Se sentía culpable, sentía que toda la culpa estaba sobre él y yo no encontraba manera de poder abrirle los ojos para que descartara esa idea. Los actos de otras personas siempre le habían hecho creer que era él quien había hecho algo mal y Nathaniel no era así. Nathaniel era un buen hombre, un hombre que había salido adelante de la manera en que se le pudo permitir y facilitar de alguna forma. Nathaniel era un hombre inteligente y con un gran corazón que si te sabías ganar podía hacértelo ver.
Me encargué de guardar la poca ropa que habíamos podido llevar. Eran pocas las pertenencias que habíamos llevado con nosotros cuando salimos del país. Después de todo había tenido que ser en cubierto y bajo muchas restricciones de seguridad para prevenir posibles ataques pues aquella guerra no había terminado.
<< -Tienen que salir del país, pero no directamente desde Nueva York -la voz de William me dijo del otro lado del teléfono mientras yo asentía ante cada palabra-. He arreglado ya el asunto del vuelo, será uno privado debido al estado de Nathaniel. No pueden quedarse ahí, mucho menos en el hospital. Alguien de ERSA te dará los papeles que necesitarán, también los números de emergencia y unos chips de rastreo que ellos necesitarán estar monitoreando por su seguridad.
-¿E-estarán rastreándonos? -pregunté sin poder evitar tartamudear en el comienzo de la pregunta.
-La ERSA tendrá que hacerlo, por seguridad y protocolo como primeros blancos de Sebastian Bachelor -explicó William y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo ante esas palabras-. Sobre todo ahora que llegue a enterarse de que Nathaniel no ha muerto. La noticia no tardará en correr por la ciudad, así que ustedes tienen que salir lo antes posible. Irán a Pensilvania y de ahí partirán a algún lugar de Europa.
-Nathaniel aún no puede salir del...
-He arreglado eso ya, recibirá mejor tratamiento por unos días más en Pensilvania y de ahí partirán a Europa -siguió explicándome.
Asentí, como si el hombre pudiese mirarme. Miré en dirección a la puerta de la habitación donde Nathaniel yacía, donde una enfermera le monitoreaba los signos vitales.
-¿Ya lo sabe? -preguntó William y apreté la boca bajando la mirada.
-Sí -murmuré contra el teléfono sabiendo a lo que se refería.
-¿Cómo ha reaccionado? -indagó el hombre.
De nuevo mi mirada fue a la puerta de la habitación, luego se desplazó hacia un lado para mirar la ventana donde ahí podía ver a Nate sentado sobre la camilla con la mirada completamente ida. Un hombre le cambiaba algunas cosas en la jeringa que tenía en la mano, al igual que la bolsa cristalina colgando a la par de él. Nathaniel solo permanecía con la mirada ida hacia el frente y sabía que esa no era una buena señal.
-Temo que pueda empeorar su reacción dentro de los próximos días -confesé volviendo a mirar el suelo mientras me mordía el labio.
Hubo silencio del otro lado de la llamada y supe que pensaba igual que yo. Podría incluso empeorar su estado emocional respecto a la noticia de su padre.
-Teniéndote a su lado será mucho más fácil el duelo -afirmó.
Me tomó unos segundos procesar toda la información que me había dado.
-Entonces, ¿mañana tendremos que irnos? -pregunté para confirmar.
-Así es.
-Y... el funeral -murmuré temiendo que Nathaniel pudiese escuchar incluso teniendo una pared de separación-. Eso significa que...
-Nathaniel no puede tomar el riesgo de presentarse en el funeral de su padre. Sería muy predecible el que vaya, Sebastian podría estar ahí -volvió a explicar William.
Asentí. Tenía razón, pero sabía lo difícil que sería para Nate el tener que entender que no podría estar en el funeral de su propio padre. Siquiera haber organizado este porque había estado días sin despertar desde la cirugía, desde el atentado. William se había tenido que encargar de absolutamente todo y de no ser por él seguramente siquiera yo sabría qué tendría que hacer ahora en estas circunstancias donde Nathaniel por fin había despertado.
-ERSA está haciendo todo lo posible por que la noticia no corra desde hoy, igual tienen el hospital monitoreado por infiltrados y en dado caso de que se presente alguna amenaza ellos ya están listos para intervenir. Están seguros, Valet -dijo aquello último y sabía que en mi voz él había notado el miedo.
Respiré profundo, cerré los ojos concentrándome en mi respiración y al mismo tiempo volviendo a percibir ese aroma tan peculiar que yacía en los hospitales. De nuevo me dieron nauseas y abrí los ojos para evitar más mareos. Miré en dirección a Nate, aún con la mirada perdida cuando la enfermera y un doctor salieron de la habitación volviéndole a dejar solo.
-Valet, ¿entiendes lo que tienes que hacer ahora? -preguntó con cierta delicadeza William detrás del teléfono.
Mi mirada permaneció en Nate sin querer mirar a otra parte. El respaldo de la camilla se había enderezado lo suficiente para que este pudiese permanecer ahora un poco más sentado sobre esta. Podía notar como su entrecejo estaba ligeramente fruncido y podía darme una idea de todas las cosas que podrían estar pasando por su mente en ese momento.
Estaba roto. Estaba dolido. Estaba desesperado, confundido y completamente desolado aún procesando la información que había tenido que revelarle. Quizá no había sido el momento correcto, pero no había tiempo, no podíamos disponer del tiempo ahora que conforme pasaban los días se nos iba de las manos sin poder controlarlo.
Necesitaba ahora ser yo quien tuviera el control que se me podía permitir. Por mucho tiempo Nate había tenido que encargarse de controlar la seguridad de ambos, ahora me tocaba hacerlo a mí. Ahora él me necesitaba más que nunca y no podía fallarle de esa manera.
-Entiendo -dije al teléfono aún mirando a Nathaniel. >>
El recuerdo me sacudió después haciéndome volver al presente al escuchar la llama del fuego encenderse fuera de la habitación. Giré mi rostro en dirección a la puerta y mis manos se apartaron del pequeño maletín donde la mayoría de las prendas yacían ya dentro. Luego escuché el sonido de platos y un sartén y sabía que se trataba de Nate haciendo el desayuno, sin embargo, me daba miedo dejarle solo de nuevo. Lo había estado de alguna manera los últimos días, pero ahora desde que había hablado y me había dicho que no le dejara, había algo en su mirada que aún tratando de aparentar que todo había pasado, sabía que él seguía siendo atormentado por dentro.
Caminé fuera de la habitación y lo vi ahí frente a la cocineta. La espalda desnuda, había perdido peso con justa razón, pero a pesar de ello aún seguía manteniéndose en forma. Aquel trazo en su espalda volvió a llamar mi atención, aquel dibujo con el significado que alguna vez en el pasado me había explicado.
Su madre.
Tomé aire, me acerqué a la pequeña barra que yacía a la par de la estufa y vi como los ojos de Nate estaban concentrados en la estufa. Me quedé junto a la barra con ambas de mis manos sobre esta, mi mirada fue al sartén donde algo yacía ya ahí y fruncí el ceño.
-¿De dónde has conseguido tortillas? -pregunté extrañada.
Sus labios se curvearon hacia un lado provocando que se formara aquel hoyuelo en su mejilla, después me miró de reojo y ladeó la cabeza mientras con una pala de madera seguía moviendo lo que había dentro del sartén.
-Te dije que me las arreglaría -contestó sonriéndome y después devolviendo la vista a la estufa-. He pedido que traigan, existe un servicio para que un repartidor pueda ir a una tienda y traer lo que se le pida. Pedí lo necesario para lo que nos queda hoy aquí en este lugar -explicó sin mirarme.
Apreté la boca asintiendo como si mi atención realmente hubiese ido a sus palabras, pero en realidad no.
-Claro -dije solamente y me separé de la barra mirando en dirección a la ventana del otro lado que yacía abierta-. Has abierto la ventana -murmuré sorprendida, un murmuro que fue más para mí misma que para él.
-Te gusta la luz natural, ¿no? -dijo y lo miré.
Sonreía, me miraba sonriendo y después volviendo a posar su mirada en lo que sus manos se encargaban de cocinar. Apreté la boca y después suspiré sin saber realmente qué palabras tenía que decir en ese momento. No sabía la manera en que tenía que tratar la manera repentina en la que Nate trataba de aparentar que todo iba de maravilla, y sabía que no era así. Sabía que por mucho que yo había deseado que Nate hubiese salido de la penumbra, sabía que quizá necesitaba más tiempo que yo para asimilar todo.
Pero Nathaniel siempre había sido más fuerte que yo.
-Ya empaqué todo -informé mirándolo.
Me miró por unos segundos y asintió.
-Y yo hablé con William -confesó y lo miré sorprendida, aunque tratando de ocultar esa expresión en mi rostro.
-¿Lo hiciste? -pregunté tratando de no parecer sorprendida.
Asintió.
-¿Te parece pasar las fiestas en Francia? -preguntó esta vez mirándome.
Mis labios se entreabrieron, su ceja se alzó de una manera divertida y expresiva que había extrañado durante todos los días en silencio.
-Pensé que teníamos que ir a España. William dijo...
-Hablé con él, hubo unos cambios. No hay ningún problema con mover algunas cosas. Iremos a Francia, pasaremos las fiestas ahí y después iremos a España -explicó mirándome mientras tomaba una cajita de salsa de tomate y vertía el líquido en el sartén-. Es una pena no haber podido disfrutar de Inglaterra, pero me aseguraré de que disfrutemos París, preciosa.
Mis ojos permanecieron mirándole: asombrada, anonada, emocionada, asustada. Había muchas emociones que me invadían y revoloteaban dentro de mi pecho y no sabía que emoción tenía que demostrarle a Nate en ese momento. Sentía miedo, emoción, adrenalina, amor, tristeza, frustración, un montón de sentimientos que no sabía cómo manejar ni identificar con exactitud.
-Hey -me dijo separándose de la cocineta y rodeando la barra para llegar hacia mí-. ¿Qué tienes? ¿Qué pasa? -dijo tomando mi rostro entre sus manos.
Sentía un nudo en la garganta, y no me quise permitir hacerlo notar porque aunque Nate fingiera que él ya estaba bien, sabía que no era así. Necesitaba mantenerme fuerte. Pero, ¿podía aun hacerlo? ¿Podía todavía mantenerme fuerte?
-Nada, es solo que... -me quedé callada sin saber qué palabras poder pronunciar, bajé la mirada y luego al desvié a otro lado-. Sabes que tenemos que mantenernos seguros, ¿verdad? No podemos salir del lugar en el que vayamos a estar...
-Claro que podemos, eso ya lo hablé con William y me ha dicho que podemos hacerlo, obviamente con precauciones. No andaremos rondando por todas partes, preciosa, pero podemos visitar y disfrutar de nuestra estadía. ¿De verdad piensas que vamos a estar en este continente sin siquiera poder disfrutar de sus ciudades? Sé que adorarías visitar museos, ¿qué te parece el Louvre? Podemos conseguir entradas para...
-Nate, basta -pedí negando y mirándolo-. Solo... basta.
Sus ojos marrones me miraron confundidos, su entrecejo fruncido haciendo que sus cejas se juntaran un poco. Me miraba extrañado más que otro sentimiento desbordando por su rostro en ese instante.
Mis manos tomaron sus muñecas sintiendo como sus manos seguían ahuecando mi rostro acariciándome con sus pulgares. Había incluso extrañado esa simple sensación, tan solo el roce de sus yemas en mi rostro, era una paz y tranquilidad que siempre había deseado tener conmigo en todas partes.
-¿Qué pasa? -trató de indagar.
Abrí la boca para hablar, pero de inmediato la cerré cuando casi un suspiro en forma de sollozo sale por esta. Tragué saliva concentrándome en sus ojos y me apreté la boca negando.
-No necesitas aparentar que todo está bien... -comencé a decir negando-. Por favor... no necesitas fingir que todo está bien cuando sabemos que todo está mal. Sabes que no estamos aquí por unas grandiosas y maravillosas vacaciones, sabes que no estamos aquí porque queremos. No estamos aquí porque hayamos decidido tener unas vacaciones donde podemos disfrutar como típicos turistas, sabes que...
-Val...
-Estamos aquí porque estamos escapando -no lo dejé hablar-. Estamos aquí ocultándonos porque trataron de matarte, trataron de hacernos ver que es fácil que él gane esto y... -se me cortó la voz y tuve que tomar aire aferrando mis manos a las muñecas de Nate-. No podemos darnos el lujo de pasearnos como si nada hubiese pasado, y tú tampoco necesitas fingir que estás bien y que has olvidado todo lo que pasó porque sé que te sigue atormentando y lo siento, pero no puedo permitir que suprimas esos sentimientos porque un día terminarás explotando y...
No pude seguir hablando porque entonces sentí su boca sobre la mía. No fue una corriente la que me traspasó ahora, fue una calma, un alivio, una calidez que mi cuerpo necesitaba. Me besó lentamente y casi me derrito debajo de su tacto sobre mi rostro por como su boca lograba calmarme moviéndose de la manera en que lo hacía. Era lento, cálido, fuerte, necesitado, pero era suave, lo suficiente para calmar todos mis nervios y miedos.
Su mano se deslizó a mi nuca tomándome de ahí y su otra mano aún ahuecando mi mejilla, acariciando con delicadeza mi piel con la yema de su pulgar. Su boca se abría haciendo que mi aliento se combinara con el mío y casi suspiro al sentir el roce de su lengua en mis labios y después en la mía. Su mano se deslizó desde mi nuca hasta mi cintura en la parte baja de mi espalda, y me empujó hacia él mismo pegándome a su cuerpo sintiendo como su pecho desnudo chocaba con el mío.
Cuando creía que seguiría, que no se detendría lo hizo y yo estaba tan sumergida en su tacto que ni siquiera podía hablar. Había extrañado esa sensación y todo este tiempo el saber que lo tenía cerca de mí, pero que no podía hacer nada más, creo que era lo que más me hacía querer desear de él. Pero no podía, no podía y lo sabía porque sabía que él no estaba en esas condiciones para hacerlo.
Sin embargo, cuando su boca se apartó de la mía, se quedó a centímetros casi haciendo sus labios rozarse con los míos. Nuestras respiraciones se mezclaban y yo no podía dejar de mirarle la boca mientras él hacía lo mismo con la mía, hasta que su mirada subió a mis ojos.
-Sé que no puedo aparentar que todo va bien. Sé que no puedo fingir que lo que pasó no pasó. Sé que no puedo fingir que todo va de maravilla cuando todo está realmente jodido -comenzó a decir mientras su mano me acariciaba el rostro-. Pero sé también que tampoco puedo permitirme el hundirnos de nuevo. Sé que no puedo permitir que esto nos destruya. Sé que no puedo dejar que esto nos consuma, y sé que tenemos que luchar -su pulgar se deslizó por mi barbilla y mentón-. Pero estamos juntos. Estás aquí y yo estoy aquí, y tampoco voy a dejar pasar las oportunidades que tenemos de poder disfrutar de estos momentos juntos. Porque no quiero perder más tiempo. No quiero perder más tiempo contigo, Valet. No quiero perder ni un maldito segundo más a tu lado. No quiero tenerte cerca de mí y solo brindarte miseria, no quiero tenerte cerca solamente para vernos hundirnos. Quiero tenerte cerca para ser feliz, para tener esa paz y tranquilidad, quiero tenerte cerca para verte sonreír y ser esa mujer feliz de la que me enamoré. Quiero darte toda la felicidad del mundo ante toda la miseria que traje a tu vida...
-Nate...
Colocó su pulgar sobre mi boca impidiéndome interrumpirle.
-Casi muero, sí. Trataron de matarme, pero no lo lograron y ahora quiero vivir cada segundo a tu lado. Sin importar las dificultades, sin importar que nos persigan, sin importar que tengamos que recorrer todo el mundo para no ser atrapados. Quiero vivir cada microsegundo a tu lado, Valet Boone, y si tú me lo permites lo haré porque eres lo único que me queda y quiero en esta vida.
Todo se volvió silencio. Después solamente podía escuchar su respiración y la mía, tan pesada y lenta a la vez, como si cada palabra que hubiese salido de su boca las hubiese repetido en su cabeza una y mil veces durante los últimos instantes de la mañana y ahora había podido soltarlo y liberarse.
-No voy a fingir que lo que pasó no pasó, pero tampoco desperdiciaré el tiempo que tengo a tu lado, Tarzán -volvió a hablar juntando su frente con la mía-. Estamos aquí, déjame al menos hacernos pasar un buen momento. Juntos. Tú y yo, nadie más.
Le miré por entre las pestañas, teniendo que alzar la mirada para que mis ojos pudiesen mirar los suyos. Mechones de su cabello atravesaban en su frente, completamente desordenado, pero me encantaba como lucía así. Era increíble lo guapo que aún podía lucir en ese estado. Mis manos se presionaron en su pecho desnudo, bajé la mirada y al hacerlo fue imposible no clavar esta en la marca en su abdomen, aquella que era un recordatorio de la cercanía que tuvo a la muerte. Tragué saliva sintiendo que en cualquier momento los recuerdos de esa noche volverían a mi cabeza, pero sus dedos me tomaron del mentón haciéndome alzar la mirada hacia él como si supiera lo que pasaba por mi mente en ese momento.
-No necesitamos olvidar, pero tampoco necesitamos tener eso como el único recuerdo -dijo acariciándome el mentón y la mandíbula-. Hagamos nuevos recuerdos, unos que puedan opacar los que nos atormentan.
Fue una propuesta. Un ruego. Una petición. Pero en sus ojos podía notar el deseo, la emoción y aunque había una pizca de miedo, sabía que no temía proponerme eso porque lo había hecho en voz alta y con vos segura.
Y tenía razón. No necesitábamos olvidar, pero tampoco podíamos quedarnos estancados en el pasado.
Éramos él y yo. Escapábamos, pero lo hacíamos juntos.
Y no. Esta vez ninguno de los dos íbamos a permitir desperdiciar un segundo a lado del otro. No cuando la muerte había estado cerca de nosotros.
Entonces iba a ser así. Un gran drama, una gran odisea, una gran aventura donde el peligro aún era una amenaza, pero... lo tenía a él.
-Probablemente necesite entonces un cambio de look -dije mirándolo y este frunció el ceño totalmente confundido porque mis palabras quizá no tenían sentido con las suyas.
-¿Un cambio de look? -indagó mirándome con la cabeza ladeada y el entrecejo aun fruncido.
Asentí.
-Si vamos a recorrer las calles de París, al menos tenemos que pasar por desapercibidos, ¿no? -pregunté y entonces en su rostro apareció la diversión-. ¿Te gustan las rubias?
Alzó una ceja y después carcajeó.
-Realmente solo me gusta una castaña -me acarició el pelo acomodando un mechón detrás de mi oreja-. Pero, podría acostumbrarme a ver a esa castaña con ciertos mechones rubios.
Sonreí y él lo hizo también, entonces se inclinó y me besó. Fue un beso tierno, lento, menos duradero que el anterior, pero fue lo suficiente para sellar aquella propuesta.
-Que empiece la aventura entonces, Tarzán -susurró en mis labios con una sonrisa.