastián lo comprendió y su tono se suavizó. "Oh, perdón, Rodger. Me equivoqué."

En ese momento, las pestañas de Violeta temblaron y sus ojos se abrieron lentamente.

Lo primero que hizo fue aferrarse al brazo de Rodger, con pánico en la voz. "Rodger, ¿dónde está Emilia? Me resbalé y terminé en la piscina, y ella no tuvo nada que ver..."

Bajando la mirada, Violeta se mordió el labio, mostrando una imagen de inocencia y dolor.

La frustración de Sebastián explotó. "¡Violeta! ¡La vi empujarte! Casi mueres por su culpa. ¿Por qué sigues excusando a Emilia?"

Las palabras se le atoraron en la garganta; Violeta parecía querer defender a Emilia, pero solo se mordió el labio y fingió una fragilidad desgarradora.

La expresión de Rodger se suavizó. La atrajo hacia sí, envolviéndola en un abrazo reconfortante. "Mientras yo esté aquí, nada malo te va a pasar. Encontraré al médico milagroso y te curaré. Lo prometo."

Una sonrisa temblorosa y llena de lágrimas apareció en los labios de Violeta. "Siempre has sido tan bueno conmigo, Rodger. Nunca quise dejarte, solo que..." Su voz se quebró, como si la emoción la abrumara, los recuerdos casi demasiado dolorosos de soportar.

En aquel entonces, Rodger podría haber quedado como un vegetal para toda la vida, así que ella lo había abandonado y se había ido al extranjero.

Su tiempo fuera comenzó despreocupado, pero hace un año su vida dio un giro total. Una enfermedad rara la atormentaba, dejándola en agonía cada vez que se manifestaba.

Médico tras médico fracasó, hasta que escuchó rumores de que Asclepio era el único que podía ayudarla.

Con la esperanza de una cura, Violeta regresó a casa; los últimos rumores sobre el médico milagroso lo situaban en esta ciudad.

En el camino, decidió que también podía recuperar al ahora recuperado Rodger y usarlo para encontrar a Asclepio.

"No tienes que explicarlo. Nunca te guardé rencor por eso." Rodger le secó las lágrimas.

De repente, su teléfono vibró. Irritado, Rodger contestó, pero mientras escuchaba, su frustración desapareció, reemplazada por un estallido de esperanza.

Sebastián se inclinó, ansioso. "¿Qué pasa, Rodger? ¿Ocurrió algo?"

Sonriendo, Rodger tomó la mano de Violeta. "¡Asclepio reaparece! Violeta, por fin tenemos una verdadera oportunidad. No dejaré que sigas sufriendo. Haré lo que sea necesario para salvarte. "