Capítulo 3 Cap 3: Ella puede esperar.

Algunas veces nuestras miradas se cruzaban y nuestras piernas se rozaban, la magia de la noche parecía intuir que algo más rondaba en rl aire, todos en la mesa comentabamos de eventos próximos y hasta apuntamos fechas para volver a salir todos juntos. En un momento, él comenzó a contar sobre la fiesta de carnaval en la que coincidimos, y yo lo observo, veo cada expresión de su rostro, sus ojos marrones, sus labios, sin darme cuenta me perdí en él.

De repente me mira casi sin emoción alguna y comenta:

- Disculpenme un momento, ya vuelvo- y se levantó. Me desperté de mi ensoñación y lo vi con una de sus tantas amigas.

Hace un tiempo que lo conozco y él es así, un soltero con su grupo de amigas que van rotando para ver quién lo acompaña en las noches.

No negaré que algo dentro se revolvió, una mezcla de envidia con celos. Pero fui fuerte, sacudi mi cabeza y continué la charla con mis amigas. (¿Como era posible que yo esté sintiendo esto?, ¿ Que clase de tonteria estaba jugando mi cerebro?)

En medio de la noche pude ver que me miraba. Yo trataba de no hacerlo pero era inevitable. Llegada las 3 a.m. procedí a retirarme, la verdad estaba cansada, confundida, enojada.

Saludé a todos en mi mesa, y mis amigas me pedían que me quedara un rato más, mentí que al día siguiente tenía reunión familiar desde temprano. Un poco incrédulas asintieron. (La verdad no quería estar ahí viéndolo con alguien más, pero seguía sin entender porque antes no me había molestado y ahora me hacia sentir mal) prefería irme.

Caminé hacia la puerta, quería ir a saludarlo pero esta vez no me sentía fuerte para resistir viendo como se hacia el galán con su "amiga".

Ya saliendo del bar, siento su voz diciendo:

-¿ya te vas?- Sus palabras retumbaron cada parte de mi ser, me sentí nerviosa, acalorada, una sonrisa involuntaria apareció en mi rostro, en realidad si quería que esto sucediera, pero sin darme vuelta le dije:

" -Si, mañana tengo un compromiso temprano, nos vemos"- y caminé para buscar un taxi.

Senti unos pasos acercarse y se posicionó a mi lado y cuestiona:

-¿Un compromiso?, ¿Tipo un desayuno con alguien especial?- Solté una carcajada y clave mis ojos en los suyos, y respondí: -¡Exacto, y debo estar fresca como una lechuga!. Mire hacia la calle para ver si me salvaba la llegada de algún taxi.

Senti que aclaro la garganta y me dijo:

-Bueno te acompaño hasta que venga un taxi, es peligroso que estés sola y te tienes q preparar para la cita de mañana, porque parece importante-. (Ese parece importante sonó a sarcasmo) con mil cosas en mi cabeza replique: -Mejor anda, no hay drama, tu amiga te debe estar esperando-. ( me arrepentí profundamente de haber dejado que mis celos hablen) y lo mire de reojo.

Sonrio de lado y comenta: -Ella puede esperar.

No dijimos nada más...

Consigo un taxi, y le agradezco que me haya acompañado.

Él se acercó a la puerta cuando la estaba por cerrar y me dijo: -nos vemos- Me dio un beso en la mejilla, cerro la puerta y camino hacia el bar.

Yo quedé paralizada. No entendía que sucedía conmigo.

El taxista salió al socorro preguntando: -¿Dónde la llevo señorita?-

Con el poco aire que me salía le dije mi dirección.

El camino a casa fue demasiado silencioso, frío, confuso. Miraba por la ventana las luces, la gente, aún era temprano para la noche tucumana.

Observo por el vidrio retrovisor y los ojos del taxista estaban fijos en mi, me sorprendí y cambié la mirada. Él comentó: -Perdón la pregunta ¿fue una noche dura?-

Yo lo mire y pensé: (tan evidente es? )

Respondí: -Un poco, estoy cansada- me excuse. Me dijo: -Nada que un poco de buena música no pueda resolver- Y puso un enganchado de cumbias y cuartetos del recuerdo, sonaba en el estereo: Miguel Conejito Alejandro, el Monstruo Sebastián, Los Palmeras.

Me sonreí y disfrute del viaje, la verdad me sentí cómoda y desenchufada por un rato.

Llegue a casa y agradeci por el viaje y la buena onda. Él sin dudarlo me dijo: -Te dejo mi tarjeta, por si necesitas taxista de confianza y con buena música- sonrío. Solté una carcajada, recibí su tarjeta y aseguré: -Te llamaré, gracias-. Él aguardó hasta que yo entrara a casa y con un bocinazo se marchó.

Ya en casa me quité los zapatos, sin mirar nada en el celular lo puse a cargar, me duche, mientras escuchaba la radio.

Ya más relajada y fresca, me acosté. Eran las 4:30 de la mañana.

            
            

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