Renaciendo De Las Cenizas De Tu Traición
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Renaciendo De Las Cenizas De Tu Traición

Gavin
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Capítulo 1

Desde la penumbra del balcón, escuché cómo mi prometido le regalaba los detalles de nuestra boda a su amante.

Fernando le prometía a Carolina mi fecha, mi viñedo y mis sueños, riéndose mientras ella me llamaba "un mueble que ya estorba".

Soporté la humillación en silencio, apretando en mi bolsillo la carta de otro hombre.

Pero el límite se rompió en el aeropuerto.

Mientras yo intentaba proteger mi propio embarazo secreto, Fernando me dejó tirada en el suelo, pálida y enferma, para correr tras Carolina y su embarazo fingido.

Ese día, mi amor por él murió entre las maletas y la indiferencia.

Desaparecí sin dejar rastro.

Un mes después, cuando Fernando descubrió que el cáncer y el bebé de Carolina eran puras mentiras, su mundo se vino abajo.

Me buscó como un loco, removiendo escombros con las manos sangrando tras un deslizamiento de tierra, solo para encontrarme viva, pero inalcanzable.

Cayó de rodillas en el barro, llorando y suplicando perdón, prometiéndome la vida que siempre quise.

"Perdóname, Sheila. Sé lo de nuestro hijo. Te daré todo," gimió, destrozado.

Lo miré con la frialdad absoluta de quien ha sobrevivido al infierno.

"Llegas tarde, Fernando," le dije, mientras mi esposo, un hombre que jamás me abandonaría, me tomaba de la mano.

"Ya estoy casada. Y él sí sabe lo que significa el respeto."

Subí al helicóptero de rescate sin mirar atrás, dejándolo ahogarse en su propio arrepentimiento.

Capítulo 1

Sheila POV

Desde la penumbra del balcón, escuchaba cómo mi prometido perfilaba los detalles de nuestra boda... pero con otra mujer. Mientras su traición flotaba en el aire nocturno, mis dedos se cerraban con fuerza sobre la carta de otro hombre, oculta en mi bolsillo.

La risa de Carolina ascendió desde el jardín, afilada y posesiva, estrellándose contra el cristal de mi calma con la precisión de una pedrada.

Apreté el sobre de papel crema contra mi muslo, sintiendo cómo su borde rígido se clavaba a través de la tela de mi vestido.

Era de la familia de Marco.

Una propuesta. Un salvavidas en medio del naufragio.

Abajo, bajo la luz tenue de los faroles, Fernando le acomodaba el cuello del abrigo a ella. Sus dedos rozaron la piel de Carolina con una familiaridad intolerable que me revolvió el estómago.

Ese gesto solía ser mío.

Esa mirada, esa devoción silenciosa en sus ojos oscuros que ahora le ofrendaba a ella, era el ancla que me había mantenido atada a él durante cinco años.

De repente, Carolina levantó la vista. Me vio.

No hubo rastro de culpa en sus facciones. Solo una sonrisa triunfal, depredadora.

"Sheila", llamó, impostando una dulzura venenosa. "¿Necesitas ayuda con algo ahí arriba? Pareces... perdida."

Su perfume, una mezcla empalagosa de vainilla y almizcle, trepaba por el aire, asfixiando el delicado aroma a jazmín que siempre había definido mi hogar.

Fernando ni siquiera alzó la vista. Seguía jugando con su copa de vino, girando el líquido rojo, hipnotizado por el movimiento o simplemente eligiendo borrarme de su realidad.

"No", dije. Mi voz sonó extraña, como si viniera de muy lejos. "Estoy bien."

Carolina se volvió hacia Fernando, bajando el tono, pero calculando el volumen exacto para que yo pudiera escuchar cada sílaba.

"Es una pena que ella no entienda su lugar, amor. Solo es un escudo contra tu familia. Un mueble bonito que ya estorba."

Sentí un espasmo violento en las entrañas.

Fernando no la corrigió.

Simplemente tomó un sorbo de vino y asintió levemente.

Ese silencio fue una puñalada más brutal que cualquier insulto.

El aire se volvió repentinamente irrespirable, arrastrándome cinco años atrás. Al incendio en las oficinas centrales. Al humo negro, al calor que derretía la piel, a los brazos de Fernando sacándome de aquel infierno.

Me había prometido una vida juntos. Me había jurado lealtad sobre las cenizas.

Ahora, él estaba allí abajo, discutiendo fechas sobre las cenizas de nuestro compromiso.

"El viñedo en octubre es perfecto", decía Carolina, trazando una línea invisible en el brazo de él. "Usaremos la reserva que ya tienes. La fecha de Sheila. A nadie le importará el cambio de novia, solo quieren la fiesta."

El aire se escapó de mis pulmones de golpe.

Iban a usar mi fecha. Mi lugar. Mi boda.

Fernando se rió. Una risa suave, cómplice, que terminó de demoler lo poco que quedaba de mí.

"Lo que tú quieras", respondió él.

Algo se rompió dentro de mí. No fue un estallido dramático. Fue silencioso, seco, definitivo, como un hueso que cede bajo demasiada presión.

Saqué la carta de mi bolsillo.

La propuesta de Marco ya no era una amenaza distante. Era mi única salida.

Miré a la pareja abajo una última vez. Fernando, el hombre que creí amar, y Carolina, la mujer que había parasitado cada aspecto de nuestra vida.

Ya no dolía. El dolor requiere esperanza, y la mía acababa de morir entre esas copas de vino.

Abrí el sobre con manos firmes.

Aceptaría a Marco.

Y mi boda sería el mismo día. Pero no con el novio que ellos esperaban.

Me di la vuelta y entré en la habitación, dejando la puerta del balcón abierta de par en par.

Que entrara el frío. Que se llevara el maldito olor a vainilla.

A partir de hoy, ya no vivo para tu mentira, Fernando.

            
            

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