Capítulo 5 Desafío

Rodger agarró a Emilia por la muñeca con tanta fuerza que la lastimó. "¡Suéltame!", espetó ella, frustrada.

Él soltó una risa burlona mientras la miraba desde arriba. "¿Sigues fingiendo, eh? No puedes alejarte de mí, ¿verdad?", la provocó.

Ella puso los ojos en blanco. No podía creer lo engreído que era ese hombre.

"¿De verdad crees que vine a buscarte? No te creas tan importante", replicó.

"¿Y qué otra cosa quieres que crea? Tus trucos baratos son demasiado obvios", reviró él. Rodger entrecerró los ojos.

Emilia espetó: "¡Deberías ir al médico a que te traten ese narcisismo, imbécil!".

El insulto lo hirió y el rostro de Rodger se enrojeció un poco. "¡¿Qué acabas de decir?!", exclamó.

"No me hagas repetirlo, maldito narcisista", replicó Emilia, sus palabras como un latigazo.

Rodger le apretó la muñeca con más fuerza. "¡Emilia Harris!", vociferó, cada palabra tensa por la advertencia.

"Más te vale que me sueltes si no quieres que te deje en ridículo delante de todos", advirtió ella. Por un instante, la voz de Emilia vaciló mientras el dolor le atravesaba el brazo.

"Hazlo. Muéstrame cómo piensas humillarme", dijo Rodger, mirándola con desprecio.

"¡Tú te lo buscaste!", exclamó ella, alzando la mano libre para abofetearlo.

Pero, habiendo aprendido la lección, Rodger ya estaba preparado para tal movimiento. Su mano salió disparada, atrapando su otra muñeca con un agarre implacable. Ahora tenía ambos brazos bien sujetos.

"¿Eso es todo lo que tienes?", se burló él.

Una sonrisa casi imperceptible apareció en los labios de Emilia y su mirada se volvió fría.

Por supuesto, ese pequeño arrebato era solo una finta.

Aprovechando su descuido, ella se deslizó ágilmente por debajo de sus brazos. Antes de que Rodger pudiera reaccionar, le clavó el tacón en la parte posterior de la rodilla.

El dolor repentino hizo que aflojara el agarre, y Emilia no perdió tiempo. Se liberó de las manos y lanzó otra patada rápida, aprovechando su ventaja sin dudarlo.

Un golpe seco resonó en la pista de carreras. Él cayó de rodillas. La multitud enmudeció al instante.

Ver al poderoso CEO del Grupo Mitchell puesto de rodillas por una sola mujer provocó risas entre la multitud.

"¡Miren eso! ¡Un pez gordo como él, humillado por una mujer!".

Sebastián miró con furia a la multitud que se burlaba y gritó: "¿Les parece gracioso? ¡Inténtenlo de nuevo y me aseguraré de que se arrepientan!".

Corrió a ayudar a Rodger a levantarse y le preguntó con preocupación: "¿Estás bien?".

El otro frunció el ceño, con la mandíbula apretada. "Estoy bien", masculló.

Al verlo luchar para ponerse de pie, Emilia arqueó una ceja y sonrió. "¿Aprendiste la lección?", preguntó.

"¡Tú...!", balbuceó él, demasiado furioso para articular palabra.

Al cruzar la mirada con Emilia, sintió algo nuevo en ella. La forma en que se mantenía ahora irradiaba la presencia de una reina en su dominio.

Una extraña tensión llenaba el aire, como si su confianza lo aplastara.

La imagen que alguna vez tuvo de ella, una mujer tímida, sin encanto ni fuego, se desvaneció frente a su espíritu audaz y libre.

Los murmullos se extendieron entre la multitud, que especulaba sobre su verdadera identidad.

Como nadie había oído hablar de su matrimonio con Rodger, la verdad sobre su pasado permanecía como un misterio para todos.

"¡Emilia! ¡Cómo te atreves a humillar a Rodger!", gritó Sebastián, con la voz temblorosa por la furia.

"¿Por qué no me atrevería? De hecho, hay muchas cosas que me atrevo a hacer.". Emilia se encogió de hombros con indiferencia, como si nada de eso le importara.

La facilidad en su tono y su calma burlona quemaron a Sebastián de vergüenza.

"¿Así que crees que nada te afecta? ¡Bien, entonces! ¡Veamos si puedes competir contra Rodger!", gritó Sebastián, su ira desbordándose.

"Desafío aceptado", respondió Emilia con fría rebeldía. "Pero, ¿una simple carrera? Eso es bastante aburrido. He superado ese juego. Si vamos a competir, lo haremos de una manera emocionante. ".