Mientras esperaban, la ceremonia prosiguió como si la perturbación nunca hubiese ocurrido.
Brayden dirigió una mirada hacia Gracie. Su expresión permanecía serena, sin mostrar sorpresa ni el más mínimo rastro de satisfacción.
Mientras intercambiaban los anillos, él le tomó la mano y le dijo en voz baja: "No pareces ni un poco sorprendida por la reacción alérgica de Ellie".
Gracie pestañeó y, por un momento, su aplomo vaciló.
Él le sacaba una cabeza de altura, por lo que ella tuvo que inclinar el rostro hacia atrás para mirarle a los ojos. La fría mirada que la observaba desde arriba denotaba curiosidad y, a la vez, contenía una advertencia silenciosa.
Ella dudó antes de darse cuenta de algo: su familia podía ganar mucho con esta alianza. Firmó el acuerdo, pero sabía que la desconfianza de él persistía. ¿Se preguntaría si algún día ella desarrollaría ambición? ¿Si podría volverse posesiva e intentar reclamarlo no solo de palabra, sino en realidad? ¿Podría incluso convertirse en una amenaza para Lia, esa mujer gentil y dulce, con tal de conseguir lo que quería?
Sus manos seguían unidas, pero ninguno de los dos se movió para acercarse, y el aire entre ellos se llenó de recelo.
El tono de Gracie se mantuvo firme. "Ya que fui yo el objetivo, es justo que me defienda y le recuerde que no ponga a prueba su suerte. Casarme contigo no le da a nadie derecho a maltratarme".
Brayden captó de inmediato sus indirectas. "¿Ellie te metió en problemas?".
Ella pestañeó y bajó la vista, un gesto que servía como confirmación silenciosa.
"Lia no es ese tipo de persona", dijo Brayden con tranquilidad. "No tienes de qué preocuparte".
La joven esbozó una leve sonrisa, casi indiferente, de esas que no revelan nada de lo que se piensa en realidad.
En un abrir y cerrar de ojos, una voz brillante y melódica rompió los murmullos. "Brayden", lo llamó alguien.
De entre la multitud apareció una mujer elegante, vestida con un vaporoso vestido blanco que brillaba bajo las luces, tan parecido a un vestido de novia que atrajo todas las miradas de la sala.
Esbozó una leve sonrisa irónica al decir: "Como tu buena amiga, he traído un regalo de boda".
No cabía duda: era Lia.
La multitud se quedó completamente quieta.
Brayden apretó la quijada y su expresión se endureció mientras un ceño profundo ensombrecía su rostro.
Kevin le lanzó una mirada aguda a Erik y preguntó: "¿Qué demonios es esto? ¿Cómo entró aquí?".
Llevaban mucho tiempo al tanto de la relación de Brayden con Lia, pero no les reportaba ningún beneficio a sus ambiciones. Por eso Kevin había presionado a su hijo para que se casara con una de las hijas de los Sullivan.
Gracie se giró ligeramente y vio cómo la recién llegada acercaba con gracia de entre la multitud.
Era una belleza impactante, una mezcla etérea de aplomo e inocencia que despertaba naturalmente el instinto protector de los hombres.
A su izquierda, Ellie y Theo acababan de intercambiar los anillos. En el momento en que Ellie vio a Lia, su sonrisa se profundizó, convirtiéndose en una expresión demasiado complacida.
Estaba sucediendo de nuevo: la historia se repetía como un bucle de otra vida pasada. Solo que esta vez, la destinada a ser humillada era Gracie, no ella.
"Es una caja de música", dijo Lia suavemente, acercándose a la pareja con un aire de calma que no lograba disimular del todo su temblor interior. Sus delicados dedos acariciaron la tapa mientras sonreía, una sonrisa suave, casi inocente, que no lograba disimular la tristeza melancólica en su mirada. Murmuró, con una voz cargada dolor: "Fue un regalo que me dio Brayden. Un símbolo de nuestro amor".
Solo los tres escucharon sus últimas palabras con claridad.
Brayden apretó los dientes y la ira brilló en sus ojos. "Lia, vuelve", ordenó.
Le había repetido innumerables veces que su matrimonio con Gracie no era más que una fachada por conveniencia.
Habían acordado que, en cuanto llegara el momento adecuado, lo terminarían de forma limpia, sin dejar lazos.
Sin embargo, Lia, frágil y ansiosa, no podía dejarlo pasar; siempre dudando y preguntándole si aún la amaba, como si escucharlo una vez no fuera suficiente.
Con una calma serena, Gracie sonrió, sin dejarse perturbar por la escena tan familiar.
"Dentro está nuestra canción, Brayden", insistió Lia suavemente, actuando como si él no hubiera dicho nada. Con los dedos temblorosos, abrió la tapa e hizo sonar la caja de música.
Quería que todos los invitados a la boda vieran y entendieran que ella, y no Gracie, era la mujer que Brayden amaba de verdad.
Incluso si su acto de rebeldía enfurecía a Brayden, no le importaba. Todo lo que quería era que Gracie recordara este día para siempre, con nada más que odio en su corazón hacia el hombre con el que se había casado. Solo entonces se sentiría segura de que él nunca se le escaparía de su control.
Al abrirse la tapa, la caja de música sonó y sus notas tintineantes flotaron por el salón.
La calma de Gracie flaqueó, esbozó una leve sonrisa y la curiosidad brilló en sus ojos.
Pero la melodía nunca sonó. En su lugar, se escuchó una grabación rasposa desde el pequeño altavoz.
"He permanecido a su lado todo este tiempo y todo lo que recibo son regalos insignificantes. Pero espera, cuando entre en la familia Stanley, me aseguraré de que me ceda acciones de la empresa".
La voz pertenecía sin lugar a duda a Lia.
Ella se quedó paralizada. ¿Cómo podía ser posible? Sus dedos temblaban mientras se esforzaba por detener la grabación, y el pánico cruzó su rostro cuando miró a Brayden.
La expresión de él se había vuelto tormentosa, y esa mirada helada la congeló en su sitio.
Desde abajo, entre los invitados, se alzaba un murmullo creciente de curiosidad y asombro.
Ellie, que había esperado disfrutar del drama, sintió una extraña combinación de irritación e inquietud.
Solo ella poseía la ventaja de los recuerdos de su vida pasada. ¿Quién más habría podido sabotear el pequeño acto de Lia si no ella? ¿Cómo era posible eso?
Gracie dio un paso al frente y tomó la caja de música de las temblorosas manos de la otra mujer.
"Gracias por el regalo", dijo con calma. "Puedes volver a tu asiento ahora".
Un empleado atento actuó de inmediato, guiando a Lia, que tenía el rostro pálido, de vuelta a su sitio entre los invitados.
La ceremonia continuó como si nada hubiera pasado.
Brayden deslizó el anillo en el dedo de Gracie, con la voz lo suficientemente baja para que solo ella lo escuchara: "Esto no debería haber pasado. Lo lamento".
Su arrepentimiento sonaba sincero y, por un instante, Gracie se conmovió.
"¿Sabes siquiera cuál es la cara verdadera de Lia?", preguntó ella en voz baja, con un tono que expresaba más preocupación que acusación.
"Esto es entre nosotros dos", respondió Brayden con frialdad. "Sería mejor que te mantuvieras al margen".
Gracie esbozó una leve sonrisa. "Entonces supongo que hablé de más".
En ese momento, vio una sombra moverse por el rabillo del ojo: alguien se estaba acercando.
Por un segundo, fragmentos de su vida pasada afloraron, haciendo que sus manos temblaran a pesar de sí misma.
Ese miedo visceral, que nunca podría superar, estaba ligado únicamente a Theo.
Al notar su leve retroceso, Brayden frunció el ceño. Con un movimiento casi imperceptible, cambió su postura, colocándose directamente entre Gracie y Theo.
El gesto protector pareció tranquilizarla, y la tensión en sus hombros se relajó.
¿Qué era lo que tenía Theo que la asustaba tanto? Eso desconcertaba a Brayden, ya que estaba seguro de que los dos nunca se habían conocido antes del compromiso.
La ceremonia se alargó y, cuando terminó, comenzó el banquete y los invitados alzaron sus copas para brindar cortésmente por los recién casados.
Ya fuera por coincidencia o por intención deliberada, Brayden siempre parecía interponerse entre Gracie y Theo.
La sutil barrera que él creaba era algo que Gracie no lograba entender del todo, pero la protegía de cualquier miedo adicional.
Cuando la oscuridad se extendió por la propiedad, la celebración se había reducido a música suave y risas esporádicas. Los recién casados fueron finalmente conducidos a sus suites.
Gracie se disculpó cortésmente y entró en el baño para refrescarse.
De repente, se oyó un golpe seco en la suite.
Gracie se quedó inmóvil, escuchando cómo Brayden iba a responder.
"¿Por qué estás aquí?", preguntó él, con la voz seca.
"Brayden, por favor, escúchame". El tono de Lia era delicado, temblando lo justo para parecer sincera. "Esa grabación es falsa. Nunca dije nada de eso".