Cuando alguien te hiere o lastima, el daño lo recibes tú; es a ti a quien le duele y le deja la marca de la herida causada.
Si no eres muy ávido con los sentimientos, vas cargando con el tiempo, todas esas laceraciones que te han hecho en algún punto, plagas tu corazón de decepciones, vas llevando una a una, las veces que te han hecho sentir miserable, insignificante, innecesario.
Comienzas a hacer inventario de esas palabras tan feas e hirientes que han pronunciado en tu contra, de las veces que te han señalado y juzgado, que te han acosado, de esas tantas veces que se han inmiscuido en tu vida sin derecho, otras que se han osado a dictaminarte lo que deberás hacer, esas veces que se han olvidado de ti en tu momento de necesidad y otras tantas veces de otras tantas cosas...
Con cada persona de tu entorno, le asignas una lista y como cada día trae su propio afán, a la lista de cada uno le añades una a una decepción tras decepción, de manera acumulativa, como si fuesen puntos para una feria.
Vas cargando, guardando, juntando, aunando, en ocasión tras ocasión, todas esas cosas que manchan tu alma de negro.
Con el tiempo, tu mente se va llenando de esos pensamientos, empiezas a dejar de alegrarte, de estar contento, de reír y por último tu sonrisa desaparece por completo.
Tu corazón se va tornando cada vez más frágil y seco, hasta que cuando menos te lo esperas, se marchita, deshidratado y muere.
Estás sumido en una eterna amargura, sin importar que llueva, truene o haga ventisca, no te importa. No te importa el clima, la situación económica, las fiestas, la muerte, la vida o la enfermedad. Estás ajeno a lo que pasa, porque estás demasiado ocupado siendo infeliz por los maltratos de todos los que están en tu entorno. Desperdicias tu tiempo pensando con puntos y señales cada una de las veces que te han hecho llorar hasta secar cada lágrima sin poder mitigar el dolor...
Ellos, mientras tanto, siguen su vida y su rumbo, porque no les importaste antes y no lo harán ahora... Han percibido un cambio en ti, pero eso es parte de los cambios hormonales, eso es lo que se dicen para vivir bien consigo mismos; lo que tienes es rebeldía de adolescente, se te pasará en algún punto aunque ese punto no llegue nunca. Total, no les importas, nunca lo has hecho.
Llegados a un punto muerto, te preguntas que si eres feliz, que si así quieres pasar tu vida, expectante de las actitudes de los demás para contigo, siendo infeliz por causa de otro al que nunca le has importado, total nunca lo has hecho.
Con suerte quizá, recapacites en tu actitud de manera genérica y descubras que andar molesto con todos no es sano y que aunque cueste creerlo o encontrarlo, existen aún algunos seres con buena fe.
Con un leve empujón de un escaso buen amigo, podrá salir de la miseria en la que te has sumergido y empezarás a interesarte por ti mismo, a darle relevancia a tus propios asuntos, a que lo que no tienes sólo tú lo sabes y que al final del día es tu vida y nadie ha de vivirla por ti.
Entonces, encontrarás uno que otro compañero que se anime a emprender el viaje contigo, aunque en determinados puntos del trayecto, habrá obstáculos que solo tú podrás enfrentar y que eso no hace a tus compañeros más o menos humanos, porque existe una individualidad, cosas que sólo tú debes resolver.
Aprenderás a ir descargando poco a poco, todas esas pesadas cadenas que te han atado a la pena y a la tristeza.
Pondrás el dolor atado a un globo de helio, dirás adiós de una vez por todas y le dejarás ir lejos de ti, para que puedas, sin más inconvenientes, ser feliz.
°García