Capítulo 5 Divorcio envuelto en seda y veneno

Randall, el padre de Celeste, se encontraba en la sala de estar con el testamento en las manos, tomo el cerillo y le prendió fuego a la hoja de papel, poco a poco se consumió y solo quedo cenizas.

Greta solo observaba. Era mejor desaparecer toda la evidencia, asegurar la herencia de Nicole.

El sicario que contrato, había fallado. La suerte no estaba de su lado.

-Pensé que dijiste que te desharías de ella.

Hablo el hombre como si se tratara de una desconocida y no de su propia sangre.

Era de ese tipo de padres que ambicionan dinero, no les importa nada más. Serían capaces de cualquier cosa con tal de conservarlo.

-Tenía que parecer un accidente, debería de estar muerta, pero para nuestra suerte no es así.

El hombre sentía odio por su hija, era consciente que su exesposa lo había ayudado a construir la empresa, incluso coloco el dinero para la inversión, pero él debía de ser el dueño de todo.

La muy estúpida había actuado a sus espaldas, al dejar a Celeste como su heredera. Eso no era justo, él había trabajado hasta el cansancio para que luego lo hicieran a un lado.

-No te preocupes me hare cargo de la estúpida de tu hija, para asesinar a tu esposa anterior tuviste valor, pero cuando se trata de esa mocosa, te vuelves un cobarde -replico la mujer.

El hombre no respondió, no podía hacerlo el mismo, su hija era tan idéntica a su difunta esposa, que, de solo verla, mirada desafiante y ese carácter, recordaba lo que había hecho.

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Celeste había pasado un mes en el hospital, esa mañana le habían dado de alta, se miró al espejo.

Nunca más iba a permitir que la humillaran. Se lo juro a sí misma.

Lanzo su celular a la basura y compro uno nuevo, no quería saber nada más de la persona que más daño le había hecho.

Subió a un taxi y se dirigió a la oficina de su esposo, era momento de ponerle fin a cinco años de matrimonio.

Mientras tanto en la sala de juntas, los abogados revisaban cada detalle, Nicole se mantenía al lado de su amado, quería que echaran a su hermana de la mansión, así no tendría a donde ir y dormiría en la calle como lo que era. Nadie.

Las puertas se abrieron, Celeste ingreso al lugar, Antonio la miro con absoluta curiosidad, se veía realmente diferente.

En su mirada no había nada, solo odio.

-¿Dónde está tu abogado hermanita? -se burló Nicole.

-No lo necesito -respondió Celeste, devolviéndole una mirada helada, Nicole dio un paso atrás, asustada.

-La mansión y los coches son tuyos, te daré lo suficiente para que vivas un par de años, ahora firma el divorcio, no soy tan cruel como todos creen.

Celeste soltó una carcajada, ahora se preocupaba de no ser tan cruel, que ilógico.

De seguro la hacía para limpiar su maldita conciencia. Había perdido a su bebé por culpa de ellos dos.

-No quiero tus miserias, Antonio -respondió con tranquilidad -no lo necesito, no quiero nada que venga de ti.

Antonio se sorprendió, sabía que su esposa no tenía nada cuando se casaron, porque era tan arrogante y decidía rechazar su ayuda, acaso no era generoso.

-Como puedes decir eso, Antonio trata de ser generoso, no seas tan grosera - se burló su hermana -todos sabemos que solo eres una muerta de hambre, Celeste, no tienes nada.

Celeste no se molestó, simplemente sonrió con dulzura.

-No lo necesito, firmare en este momento.

Los abogados se miraron entre ellos, después de lo ocurrido, pensaron que la esposa querría una suma exorbitante de dinero, pero no era así. Solo quería el divorcio, como si deshacerse de su esposo era lo único que le importaba en ese momento.

Antonio se sintió realmente confundido, Celeste se había vuelto loca por rechazar lo que ofrecía. Por algún motivo no podía apartar los ojos de la mujer, se veía diferente, tan hermosa.

-No quieres la mansión, está bien, pero llévate todas tus cosas, no quiero nada tuyo allí -respondió molesto.

Celeste miro la hora en su celular con impaciencia, realmente su pecho dolía, mantener esa fachada de fortaleza no era tan sencillo.

-Tengo prisa en este momento. Firmare los documentos, no tengo nada más que hacer aquí.

Nicole por dentro estaba feliz, al fin su amado, seria libre. Su hermana era demasiado orgullosa para aceptar los regalos de Antonio, pobrecilla, viviría en la calle.

El abogado le extendió los documentos a la mujer quien firmo sin dudar.

Se levanto del asiento con calma y se quitó el anillo, y se lo lanzo a su exmarido al rostro.

-Espero que seas muy feliz exesposo, no te preocupes por mis cosas, pedí que las quemaran. Nada de lo que está allí me importa.

El hombre se sorprendió, su armario valía millones de dólares, definitivamente se había vuelto loca.

Celeste era consciente de que esa ropa y las pertenencias que estaban en la mansión solo le traerían malos recuerdos, de lo doloroso que era amar y lo tonta que había sido durante esos cinco años.

Abandono el edificio y subió a un costoso auto que la esperaba a la salida, al cerrar la puerta sus ojos se llenaron de lágrimas, el conductor no dijo nada, simplemente empezó a conducir lentamente.

-¿Ya sabes que harás?

La mujer se limpió las lágrimas.

-¿Compraste el departamento?

El joven asintió con la cabeza, Celeste tenía un talento innato para el canto, había deleitado a muchos con su voz. Grababa discos a puertas cerradas, más nunca había revelado su rostro al público, sus cinco canciones habían sido éxitos rotundos en el pasado.

Abandono sus sueños por creer en el amor, por pensar que Antonio merecía ese sacrificio, que formaría una familia y seria feliz, tan feliz que todo habría valido la pena, pero en ese momento se daba cuente de lo estúpida que era por pensar de esa manera.

-Sí, todo está listo.

El hombre le extendió una tarjeta bancaria, había ahorrado lo que había obtenido, esa era su salvación en ese momento.

-¿Volverás a cantar?

Celeste sonrió con amargura y le mostro la hoja de papel en sus manos, su nuevo sencillo, sacaría el dolor de la única manera que sabia, cantando.

-Es lo que amo hacer, dejare de hacerlo hasta que no tenga fuerzas.

-Lamento lo que sucedió, mi señora.

Celeste bajo la mirada, de seguro se veía patética en ese momento.

-No lo lamentes. Dicen que lo único que no tiene remedio es la muerte, esto solo es un mal momento, pasará -murmuro más para sí misma que para su acompañante.

La tristeza y el dolor no se borrarían de la noche a la mañana, pero podía superarlo.

            
            

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