Socios Y Rivales
img img Socios Y Rivales img Capítulo 4 Hotel del Norte Grande
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Capítulo 6 La ciudad arde img
Capítulo 7 Una turba los amenaza img
Capítulo 8 La Perdición de Abir img
Capítulo 9 El reencuentro con Vanesa Salata img
Capítulo 10 Ethan está en aprietos img
Capítulo 11 «Ya no estoy Sola» img
Capítulo 12 Hay alguien en la habitación img
Capítulo 13 La revisión. img
Capítulo 14 Abir se enfrenta a Ethan img
Capítulo 15 La reconstrucción del Himen img
Capítulo 16 Abir se confiesa img
Capítulo 17 Visita inesperada img
Capítulo 18 Promesa Cumplida img
Capítulo 19 El Desconcierto de Abir img
Capítulo 20 Sueños húmedos img
Capítulo 21 La argolla dorada img
Capítulo 22 Hora de asumir la Gerencia img
Capítulo 23 Ordenando la empresa img
Capítulo 24 Anthony besa a Vanessa Salata img
Capítulo 25 Alguien trama una emboscada para Abir Abdallah img
Capítulo 26 Antony Bertolucci visita a Vanessa en la clinica. img
Capítulo 27 Anthony se hace cargo de Vanessa Salate img
Capítulo 28 Abir se decepciona de Ethan Madinson img
Capítulo 29 El enfrentamiento img
Capítulo 30 Ethan no puede dormir img
Capítulo 31 ¡Las occidentales también son vírgenes! img
Capítulo 32 Ethan está en el Hospital Regional img
Capítulo 33 Los demonios son de carne y hueso img
Capítulo 34 Ethan reconoce su error img
Capítulo 35 Una peculiar forma de ayudar img
Capítulo 36 Asuntos pendientes img
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Capítulo 4 Hotel del Norte Grande

-Bien. Hemos llegado. Estoy muy agradecida de que me hayas traído al hotel-espetó al intentar descender del auto pero la calidez de su mano la retuvo sobre el brazo del asiento.

-Espera. Recuerda que cenaremos juntos en el vestíbulo.

Titubeó antes de asentir y se entregó a las atenciones del botones que se hizo cargo de su recepción.

-Necesito cambiarme e instalarme en mi habitación, creo que tú también debes hacer lo mismo.

-Por supuesto. Te sigo.

El botones se hizo cargo del equipaje y otro empleado, de las llaves y ubicación del auto para que ambos continuaran hasta la recepción en donde aguardaban por ellos. La señorita a cargo se mostró muy cordial y en claro español nacional le enfatizaba el número y pisos de las habitaciones. La trece y catorce. Habitaciones continuas.

Una vez recibidas ambos marcharon en silencio hasta el ascensor que los conduciría hasta las suntuosas habitaciones. Las piernas esbeltas de Abir parecía quebrantar y Ethan intuía su debilidad. Estaba a su lado dispuesto a tomarla en sus brazos.

Cuando la puerta del ascensor arribó Abir pensó en desistir y decidir tomar las escaleras, pero su mano sobre la cintura la condujo hasta el habitáculo. Una vez allí Abir Abdallah Taylor se arrastró como pudo hasta el extremo opuesto ante la mirada picara de Ethan Madinson. Por un segundo parecía intimidarla frotando el mentón lampiño entre su dedo índice y pulgar. Su pantalón de lino se abultó de inmediato, así que se incomodó. Evasivo se concentró en el panel de botones.

-¡Maldición!

-¿Qué pasa? -quiso saber ingenua.

-Te deseo Abir. Te deseo como nunca deseé a mujer alguna.

Petrificada se aferró a su cartera mientras sus ojos lo miraban perpleja.

-Quédate conmigo esta noche, por favor. Si no me deseas, no pasará nada. Lo prometo. Anda, dime que planificaste el viaje de esta forma...

Sus ojos brillaban como luceros y su boca temblaba inquieta.

Abir solo asentó lamiendo sus labios sin dejar de aferrarse a su bolso. Cuando el ascensor se detuvo, las compuertas se desplegaron y ella se dejó conducir hasta su habitación. En sacro silencio entraron. Ella se detuvo ante la pulcritud y el contraste de las luces. No podía concebir lo que estaba haciendo, pero en el fondo de sí misma estaba satisfecha con sus decisiones. Quizá lo planificó. Era así como debía ocurrir y no se sintió culpable. Ethan cerró la puerta tras suyo. La condujo sosteniéndola del codo hasta el interior. Estaba indeciso en tomarla y meterla en su cama al instante o degustar paso a paso a la mujer que durante años anhelo hacer suyo.

Estaba allí, con la mujer no solo a la que deseaba sino que también a la que amaba.

-Estoy alucinando Ethan. Se supone que debo despreciarte. Se supone que debo odiarte y usar frases despectivas contigo-él la olfateaba con seducción mientras cerraba sus ojos, inhalaba la frescura de su cabellera, el romero, el lila, la manzanilla y las rosas. Sus labios apenas rozaban el surco de su cuello, sus hombros y al hacerlo su miembro se erguía como daga. Abir ya no podía verlo, solo cerraba los ojos aferrándose a su cartera.«¿Qué estaba haciendo? ¡Por Dios, qué estaba haciendo? ». Se cuestionó una y otra vez. De repente una de sus manos osó a sumergirse sobre su atuendo haciéndola sacudirse.

-No temas, Abir. No quieras despertar, por favor.

-No debo.

-Dime qué me deseas, por favor. Dime Abir que deseas ser mía-susurró en el pabellón de su oreja, aspiró su fragancia, bebió las feromonas disipadas en el aire.

-Una cena. En el vestíbulo. Eso era todo. -soltó la cartera de sus manos hasta sentirla caer en sus pies Con suprema lentitud puso sus manos en su hombros y por primera vez estaba dispuesta a dejarse llevar.

Sintió escalofríos cuando Ethan acarició con lascivia sus glúteos y su vientre bajo sus prendas de vestir, hirvió de deseo al sentir la calidez de las yemas de sus dedos. "Iba a ser de Ethan" "su mejor amigo".

Él la tomó en brazos con una ligereza única y la acostó con candidez sobre las sábanas suaves. Quiso contemplarla. Quería verla, grabar en su memoria la textura de su piel.

-Ethan...

Y sus besos la silenciaron al instante en que un par de lágrimas rodaban por rabillo de sus ojos.

-No te imaginas cuánto tiempo he esperado esto, amor. Te deseo.

Como un experto se deshizo de su ropa y en un instante su piel yacía desnuda bajo su cuerpo.

La redondez y firmeza de sus senos lo incitó al punto de hundirlos en su boca mientras sus caricias le inyectaban una pasión desconocida entre sus venas. Ella lanzó un gritico de placer que le hizo detenerse. El tiempo necesario para despojarse de su pantalón, colocarse un preservativo y buscar hundirse en ella.

-Te quiero para mí Abir. Te amo. Te deseo y me adaptaré a las reglas impuestas por tu padre. Lo prometo.

Y en ese instante la joven se arrodilló sobre la cama con las manos en los ojos ahogada en su propio llanto.

Sorprendido se puso de pie. No podía creer que la mujer que más ha amado en su vida estuviese llorando en tal situación. Comprendió todo lo vivido con quien fuese su mejor amigo gracias a la trampa de la víbora de su madre, pero ambos eran inocentes y merecían la oportunidad de reconstruir sus vidas. ¿Y qué mejor forma que amarse y anunciar luego una bella unión? ¡Sería el mejor castigo para su madre. Después de todo siempre deseo reencontrarse con Abir su mejor amiga, la niña más hermosa que vio sin cesar día a día desde su ventana.

-Ethan es mejor que me vaya a mi habitación. Esto no puede pasar.

Se puso de pie en busca de su cartera, a quien se aferró de nuevo mientras halaba su atuendo para reducir las arrugas formadas.

-Quédate por favor. Hazme compañía. Ordenaremos una cena para dos...

Ethan la tomó de la cintura y poco a poco se aferró a su grácil cuerpo mientras su boca ardiente buscaba la comisura de sus labios. De repente, Abir se zafó de sus manos y con gran ímpetu lo bofeteó. Petrificado la contempló. «¿Qué debía hacer? »Nada. No podía hacer nada. Ella había impuesto su límite y como todo un caballero debería dejarla partir. Ella salió a paso lento de la habitación, acariciando una hebra de su cabellera con una mano, mientras que con la otra apresaba su cartera.

El reloj sobre la mesa lateral en el living de su habitación marcó digitalmente las 18:35 horas, pronto oscurecería. Estaba consciente de la reunión virtual que tendrían a las 20:00 horas con el administrador de la sucursal de Muebles M&T, pero si iba a estar bajo las sábana con Abir Abdallah Taylor lo demás no le importaba. Ni siquiera le importó dejar sus negocios en manos de terceros en Canadá, ni sus futuros conciertos, ni sus tertulias poéticas con los músicos de su época. Molestó consigo mismo se arrancó la corbata y pieza a pieza se fue desnudando. La confortable cama lucía desordenada con su atuendo arrojado por todas partes. En un espejo gigante se reflejaban los pectorales bien definidos y las facciones rectas. El brillo de sus ojos buscaba las razones de su error.

«¿Qué hice mal? Ella es una mujer sensual, deliciosa y atractiva. ¿Yo? Estoy seguro que le atraigo, lo suficiente. ¡Soy un imán para las mujeres!» -Sonrío con picardía-«¿Qué debo hacer para despertar sensaciones en Abir?¡Soy un imbécil!» -se pasó una mano por la cabellera. «¿Cómo no pude tener el tacto de músico con ella? Por supuesto, soy un imbécil. Desde hace años que no nos vemos y lo último que recuerda de mí es un complot en contra de su dignidad. Debí ser de nuevo, como antes lo fui. Su amigo. ¿Enviarle cartas como antes? ¡No! no soy el mismo pilluelo que se escondía tras la ventana, ahora corro la persiana, saltó la ventana y corro hacia ella. ¿Será muy tarde para encargar rosas y chocolates? ...A todas las chicas le gustan esos detalles. A mí también me gusta que a ella le gusten esos detalles». - Se dio vuelta en busca del teléfono de la mesa de noche, marcó el número de recepción y sin dudar le hizo el descomunal encargo a esas horas de la tarde a una amable joven que no dudo en cumplir su pedido.

«Para Ethan Madinson nada es imposible», con esto en mente se metió a la ducha durante diez minutos, luego abrió su equipaje y terminó vistiéndose con una camisa de estampados playeros color blanco de fondo y un jeans Wrangler que se ajustaba varonilmente a su silueta. El cabello lo alisó con un peine de carey dejando un mechón sobre la frente rectangular con diminutas líneas de expresión. No iba a quedarse entre cuatro paredes para una reunión virtual, así que sacó la portátil de su diminuto equipaje y bajo con ella dentro de un ligero portafolio. Nada mejor que el mar al frente y la brisa acariciando los poros. Al pasar frente a recepción, la señorita le informó sobre las llegada de su encargo. Complacido se reclinó sobre el mesón, le guiñó el ojo y en baja voz le pidió mientras revisaba su encomienda que las llevase a la habitación número trece con la señorita Abir. Tomó una pieza de papel de la recepción, la firmó y escribió: «Je t'ai toujours aimé et je t'aimerai », un simple: Te amé y te amaré siempre que a él mismo hizo estremecer. Respiró profundo y agradeció con dulzura a la señorita que de seguro pensó en la afortunada que es la joven de la habitación trece. Muchas querrían ser las que despertaran en un hombre como él un romanticismo tan escaso en este mundo de millennials. Desde el momento en que registró su ingreso sabía quién era y también ella, pero se dijo a sí misma que para una mujer de armas tomar e independiente una simple posición económica no es obstáculo para seducir a un hombre como él. Pensaba en las razones absurdas por las que una mujer como la de la habitación trece no quisiese estar en este momento a la luz de la luna, junto a un hombre tan cotizado y atractivo como Ethan Madinson cuando su compañero golpeteó su codo en el intento por hacerla despabilar y traerla al mundo terrenal.

            
            

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