Secretaria de Dia, Sumisa de noche
img img Secretaria de Dia, Sumisa de noche img Capítulo 3 LA NUEVA DIRECTORA Parte 2
3
Capítulo 6 PLANES PLACENTEROS img
Capítulo 7 LA DUDA img
Capítulo 8 ESPERANDO UN SUEÑO img
Capítulo 9 VENGANZA img
Capítulo 10 VENGANZA Parte 2 img
Capítulo 11 VENGANZA Parte 3 img
Capítulo 12 VENGANZA Parte 4 img
Capítulo 13 UN BUEN EQUIPO img
Capítulo 14 LA MAÑANA SIGUIENTE EN SU DESPACHO img
Capítulo 15 LA MAÑANA SIGUIENTE EN SU DESPACHO Parte 2 img
Capítulo 16 EL PRIMER ANILLO DEL INFIERNO img
Capítulo 17 LA SOGA img
Capítulo 18 LA SOGA Parte 2 img
Capítulo 19 LA SOGA Parte 3 img
Capítulo 20 LA SOGA Parte 4 img
Capítulo 21 LUCHANDO POR LA LIBERTAD img
Capítulo 22 LUCHANDO POR LA LIBERTAD Parte 2 img
Capítulo 23 LUCHANDO POR LA LIBERTAD Parte 3 img
Capítulo 24 LUCHANDO POR LA LIBERTAD Parte 4 img
Capítulo 25 ACUMULACIÓN DE ESLABONES img
Capítulo 26 ACUMULACIÓN DE ESLABONES Parte 2 img
Capítulo 27 ACUMULACIÓN DE ESLABONES Parte 3 img
Capítulo 28 ACUMULACIÓN DE ESLABONES Parte 4 img
Capítulo 29 ACUMULACIÓN DE ESLABONES Parte 5 img
Capítulo 30 ACUMULACIÓN DE ESLABONES Parte 6 img
Capítulo 31 La vida había acabado para ella img
Capítulo 32 Buscando ese permiso img
Capítulo 33 Pues quítate el guardaloquesea img
Capítulo 34 La Cadena img
Capítulo 35 Cualquier compañía era preferible a la soledad img
Capítulo 36 ¿Alguna broma de despedida img
Capítulo 37 No la clase de beneficios a la que estaban acostumbrados img
Capítulo 38 Esa es una parte de tu formación que has descuidado img
Capítulo 39 Los castigos corporales son de uso común en esta escuela img
Capítulo 40 ¿Y a cambio qué hemos de hacer img
Capítulo 41 La única prueba que tenía img
Capítulo 42 REFLEXIONES img
Capítulo 43 EL NÚMERO DIEZ img
Capítulo 44 Silvia no era ninguna tonta img
Capítulo 45 ¡Si pudiera llamarlo! img
Capítulo 46 No le quedaba nada que intentar img
Capítulo 47 ¿Por qué llevas cascabeles img
Capítulo 48 ¿Adónde pretendía llevarte ahora img
Capítulo 49 ¿Me he expresado con claridad img
Capítulo 50 No me digas que te obligaron a volverte img
Capítulo 51 ¿Desde cuando las criadas se sientan a la mesa img
Capítulo 52 ¿Qué te hizo más daño img
Capítulo 53 ¿Por qué los habéis dejado ir tan lejos, que se ensañen conmigo img
Capítulo 54 Venga, niña, tranquilízate img
Capítulo 55 Ya no le quedaba nada que contar img
Capítulo 56 Me parece poco menos que imposible img
Capítulo 57 ¿Cómo podré pagarte esto, Pedro img
Capítulo 58 Un trozo de vida que le faltaría luego img
Capítulo 59 ¿De qué me sirve tener poder sobre ella si no puedo usarlo img
img
  /  1
img

Capítulo 3 LA NUEVA DIRECTORA Parte 2

- ¿Y en cuanto a mí? ¿Qué hay de mí? - preguntó, sin poder evitar cierta ironía- ¿En qué lugar encajo yo en el nuevo organigrama?

Ella pareció titubear, por no esperar una pregunta tan directa. En un momento se rehizo.

- Usted... Usted representa lo mejor de lo antiguo, usted es un excelente productor y dará a la plantilla sensación de continuidad. No obstante, temo que habremos de liberarle de algunas de las responsabilidades que ha venido teniendo: nombraremos a un codirector comercial, para que pueda dedicarse de lleno a sus otras ocupaciones. Espero que no se sienta menospreciado.

- Como desee, nadie protestó jamás por trabajar menos - respondió con fingida indiferencia.

Un silencio tenso cayó entre ellos. A Silvia le hubiera gustado poder tratar mejor al hombre de confianza de su padre, pero quería sacar la empresa a flote, y ello era imposible si no rompía con las antiguas maneras de hacer las cosas. Era consciente de que estaba librando una batalla decisiva, Jorge era un valiosísimo director de proyectos, si lograba ilusionarlo con su reforma la habría encaminado hacia el éxito; no obstante, se daba cuenta de que era difícil que le ilusionara verse relegado a un plano secundario, a la vez que separarse unos cuantos amigos. Quizás si consiguiera implicarlo en algo importante...

- Cambiando de tema, he estado hablando con el representante de Ron Maracagua y no están contentos con nuestra propuesta de campaña. ¿Estamos haciendo algo a ese respecto?

A Jorge le costó poco esfuerzo centrarse en la pregunta, hablar de despidos se le había hecho desagradable.

- Estamos explorando una nueva línea, con nuevos slogans, y distintos diseños y fotografías, pero no creo que hayamos concluido antes de un mes. Probablemente, nos interesaría mucho tener un reportaje del que he oído hablar, hecho en las playas de Cuba. El autor es un conocido mío, Alberto Sagasta, un fotógrafo genial que trabaja para una agencia de noticias.

- Deme su teléfono - dijo Silvia con aspecto ilusionado- . Intentaré comprar las fotos y hasta al autor si no se vende muy caro. Necesitamos un fotógrafo de confianza que ayude a cubrir el hueco de mi padre.

A partir de ahí la conversación desembocó en un largo monólogo de Silvia que Jorge se tomó como una mera declaración de intenciones, y sólo escuchó en momentos sueltos. Daba igual lo que dijera; aquella chica, acostumbrada a triunfar con facilidad en todo, iba a destruir el trabajo de su vida. Él había contribuido a crear todo aquello. Junto al viejo había sacado de la nada a "Publicidad Setién", había reunido a ese equipo que ahora ella iba a desmembrar de un plumazo. La muy imbécil no sabía lo difícil que es conjuntar a diseñadores, cámaras, guionistas, en una tarea común; cuando la gente colabora y ese equilibrio se logra es un delito perderlo, echarlo a rodar por unas pocas monedas.

Jorge esperó pacientemente a que acabara el discurso y volvió a su mesa de trabajo, al consabido y minúsculo cuartucho al que pomposamente llamaba "oficina". Estaba indignado, triste, y casi se arrepentía de haberse dedicado con tanto ahínco a levantar aquello. Por primera vez en su vida deseó destruirlo todo él mismo, quizás no únicamente por venganza, más bien por darle a muchos sueños una muerte digna. Dejó transcurrir unos minutos hasta que vio a Carmen, la maquilladora, entrar en el despacho. Primera cabeza para Madam Guillotina, pensó, primera víctima de la flamante directora. Entonces, miró a su alrededor para asegurarse de que estaba solo, y marcó un número de teléfono.

- ¿Alberto?

- Sí, soy yo - sonó el auricular.

- Mira, soy Jorge. Te llamo porque le he contado a Silvia, la hija de Don Enrique, el magnífico reportaje que hiciste en Cuba. Quiere comprártelo y de paso intentará ficharte, te lo aviso para que estés prevenido y saques lo más que puedas.

La línea permaneció un momento en silencio y al final se dejó oír la voz de Alberto.

- ¿Tú vendiendo a Publicidad Setién? No puedo creerlo. ¿Tan mal te cae la niña?

- Como un tiro en las tripas. Va a despedir hasta a la limpiadora.

- ¿Y es guapa Doña Silvia?

- Una preciosidad cargada de mala leche. Morenaza, ojos negros, veintidós años, tetas grandes y un cuerpo de película. Mejor no sigo, no sea que me oiga.

Alberto volvió a callarse, como si reflexionara, y sólo unos momentos después el auricular volvió a llenarse con el sonido de su voz.

- Bien, veré qué puedo hacer. Si nos quiere al reportaje y a mí, seguramente nos tendrá; la gente así lo consigue todo siempre.

- Desde luego que no hay quien te entienda - dijo Jorge, enfadado.

- No te preocupes - respondió Alberto con jovialidad- , ya entenderás. Veré el modo de que saquemos tajada. Recuérdame que te debo una.

Jorge colgó el teléfono bruscamente. Aún conservaba fresca en la memoria la época en que Alberto y él andaban metidos en todos los fregados; India, Afganisthan, Bangladesh, eran sólo una parte de su sombrío recorrido como reporteros de guerra. Mientras él se la jugaba, su amigo siempre había sido un francotirador, y había tenido la virtud de exasperarlo. Por suerte, y a pesar de su cinismo, era de la clase de gente en que se podía confiar, acostumbraba a dar lo mejor en los peores momentos. ¿Seguiría conservando ese fondo de lealtad después de los diez años que llevaba casi sin verlo? Nada más el teléfono y alguna ocasional reunión de trabajo los habían mantenido en contacto.

La cara llorosa de Carmen, recién salida del despacho de la bruja, lo sacó de su ensimismamiento. Entró a través de la puerta abierta y se acercó a él para murmurarle:

- ¿Sabes lo que te digo? Por mucho que te gusten sus tetas la niña esa es una hija de puta.

No le respondió. Carmen era muy amiga suya pero no estaba en ese momento para escuchar nada, ni siquiera que estaba absolutamente de acuerdo con ella. Se alejó enseguida. No debía gustarle que la viera nadie en ese estado. ¿Qué importaba? Nada podía hacer. Ningún despido había lamentado tanto como el suyo, entre otras cosas porque le infundía ánimos a todo el equipo, y porque ella había sido la única, ¡la única! que se había dado cuenta de su pequeño secreto. Se había dado cuenta y lo había conservado con tanta discreción y cariño que no se había sentido molesto. Carmen poseía un grado de conocimiento humano, de comprensión que él apreciaba enormemente.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022