En la Cama de su Hermano: Mi Dulce Venganza
img img En la Cama de su Hermano: Mi Dulce Venganza img Capítulo 4 No.4
4
Capítulo 7 No.7 img
Capítulo 8 No.8 img
Capítulo 9 No.9 img
Capítulo 10 No.10 img
Capítulo 11 No.11 img
Capítulo 12 No.12 img
Capítulo 13 No.13 img
Capítulo 14 No.14 img
Capítulo 15 No.15 img
Capítulo 16 No.16 img
Capítulo 17 No.17 img
Capítulo 18 No.18 img
Capítulo 19 No.19 img
Capítulo 20 No.20 img
Capítulo 21 No.21 img
Capítulo 22 No.22 img
Capítulo 23 No.23 img
Capítulo 24 No.24 img
Capítulo 25 No.25 img
Capítulo 26 No.26 img
Capítulo 27 No.27 img
Capítulo 28 No.28 img
Capítulo 29 No.29 img
Capítulo 30 No.30 img
Capítulo 31 No.31 img
Capítulo 32 No.32 img
Capítulo 33 No.33 img
Capítulo 34 No.34 img
Capítulo 35 No.35 img
Capítulo 36 No.36 img
Capítulo 37 No.37 img
Capítulo 38 No.38 img
Capítulo 39 No.39 img
Capítulo 40 No.40 img
Capítulo 41 No.41 img
Capítulo 42 No.42 img
Capítulo 43 No.43 img
Capítulo 44 No.44 img
Capítulo 45 No.45 img
Capítulo 46 No.46 img
Capítulo 47 No.47 img
Capítulo 48 No.48 img
Capítulo 49 No.49 img
Capítulo 50 No.50 img
img
  /  1
img

Capítulo 4 No.4

La finca Real en los Hamptons era menos una casa y más una fortaleza construida para mantener a los pobres fuera y los secretos dentro.

La lluvia había comenzado a caer cuando la limusina subió por el largo camino de grava. El cielo era de un morado magullado, a juego con el estado de ánimo en el coche.

Julián estaba sudando. Seguía revisando su reflejo, limpiando manchas invisibles de su cara.

-Recuerda -siseó mientras el conductor abría la puerta-. Sonríe. Asiente. No seas tu yo deprimente habitual.

Lucero tomó su brazo. Su agarre era fuerte, doloroso.

Entraron en el Gran Salón. Era cavernoso, lleno de tías, primos y socios comerciales. El aire zumbaba con una charla educada y venenosa.

Mientras entraban, la habitación se quedó en silencio.

No fue por ellos.

Todos miraban la gran escalera.

Un hombre estaba descendiendo.

Llevaba un esmoquin negro que le quedaba como una segunda piel. Se movía con una gracia depredadora, silenciosa y dominante.

El corazón de Lucero se detuvo.

Era él.

La mandíbula afilada. El cabello oscuro. Los ojos que parecían capaces de cortar vidrio.

Era el hombre del hotel.

El hombre al que le había dado trescientos dólares de propina.

Damián Real.

El mundo se estrechó en un túnel. Lucero se sintió mareada. Se había acostado con el hermano de Julián. Se había acostado con el jefe de la familia.

Quería correr. Quería vomitar.

Damián llegó al pie de las escaleras. La multitud se separó para él como el Mar Rojo. No miró a nadie. Parecía aburrido.

Hasta que sus ojos aterrizaron en ella.

Por un segundo, su mirada sostuvo la de ella. No hubo conmoción. Ni sorpresa. Solo un destello frío y calculador de reconocimiento que desapareció tan rápido como apareció. Fue una mirada de propiedad.

Julián la arrastró hacia adelante. -Damián. Bienvenido de nuevo.

Damián miró a Julián con abierto desdén. -Julián. Te ves... cansado.

-Trabajo -tartamudeó Julián-. La fusión...

-Discutiremos tus fracasos más tarde -dijo Damián suavemente. Giró su mirada hacia Lucero.

Lucero se sintió como una mariposa clavada en un tablero.

-Y esta debe ser la esposa -dijo Damián. Su voz era profunda, vibrando en el pecho de ella.

-Lucero -dijo Julián-. Esta es Lucero.

Julián le dio un codazo. -Estrecha su mano, Lucero.

Lucero extendió la mano, temblando.

Damián no movió su mano. Llevaba guantes de cuero negro. Miró su mano extendida, luego volvió a su cara.

-No estrecho manos -dijo Damián, con voz plana.

El rechazo fue público y humillante. La habitación pareció contener la respiración.

-Por supuesto -dijo Julián rápidamente, ruborizándose-. Lo olvidé. La... condición.

-Pero -continuó Damián, su voz bajando una octava. Dio un paso más cerca, invadiendo su espacio personal. Para los espectadores, parecía intimidación.

Se inclinó, aparentemente para inspeccionar las perlas en sus orejas. Su cara estaba a centímetros de la de ella. Podía oler el humo de leña y la lluvia.

-Me debes trescientos dólares -susurró, su aliento rozando su piel.

Se apartó. Una pequeña y cruel sonrisa jugó en sus labios.

Lucero se quedó congelada, con la sangre rugiendo en sus oídos, mirando a los ojos del mismo diablo.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022