Capítulo 5 Aborto

Punto de vista de Debra

En la celda oscura y húmeda, mi padre y Marley estaban de pie delante de mí.

Los ojos de ella estaban llenos de desprecio. Se cubrió la nariz con un pañuelo de seda, entrecerrando los ojos. "Debra, Caleb dijo que no encontró a su compañera en la boda".

Había un tono de satisfacción evidente en su voz.

Miré a mi padre, que se encontraba tras ella. Por su rostro pálido, supe que lo que decía Marley no era mentira.

"¿Qué? ¡No puede ser!".

Estaba impactada y desconcertada. La atracción entre nosotros era inconfundible. ¿Por qué Caleb lo negó?

¿Era posible que él todavía tuviera sentimientos por Marley y la estuviera ayudando a hacerme daño? ¿O era porque se había acostado con demasiadas mujeres lobo y ya no me recordaba en absoluto?

Cuando estaba a punto de preguntar, mi padre se acercó de golpe y me abofeteó con fuerza.

El sonido nítido de la bofetada retumbó en la celda oscura. Atónita, caí al suelo y me estremecí de dolor.

Mi mejilla ardía y el sabor metálico de la sangre se extendió por mi boca.

"¿Cómo te atreves a seguir negándolo? ¡Perra!". Mi padre estaba tan furioso que me insultó sin piedad. "¡Eres igual que tu madre, trayéndome deshonra!".

El golpe me dolió, pero escuchar a mi padre insultar a mi madre me dolió aún más.

"¡No!". Sorprendida y enojada, alcé la voz para defender a mi madre. "No estoy mintiendo. ¡Y mamá nunca te trajo deshonra!".

Eso no tenía sentido. ¿Por qué mi padre se había enfadado de repente tanto con ella? Aunque casi nunca la mencionaba después de su muerte, nunca la había calumniado de esa manera.

Quise discutir con mi padre, pero Marley intervino.

Le dio una palmada en el hombro a mi padre y dijo en voz suave: "Cariño, no te enfades. Debra es joven, no sabe que acostarse con cualquiera puede manchar su reputación. Mientras esté dispuesta a abortar al bebé, podrá vivir una vida normal en el futuro".

Luego, Marley me miró, con una expresión fingida de consideración. "Es normal que las jóvenes sean rebeldes a esta edad. Como la reputación de nuestra manada está en juego, deberíamos ayudarla a ocultarlo".

Sonaba como si estuviera intentando resolver el problema, pero sus palabras estaban llenas de veneno. Estaba intentando hacerme ver mal.

Como era de esperar, mi padre volvió a enfurecerse y levantó la mano para darme una segunda bofetada.

Por suerte, lo vi venir de lejos y esquivé el golpe justo a tiempo.

"No abortaré al bebé". Lo miré fijamente a los ojos y le dije con firmeza: "Voy a dar a luz a este bebé y te demostraré que es hijo de Caleb. Entonces sabremos si estoy mintiendo o no".

El rostro de papá se puso pálido de ira. "¡Niña estúpida y rebelde! ¿No te da vergüenza? ¡Quédate aquí y reflexiona sobre lo que hiciste! ¡Solo cuando estés dispuesta a admitir tus errores te dejaré salir!".

Luego se dio la vuelta y se fue furioso, seguido por Marley. Ninguno de los dos volvió la vista atrás.

Al verlos irse, me sentí desanimada.

"Hiedra, ¿qué está pasando? ¿Por qué Caleb dijo que yo no era su compañera?", le pregunté con desánimo.

"No lo sé...". Hiedra también estaba muy frustrada. "Ustedes son compañeros destinados, estoy segura. No puedo olvidar lo fuerte que fue la atracción entre ustedes dos".

El dolor y la confusión me invadieron. Hiedra y yo no nos habíamos equivocado al sentir esa atracción. Entonces, ¿qué había salido mal?

Sencillamente no podía entenderlo todo. Tal vez la Diosa de la Luna me había jugado una broma cruel.

******

Esa noche, un visitante más llegó a la celda.

Pensando que papá había cambiado de opinión, alcé la vista con expectación.

Desafortunadamente, el visitante no era mi padre, sino su hombre de confianza, Leonel Ruiz. También traía a un médico.

Leonel me informó con frialdad que el Alfa había ordenado llevarme al hospital para el aborto. Detrás de él estaba mi sirvienta, Vicky.

"Mi pobre niña". Vicky se apresuró a entrar y me abrazó, llorando. "¡Has sufrido demasiado!".

La abracé de vuelta y lloré aún más fuerte que ella.

"Deja de perder el tiempo. Vámonos", instó Leonel con impaciencia.

Retrocedí hasta un rincón y negué con la cabeza con firmeza. "¡No, no iré con ustedes!".

No era que no quisiera abortar, sino que no podía hacerlo.

En el momento en que terminara con la vida de ese niño, mi crimen quedaría sellado y nunca podría demostrar mi inocencia.