Capítulo 2 No soy una prostituta

Temiendo que pudiera interferir con su búsqueda de Emma, Joyce no tuvo más remedio que seguir al hombre gordo a la habitación VIP 888. Solo quedaban dos personas en la gran y lujosa sala privada: Arvin y Joyce. Luego se aflojó la corbata y se desabrochó el traje. Se dirigió a Joyce casualmente, "¿Tu jefe no te enseñó cómo servir a los invitados?"

Los ojos de Joyce se abrieron. Primero, había sido grosero con ella. Ahora, él realmente pensaba que ella era una prostituta. ¡Como si! "Señor. Arvin, ¿verdad? No soy una prostituta Me estas malentendiendo. Si quieres algún tipo de servicio especial, puedo llamar a una de las prostitutas afuera para ti, ¿de acuerdo? "

Arvin se puso de pie y miró a la arrogante mujer delante de él. ¿Servicio especial? Se rio por lo bajo. Podía conseguir a cualquier mujer que quisiera. Las mujeres se arrojaron sobre él y lo empujaron a sus camas. No estaba aquí para encontrar a alguien con quien dormir. No sabía qué le pasaba ese día, pero realmente tenía ganas de enseñarle una lección por ser tan arrogante. ¿Cómo se atrevía a hablarle así? Mientras Arvin la acechaba como un león que se preparaba para saltar sobre su presa, Joyce se sintió inquieta por todas partes. Nunca había tenido un hombre tan cerca de ella, y mucho menos uno tan hermoso y peligroso como Arvin.

"Arvin ... señor. Arvin ... " Arvin puso una mano en la pared justo al lado de Joyce y acercó su cuerpo al de ella. Con la otra mano, él levantó la barbilla. La mujer de repente se quedó en silencio, con el labio inferior temblando. Le recordó a Arvin a un conejo herido. No era excepcionalmente hermosa, pero algo lo atrajo hacia ella. ¿Era su apariencia natural? En comparación con todas las otras mujeres en el edificio, esta era como un pedazo de jade sin refinar, áspero en los bordes pero hermoso, no obstante.

"Como recién llegado, debe saber que uno de sus deberes es beber con los invitados para relajarlos. ¿No es así? La voz suave y magnética de Arvin hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. La falta de espacio entre ellos hizo que su cuerpo ardiera por todas partes.

"Pero... No puedo beber ".

"¿Oh? Pero eras tan arrogante en este momento. Pensé que eras realmente algo. Sin embargo, ni siquiera puedes beber. Huh! Arvin la soltó y regresó al sofá. Había una pizca de desdén en su rostro. Joyce estaba furiosa. El desdén del hombre la irritó tanto que caminó hacia la mesa, agarró una copa de vino y bebió todo su contenido de un solo trago.

"Crees que tienes a todos resueltos, ¿no? Bueno, aquí hay un pequeño consejo. ¡Deja de juzgar a las personas a menos que quieras que te hagan lo mismo! " Joyce quería darse la vuelta y marcharse, pero de repente se sintió abrumada por un mareo. Sintió como si le tiraran del suelo por debajo. Se sentía muy cansada y quería encontrar un lugar para acostarse. De repente, sintió que alguien la abrazaba fuertemente por la cintura y la levantaba.

"Gerente Tom, necesito usar la habitación V168 de arriba".

"Si señor. Arvin ". Arvin nunca había dejado que ninguna mujer se quedara con él toda la noche. Sin embargo, el hombre gordo llamado Tom no dijo nada más. Se dedicó a preparar la habitación.

Arvin arrojó a Joyce sobre la cama. Se inclinó y le susurró al oído: "Gatita salvaje, descansa bien". El calor de su aliento sobre su piel hizo que Joyce temblara.

"Agua... Quiero beber agua." Arvin quería irse, pero la mujer agarró su camisa y siguió tocándolo por todas partes. Sus manos eran tan suaves.

"Mujer, comienzas esto. No me culpes más tarde ". Joyce abrió la boca. Estaba reseca y necesitaba desesperadamente un poco de agua, pero algo presionó contra sus labios. ¡Arvin la había besado! Su beso era dominante, como si fuera un castigo para ella.

Joyce sintió que apenas podía respirar. Sus labios se movieron lentamente de su boca. Se acercaron a su oreja y lentamente se dirigieron hacia su cuello. Joyce yacía congelada. Ella quería escapar, pero no pudo. Parecía darse cuenta de lo que sucedería después, pero sabía que no podía escapar. Joyce dejó escapar un grito de dolor. Frunció el ceño, pero continuó lo que estaba haciendo.