DEUDA DE SANGRE: UNA PASIÓN CON EL MAFIOSO
img img DEUDA DE SANGRE: UNA PASIÓN CON EL MAFIOSO img Capítulo 5 🔗CADENAS DE ORGULLO🔗
5
Capítulo 10 🍷VINO Y DESAFÍO🍷 img
Capítulo 11 👁️VIGILANCIA SILENCIOSA👁️ img
Capítulo 12 ✦ LA CONFESIÓN EN LA JAULA DORADA ✦ img
Capítulo 13 ⚔️SEDUCCIÓN Y TRAMPAS⚔️ img
Capítulo 14 🍯LA MIEL DE LA MENTIRA🍯 img
Capítulo 15 🍷RESTAURANTE LE SERPENTI - BAJO RESERVA DE LOS MARCHETTI🍷 img
img
  /  1
img

Capítulo 5 🔗CADENAS DE ORGULLO🔗

La tarde había caído sobre Long Island con un aire pesado, casi tormentoso. La mansión Marchetti permanecía en un silencio que no era paz, sino una pausa entre dos explosiones. El eco de los pasos en los pasillos se mezclaba con el leve zumbido del viento que rozaba los ventanales.

Aria seguía encerrada. Las horas después de su captura se habían vuelto eternas. El reloj de la habitación marcaba un tiempo que no parecía avanzar; los segundos se arrastraban como si quisieran torturarla. El rostro aún le ardía por las bofetadas y la piel le dolía donde la cuerda había presionado sus muñecas. Pero lo que más la consumía era la impotencia.

Había tenido la libertad entre sus manos. La había olido, sentido, saboreado por un instante, y luego la perdió en un segundo. Esa sensación era peor que cualquier castigo físico.

Estaba sentada en la cama, las manos atadas aún, la mirada fija en la ventana donde la noche empezaba a caer. El jardín, que antes parecía un paraíso, ahora era un recuerdo cruel.

Pensaba en sus padres, en su madre llorando, en su padre intentando demostrar su inocencia ante un hombre que no escuchaba razones. Marchhetti los odiaba, y ella era el rostro de ese odio.

"¿Por qué no me dejó morir?", se preguntó, sintiendo un nudo en el pecho. "¿Por qué me mantiene aquí, como si yo fuera su trofeo o su castigo?".

En el pasillo, se oían pasos firmes. Luca, el hombre de confianza de Vittorio, se acercaba con su andar de soldado. Afuera de la habitación, dos guardias montaban vigilancia. Todo estaba reforzado, cada ventana, cada puerta. El escape de esa mañana había dejado huellas que Vittorio no estaba dispuesto a repetir.

***

A metros de allí, en el despacho principal, el aire estaba cargado de tensión.

Vittorio Marchetti permanecía de pie frente al ventanal, con las manos en los bolsillos, observando el jardín que ahora estaba sumido en sombras. La conversación con Anderson Carter no había terminado bien. Cada palabra seguía ardiendo en su cabeza como una herida abierta.

El nombre de Isabella.

Solo oírlo había hecho que el fuego del rencor se mezclara con algo más oscuro, más personal.

Carter, sentado frente al escritorio, lo observaba con una mezcla de fastidio y preocupación.

-Vamos, Vittorio -dijo con una sonrisa cansada-. No me digas que todavía vas a dejar que el fantasma de Isabella te arrastre al infierno.

Marchetti giró lentamente, clavando la mirada en su amigo. Esa mirada era suficiente para hacer temblar a cualquier hombre, pero Anderson Carter no era cualquiera. Había visto morir a demasiados como para retroceder ante un gesto.

-No hables de ella -gruñó Vittorio.

Carter suspiró, levantándose del asiento con elegancia. Su traje negro se ajustaba perfectamente, el reflejo de un hombre que jugaba en ambos mundos: el lujo y la muerte.

-Tarde o temprano tendrás que hacerlo -replicó-. No puedes seguir usando el nombre Valverde como excusa para destruirte. Te lo dije, Vittorio. La venganza no te va a devolver a Isabella.

El rostro del mafioso se endureció.

-¡Basta! -rugió, golpeando el escritorio con el puño-. No hables de lo que no entiendes.

Carter arqueó una ceja, imperturbable.

-Entiendo más de lo que crees. Entiendo que llevas meses persiguiendo sombras, y ahora tienes a una niña encerrada aquí solo porque comparte un apellido.

La respiración de Vittorio se volvió densa, pesada. Caminó alrededor del escritorio, acercándose con pasos medidos.

-No la tengo "encerrada" -replicó entre dientes-. La tengo controlada.

-¿Y te sientes mejor por eso? -preguntó Carter, cruzándose de brazos-. ¿Por tener el control de una chica que ni siquiera sabe por qué la odias?

Vittorio se acercó tanto que los dos hombres quedaron frente a frente. El ambiente se volvió eléctrico.

-No necesito tus sermones -murmuró Marchetti-. Y si te queda un poco de lealtad, te enfocarás en lo que importa: encontrar al maldito que filtró la ubicación de mis barcos.

Carter lo miró un momento, evaluando el tono, la tensión, el fuego que ardía detrás de esas palabras. Luego, una sonrisa divertida apareció en su rostro.

-Claro, jefecito -respondió en tono burlón-. Solo trata de que la muñequita Valverde no vuelva a darte en las bolas, ¿eh? -Y soltó una carcajada breve antes de girarse hacia la puerta.

Vittorio no dijo nada. Solo lo observó salir, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Cuando la puerta se cerró, la calma aparente se rompió como cristal.

El silencio lo devoró todo.

De pronto, con un movimiento furioso, Vittorio barrió el escritorio con el brazo, lanzando al suelo los papeles, los vasos y una lámpara. El estruendo resonó por la habitación.

Su respiración era irregular, el cuerpo aún adolorido. Llevó una mano a la entrepierna con un gesto instintivo, apretando los dientes. El dolor persistía, punzante, recordándole la humillación que le había causado Aria.

-Maldita sea... -murmuró entre dientes, inclinándose un poco-. Ni siquiera un enemigo me había hecho esto.

La ira mezclada con el orgullo herido lo consumía. Se dejó caer en el sillón, con la cabeza echada hacia atrás, cerrando los ojos por un instante.

En su mente, la imagen de Aria se superponía con la de Isabella: los ojos desafiantes, la voz temblorosa, la rabia contenida. Era una semejanza cruel, insoportable.

"¿Por qué me miró así?", pensó. "Como si fuera yo el monstruo y no ellos."

El sonido de la puerta al abrirse interrumpió sus pensamientos. Era Luca, serio como siempre.

-¿Jefe? -preguntó desde el umbral.

Vittorio no levantó la vista, solo habló con voz seca.

-Desátala.

Luca frunció el ceño, sorprendido.

-¿Está seguro?

-Sí. -Vittorio apretó los dientes, controlando la molestia física que todavía lo atormentaba-. Quiero que le den de comer, pero nadie le hable. Refuercen cada salida, cada ventana. Quiero saber si respira, si se mueve, si piensa escapar.

-Entendido.

-Y, Luca... -añadió, cuando el hombre estaba por salir-. Déjame solo.

Luca asintió con respeto y se retiró sin hacer ruido.

El silencio volvió a dominar el despacho. Vittorio se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas. Pasó una mano por su rostro, exhalando pesadamente.

El cansancio era más mental que físico. Las cosas se estaban saliendo de control. El muelle, los barcos, la fuga de información... y ahora esa mujer.

Esa mujer.

Aria Valverde.

Ella lo estaba descolocando. Había desafiado su autoridad, lo había hecho quedar como un idiota frente a sus hombres, y sin embargo... había algo en ella que lo perturbaba más que su rebeldía.

"Isabella jamás me habría hecho eso", pensó con amargura. "Ella era elegancia, calma, obediencia... Aria, en cambio, es fuego, orgullo, rabia."

Y el fuego atrae, aunque queme.

Se levantó despacio, caminó hasta el ventanal y miró hacia el jardín. Las luces se habían encendido entre los rosales. Desde allí podía ver la ventana del cuarto donde estaba Aria. Una sombra se movía tras las cortinas.

Por un instante, sus ojos se suavizaron, casi sin quererlo.

"Deberías temerme", pensó, con una mezcla de frustración y deseo reprimido. "Y aun así, no lo haces."

El dolor volvió a punzarle en el bajo vientre, recordándole la escena anterior. Soltó una risa seca, irónica.

-Bonita, pero peligrosa -murmuró para sí-. Te voy a enseñar a no jugar con fuego.

Caminó hacia la barra de licor y se sirvió un trago de whisky. El líquido ámbar le quemó la garganta, pero le despejó la mente.

Tenía que concentrarse.

No podía permitirse más distracciones.

El muelle, los contenedores intervenidos, la policía husmeando demasiado cerca... Todo apuntaba a una traición interna.

Mientras observaba el hielo derretirse lentamente en el vaso, pensó en los nombres posibles, en las filtraciones, en los movimientos que solo unos pocos conocían.

-Alguien habló -susurró-. Y lo pagaré con sangre.

El rostro de Carter cruzó fugazmente su mente. Era su amigo, sí, pero también un hombre con sus propios intereses. Aunque lo negaba, Vittorio sabía que incluso los más cercanos podían venderlo si el precio era correcto.

Su mirada volvió a la ventana, a la sombra que aún se movía. No sabía si era rabia, curiosidad o un sentimiento más oscuro lo que lo mantenía atado a esa mujer, pero algo dentro de él se encendía cada vez que pensaba en ella.

No podía soltarla. No todavía.

Bebió otro sorbo de whisky y dejó el vaso sobre el escritorio, entre los restos de lo que había arrojado. Luego se recostó en el sillón, dejando que la noche lo envolviera.

En el silencio, su mente oscilaba entre dos mundos: el del hombre que había perdido a Isabella y el del mafioso que había capturado a Aria. Entre ambos, solo quedaba un vacío que dolía más que cualquier herida.

Arriba, en la habitación, Aria también seguía despierta, con los ojos clavados en la puerta, temiendo que se abriera en cualquier momento.

Dos almas en guerra bajo el mismo techo.

Dos orgullos encadenados el uno al otro por la rabia, el dolor y algo más peligroso que ninguno quería admitir.

La noche en Long Island no trajo descanso para ninguno de los dos.

Solo silencio.

Y fuego contenido.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022