Punto de vista de Sofía "Cicatriz" Velasco:
El recuerdo de lo que pasó después del divorcio está grabado en mi alma, es el combustible que quemó a la niña asustada que solía ser.
Primero, despidieron a mi madre. La razón oficial fue "recorte de personal", pero ambas sabíamos la verdad. La influencia de mi padre proyectaba una larga sombra, y ella ya no estaba bajo su protección.
Luego vino el aviso de desalojo, un papel blanco y crudo pegado a nuestra puerta que se sintió como nada menos que una sentencia de muerte.
Vivimos en nuestro Tsuru durante una semana antes de que encontrara ese departamento carcomido por el moho. Nunca olvidaré la vergüenza en sus ojos mientras entregaba nuestros últimos pesos por la llave.
Algunos días, no había comida. Faltaba a la escuela, el hambre punzante me dejaba demasiado mareada para estar de pie.
Lo llamó una vez más, su voz hueca y derrotada, rogando por lo suficiente para comprar algo de despensa.
Su rechazo fue cortante. Karla se "sentía mal", había dicho, y no podía ser molestado.
Después de eso, mi madre nunca volvió a pronunciar su nombre. Simplemente se sentaba en la oscuridad, una estatua tallada en silenciosa desesperación.
Pero nunca se rindió conmigo.
Comenzó a ser voluntaria en un asilo de ancianos, un lugar lleno del olor a cloro y una tristeza silenciosa. No por un sueldo, sino porque la madre del director de la Prepa 9 era residente allí.
Pasaba horas leyéndole a la anciana, cambiándole las sábanas, sosteniendo su mano, todo por la oportunidad, la más mínima esperanza, de meterme en una buena escuela.
Y funcionó.
Consiguió la carta de recomendación.
Yo conseguí la aceptación.
Recuerdo el día que llegó la carta. Mi madre la sostuvo en sus manos temblorosas, y por primera vez en años, vi un momento brillante y fugaz de pura alegría en sus ojos.
Su sacrificio había significado algo. Su sufrimiento había comprado mi futuro.
Luché por aprender, por tener éxito, poniendo todo lo que tenía en mis estudios para que todo valiera la pena.
Y luego llegó la enfermedad, una guerra que no podía ganar, y todo se convirtió en cenizas.
Esta vez, su sacrificio no sería en vano.
Esta vez, le construiría un imperio sobre las ruinas del suyo.
Esta vez, yo ganaría.