Yo creo y he visto fe en las calles, más que en muchas iglesias, creo en la gente que cree, que se aferra a vencer el mal con el bien, llamando a las cosas que no son como si fuesen.
Yo creo y aprecio, sobre todo a aquellos que sin ser mi familia, amigos o vecinos tienen fe en que voy a triunfar, que me desean lo mejor solo porque sí, sin necesidad de un motivo y obviamente sin obligación, tienen buenos deseos para conmigo, que sin yo merecerlo quizá, quieren una buena vida para mí. Que se alegran de mis alegrías y se entristecen con mi pena.
Gente buena; esa que existe aunque escasee. Andan por ahí, pregonando cambios, dando sonrisas en este mundo tan individualista.
Creo en ellos porque sin lugar a dudas, son evidencia de que la fe y la esperanza nunca mueren.
°García
Ironía del consumidor.
En este mundo de perdidos, encontrarse con uno mismo es un milagro, casi ficticio.
Nos pasamos media vida buscando la felicidad como si fuera un destino en lugar de un trayecto, cerrando la puerta al amor y a la risa, como si eso nos fuese a costar más o menos años.
Nos negamos a un chapuzón bajo la lluvia, porque tememos a un resfriado.
Decimos amar a nuestros amigos y los olvidamos cuando no los vemos en una semana.
Contraemos matrimonio con una carrera que no nos gusta, insulsa y distante de lo que nos apasiona, porque el título de "Dr. X." es más importante que "Cantante".
Como robots, programados a complacer a todos dejamos de ser nosotros mismos y nos perdemos en este mundo de locos, donde los mata sueños están en cada esquina.
Entonces me pregunto ¿qué es lo que nos pasa?
Quizá sea la pasión por el dinero, la hipocresía que ha aumentado o el consumo excesivo que nos ha desorientado.
Carentes de sentido y coherencia con lo que profesamos de labios, vamos perdiendo poco a poco ese brillo característico que nos hace ser lo que somos.
Dejamos de ser humanos para convertirnos en prototipos de hombres y mujeres perfectos, añoramos cuerpos perfectos, casa, auto, rostro y familia perfecta para cumplir la demanda del qué dirán.
Y en la soledad, cuando los dedos que señalan ya no existen, los voceros del prejuicio ya no elevan sus cantos y las tendencias pierden fuerza, apreciamos las cosas relevantes que demanda de atención constantes y esfuerzo.
Lástima que eso sólo ocurre cuando hemos perdido el tiempo y el tren de la vida ya pasó, dejándonos en la primera parada.
°García