Catryn había decidido no contárselo a su padre dado que lógicamente no teníamos pruebas y ellos eran siete, por lo cual dudaba muchísimo que les crean la palabra a tres chicos contra siete personas negándola. Y aunque su padre le creería, no íbamos a ser muy convincentes dado que nos habrían acusado de estar alcohólicos e imaginarlo por la paranoia dado la botella de bourbon. Así que simplemente decidimos ignorar aquello.
Era lunes, y estaba alegre de volver a empezar mi rutina en el trabajo. Era la maestra de un preescolar, trabajaba junto a otras maestras en el único preescolar del pueblo, por lo cual, había muchos niños al cuales debía de cuidar.
Eran revoltosos generalmente, y aún más los días de lluvia donde no podían salir al jardín.
Por suerte hoy era un perfecto día soleado y mis pequeños podrían salir a descargar energías en los juegos.
Mientras miraba como los niños se colocaban sus delantales para comenzar a pintar, mire la planilla entre mis manos notando que hoy parecía que debía entrar una alumna nueva. Kerstin Schwarz.
Solía amar los nombres extranjeros sin embargo los nombres alemanes eran muy difíciles de pronunciar.
-Danna. Iré a buscar a una nueva niña - informo, mientras meto mis manos en el delantal azul con colores llamativos.
Danna acepta con una sonrisa y vigila a los niños en mi ausencia.
Salgo de la pequeña sala y comienzo a caminar por el pasillo escuchando el alboroto salir de otras salas, amaba mi trabajo y aún más amaba a los niños.
Al llegar a la puerta, miró como efectivamente la señora que había visto el viernes por la noche fuera del autoservicio se encontraba parada allí. Llevaba un perfecto y ajustado vestido pastel turquesa sin mangas con falda lápiz combinado con unos tacones bajos pero delicados. Mi vista viaja sobre la niña que parecía ser tímida, vestida con pantalones negros y una blusa floreada con su cabello ondulado y completamente negro.
Por un instante me tensó ver a un Schwarz allí, el pueblo solo había dicho que eran cinco hermanos y ahora al parecer había una hermana menor. Respire profundamente antes de acercarme y alejar los rumores, el miedo que me causaba su familia y mi vida personal de mi trabajo
-¡Hola! Deben ser los Schwarz. -Me acerco a ellas con una sonrisa amplia. -Soy Arzaylea Brown, seré la maestra de la niña.
-Es un gusto, soy Eckert Schwarz. La madre de Kerstin. -La señora parecía completamente alegre, no tan tenebrosa como los seis hombres que tenía de familia. -Estoy un poco nerviosa, a decir verdad.
-Tranquila. Mira, para las madres que están un poco inseguras de si estarán bien sus hijos pueden venir cuando sea, aleatoriamente, hasta sin avisar para observar la clase. Por supuesto está invitada hoy para que observe como es el ambiente donde estará su pequeña.
Ella, con sus duras y atractivas fracciones, hace un gesto de sorpresa y agrado al escucharme, por lo cual creo que había acertado aliviando su miedo.
-Debes ser Kerstin, es un buen nombre. Soy Arzaylea. -Mire a la pequeña pálida y pelinegra, ella suelta un poco el agarre de la mano de Eckert y me mira entre desconfiada e intrigada sin embargo no habla.
-Kerstin está aprendiendo español. Sabe tener conversaciones y es fluida. Pero la timidez y el miedo de equivocarse no parece ser bueno a la hora de hablar con desconocidos.
Acepte con la cabeza lentamente.
-¿Ha llenado las planillas informativas?
-Si, aquí tiene. -Saca de su bolso floreado la planilla y me la extiende con cuidado.
La abro y comienzo a leer el interior rápidamente. Solía ser buena generando confianza con los niños sin embargo en casos como los de ella era muy importante leer sus planillas para saber métodos al cuales ganar su confianza. Al observar que no tiene alergias a absolutamente nada, sonreí.
Me pongo de cuchillas frente a la adorable niña y saco de los bolsillos de mi delantal un caramelo. Se lo extiendo
-No seré una desconocida, ni tampoco tendré un trabajo de maestra mala. Seré tu amiga.
La niña duda, mira el caramelo en mi mano como si fuera veneno. Pero al verme a los ojos, ella se queda mirándome fijamente por unos largos segundos como si estuviera viendo más allá que mis pupilas. Luego, mira a su mamá y acepta en su dirección, para luego mirarme a mi y sonreírme abiertamente
-De acuerdo. -Contesta, aceptando el caramelo.
Me pongo de pie nuevamente.
-Las guiaré.
(...)
A decir verdad, había algo extraño en Kerstin.
No socializaba más de lo necesario, solo tenía modales. En casi cuatro horas de actividades solo la había escuchado decir "por favor" "gracias" "permiso" "disculpa" lo cual era un poco extraño, los niños de tres años generalmente no eran tan estrictos con sus modales, solo les importaba jugar. Eso decía mucho sobre la educación que recibía en casa.
Por otro lado, cada vez que alguien se le acercaba ella lo quedaba mirando por largos segundos fijamente a los ojos, incluso hizo eso con Danna. Para luego mirar a su madre quien estaba sentada con otras madres del otro lado de la sala.
Era extraño.
Parecía que los analizaba, y luego le pedía permiso con miradas a su madre para hablar.
-Niños, ¡Hora de cantar! -Exclamó Danna con alegría. Todos comenzaron a exclamar felices y correr a hacer una ronda con Danna.
Antes de irse siempre cantaban, eso les entretenía y era divertido, pero lo hacíamos más que nada para que la adrenalina de estar jugando con otros cuarenta niños no sea tanta al llegar a sus casas. Debían relajarse y salir del lugar como si estuvieran saliendo del spa.
Al instante noto como Kerstin no se pone de pie y va a la ronda, al contrario, solo retrocede y mira su alrededor con cierta incomodidad.
Me acerqué y me arrodillé frente a ella quien parece aliviarse al verme.
-¿No te gusta cantar? -Pregunté, ella negó frenéticamente con la cabeza -Bien, podríamos hacer otra cosa nosotras entonces. ¿Qué te parece contarnos un cuento?
-¿Historias?
-¡Claro! Tengo una historia que te encantará, ven.
Ella acepta con la cabeza y ambas vamos hacia las mesas minis que había, me senté junto a ella ignorando la incomodidad de la silla.
-Había una vez una hermosa princesa que estaba escondida en una torre de un castillo, que vigilaba un dragón rojo que escupía fuego. -Imite una voz de miedo, ella me miró intrigada -Con el tiempo, ella estaba cansada de estar encerrada y se aburría mucho pero el dragón se negaba a irse.
» hasta que un día un joven apuesto con brillante armadura, la escuchó cantar. No se sabe bien como venció al dragón, algunos dicen que el amor que sintió por la joven y la melodía de su voz fue más fuerte del dragón y lo venció. Rescató a la princesa y se fueron lejos de allí.
-¿Por qué? -Pregunta ella, frunciendo sus pequeñas cejas. Me desconcerté y ella lo notó -¿Por qué venció al dragón? Quizá era vital para la vida de la princesa y él lo venció sin importarle. O quizá su mascota favorita.
Vital otra palabra extraña que la niña conocía.
-Pero no lo era. El dragón sólo era el malo.
-¿Y porqué la cuidaba si era malo? -Cruzó sus brazos indignada.
¿Qué?
-Porque a veces, las personas creen que hacen algo bueno y con el tiempo no se dan cuenta que la sobreprotección es mala. -Tuerzo mis labios en una sonrisa -El dragón no debía protegerla, quizá si estaba cuidándola, pero debía escuchar lo que quería hacer la princesa, nunca alguien puede obligarte a quedarte en un solo sitio o ignorar tus pedidos.
Ella deshace el nudo en sus brazos y me miró relajada, casi sorprendida diría.
-Me agradas.
Parece que la pequeña Kerstin le gustaba no sólo mirar escalofriantemente a las personas, sino que también le gustaba las respuestas que podía llegar a tener a sus preguntas extrañas. ¿En serio esta niña tiene solo tres años?
-Yo también tengo dragones. -Dice, de pronto. -No le digas a mamá, pero te lo contaré, mis hermanos son mis dragones.
-¿Esta sucediendo algo malo, Kerstin? -Rápidamente me alerté.
Ella parece querer decir algo sin embargo se retracta rápidamente y cierra su boca, arrepentida.
-Mm no. Pero me han advertido que si tengo Mmg... Mmg... No recuerdo como se dice... Bräutigam , ellos no me dejarán salir de casa. -Rodea sus ojos despreocupada.
-¿Bräutigam?
No sé nada de Alemán.
-Si. Esos que se dan besitos antes de despedirse y después pueden tener hijitos.
Suelto un suspiro de alivio, solo era la típica amenaza cariñosa de los hermanos sobre protectores que deben querer que su única hermana no tenga novio jamás. Entendía.
-Mi padre tampoco me lo permitía. -Le di una sonrisa divertida-Que amargado ¿No?
Ella acepta
-Sí , pero mis hermanos... - Duda -Mis hermanos son distintos.
El timbre suena y todos corren en busca de sacarse sus delantales, ponerse sus zapatos y sus mochilas. Kerstin también copio la acción de los niños y yo la ayude a la mayoría a realizar los nudos sobre sus zapatos y acomodarles adecuadamente sus mochilas. Todos hacen una fila y simulan ser un trencito para luego salir de la sala siguiendo a Danna quien fingía ruidos de un tren.
Ella siempre los sacaba del edificio y repartía para cada padre mientras que yo hablaba con los padres que habían quedado observando la clase. Hoy solo era la señora Eckert y dos señoras más, sin embargo, las otras dos se fueron sin querer hablar. Por supuesto Kerstin me acompañaba a mi.
-¡Casi lloro de la emoción! -Exclamó feliz. -No socializa, pero ha dibujado un pato hermoso
-Los dibujos solemos colgarlos en las paredes. -Le sonreí compartiendo un poco de su ilusión.
-¡Mi niña hermosa! -Lleva dramáticamente una mano a su pecho -Es que me quedaría horas mirándola dibujar... Es tan adorable.
-Puede venir cuando desee Sra. Schwarz.
Ella no dice nada, pero abraza a su hija mientras la sube a su cuerpo alzándola. Su pequeña solo esconde su carita en su cuello.
-He estado pensando que de algún lugar te había visto y recordé verte el viernes junto a mis hijos. -Comentó. -No me han dicho que sucedió ese día, pero creo que ha sido algo malo.
-Descuide, Sra. Schwarz no ha sucedido nada, solo un malentendido.
-Oh. -Suelta una risa simpática. -No es que no te crea, pero conozco a mis hijos, no creo que solo haya sido un malentendido. Noté que te llevas bien con mi hija y pensé en recompensar ese mal rato que has tenido con mis hijos en una cena.
-Disculpe Sra. Schwarz, pero creo que eso no sería muy profesional de mi parte...
-¡Tonterías! -Exclamó haciendo un desdén con su mano libre, mientras que con la otra sujetaba a Kerstin. -Te espero esta noche, mi marido cocinará un delicioso Pfälzer Saumagen
-¿Un qué? -Pregunté desconcertada.
-Comida típica de donde vivíamos. -Con su alegre sonrisa soltó una risa cómplice -Te esperaremos. Nuestra ubicación está escrita en la planilla
-No creo que sea adecua...
-¡Te esperamos! Puedes venir con tus amigos si eso deseas. Después de todo ellos también merecen unas disculpas. -Cantó interrumpiéndome para luego comenzar a caminar hacia la salida.
¿Qué?
-Señora Schwarz. -La llamo alzando un poco la voz. Ella se detiene, pero no gira, solo me mira sobre su hombro. -Me encantaría, pero no puedo aceptarlo. No mezclo trabajo con vida personal, y mi relación con ustedes es estrictamente laboral.
No gira. Ni tampoco se mueve. Sin embargo, habla.
-Nos tienes miedo ¿No? -Preguntó, su tono de voz no fue alegre sino suave. Cauteloso.
No contesté.
-Lo que tiene este pueblo es que pasarán décadas y sus habitantes seguirán igual que siempre... Tan miedosos.
Se gira un poco, solo lo suficiente para que pueda mirarla fijamente a los ojos. Ella me da una sonrisa, no supe descifrar si era sincera, maliciosa o divertida.
-Por más miedo que nos tengan, no pueden evitar el hecho que hemos vuelto. Y créeme, Arzaylea, que no nos iremos tan fácilmente esta vez, ni por que nos vuelvan a culpar por otro homicidio.
Homicidio. La palabra vuelve a tensarme.
¿Está insinuando que habrá otro?
-No quise ofenderla, señora Schwarz. -Aclare, nerviosa.
Ella menea levemente la cabeza.
-Eres hermosa y puedo notar que eres inteligente y amable, Arzaylea. Mis hijos son únicos y sobre todo especiales, distintos. Si deseas que todo este en orden con tu vida no debes esquivarme a mi. Sino a ellos.
- ¿Insinúa que sus hijos son una amenaza? -Cuestione logrando que empiece a reírse.
-Nunca podrás huir de uno de los hermanos Schwarz, pero mucho menos de todos ellos, Arzaylea.
Confundida por sus palabras no soy capaz de replicar o decir que no la entiendo o que sea más explícita. Decido mantener el silencio mientras que ella, sujeta más firme de su hija y se van del lugar con el mentón en alto.
La verdadera pregunta era:
¿Por qué yo habría de huir o intentar huir de los hermanos Schwarz?