La mirada de mi bailarina
img img La mirada de mi bailarina img Capítulo 5 ¿Bailarina
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Capítulo 6 Esmeralda. img
Capítulo 7 Inmersos. img
Capítulo 8 Indiferente img
Capítulo 9 Verdades img
Capítulo 10 La primera salida. img
Capítulo 11 Su lugar favorito. img
Capítulo 12 Préstame tu camiseta. img
Capítulo 13 ¿Qué estás haciendo img
Capítulo 14 Pequeña discusión. img
Capítulo 15 Enojo. img
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Capítulo 5 ¿Bailarina

"El azar no existe; Dios no juega a los dados"

***

La bailarina intentaba no mirar al muchacho mientras ejecutaba limpios movimientos al ritmo de la melodía, que distaba mucho de las tonadas tristes de la última canción que había bailado. Sin embargo, Santiago podía intuir cuando aquella chica extraña lo miraba de soslayo ¿y cómo no? El castaño la estaba mirando fijamente, atento a su danzar, aprovechando la poca luz que dejaba percibir el cabello rubio teñido sujeto en un moño alto, y la fingida arrogancia de la chica. A su vez se vislumbraba una extrañeza en sus ojos que picó la curiosidad del chico.

Al finalizar su presentación la bailarina se sentó junto a su mochila para cambiarse el calzado. Santiago buscó la hora en la pantalla de su móvil. La chica había estado bailando veinticinco minutos seguidos.

«Y yo que camino una manzana y me canso» pensó el muchacho esbozando una sonrisa.

-Adiós -voceó la muchacha ya de pie y virándose a la salida.

En otra ocasión ella se hubiera quedado alrededor de dos horas más, pero ese no era el momento.

-No te vayas -se escuchó como respuesta algo muy parecido a la súplica.

-¿Qué? -se volvió con una sonrisa que ni ella misma entendió su razón.

-Que te quedes ¿acaso no te duelen los pies?

La rubia meditó una respuesta cortante. A veces olvidaba el dolor, porque se había acostumbrado a él, pero pensándolo bien, sí le dolían mucho los pies. La idea de gruñir y actuar odiosa como siempre, fue descartada.

-De hecho sí.

El castaño sonrió más y tanteó el piso frente a él indicándole que se sentara. Era extraño que ella, totalmente indiferente a los demás, estuviese haciéndole caso a un extraño con el que se encontraba a solas ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Por qué seguía frente a ese muchacho tan entrometido, acosador? Por más que se preguntara el porqué de su permanencia en ese lugar, no hallaba respuesta coherente. No creía en las bobadas del amor a primera vista, aunque sí en la atracción a primera vista. Pero, ese no era el caso, ya que el primer sentimiento que cruzó a la chica cuando vio la silueta de un hombre entre sombras, fue el sentimiento del miedo, no, lo que sintió fue pánico ante tal visión cuando el día anterior había divisado a San de pie en el umbral. Aun así, en el preciso instante, en que se encontraba sentada frente a aquel espécimen masculino, podía advertir algunas cualidades atrayentes, como la anchura de sus hombros, el hoyuelo de barbilla partida, la mandíbula marcada y el leve grosor de sus labios... La chica respiró hondo para recitar, después, una frase atascada en su garganta.

-¿Te vas a quedar callado? -dijo a contra luz.

-E-e sí. Digo no -balbuceó.

La rubia bajó la vista a sus manos.

-¿Por qué estás aquí, Santiago?

-Ya te lo expliqué -exhaló sonoramente -. Escuché la música y decidí...

-Nah -lo interrumpió -. Ésa fue tu excusa de ayer. Quiero saber la de hoy.

¿La excusa de hoy? ¿Había que tener una excusa?

Abrió la boca para replicar mas no emitió sonido alguno. La chica lo estaba mirando fijamente, cosa que no había hecho hasta el momento. Con el celular le alumbró el rostro para detallar una particularidad en su rostro, gesto que no hizo más que cegarla un instante.

-¡¿Qué carajos?! -bramó frotándose los ojos- ¿Qué pasa contigo? -chilló.

-Tus ojos...

-Lo sé. Acabas de ser testigo de un error del universo.

Sus palabras resonaron vacías ni siquiera se sintió drama, no había tristeza, rabia o desprecio, o, al menos no lo exteriorizaba ¿Por qué tenía esa idea de un fenómeno tan único? Los iris de sus ojos eran diferentes uno del otro, uno verde y otro marrón.

-Para nada, son los ojos más hermosos que he visto -aduló él.

-Sí, claro -masculló después de resoplar.

-Jamás había visto Heterocromia además de

en fotos y gatos... No es muy común.

Silencio. Ella ya había escuchado suficiente del tema alrededor de toda su vida. Lo observó con los ojos entornados.

-Nunca me dijiste tu nombre, bailarina.

-¿Bailarina? -repitió sonriendo con sorna. Otra vez estaba en plan meditar su respuesta. -Mi nombre es María.

-Lindo nombre -dijo a pesar de que le parecía muy ordinario -¿Cómo se llama lo que bailas?

-Ballet con influencias modernas y... Personales -inclinó la cabeza.

-Jamás escuché algo parecido.

-Es porque se observa. No se escucha.

-Entonces, jamás -hizo énfasis- he presenciado un espectáculo de danza tal como el ballet con influencias -crujió los nudillos de su mano izquierda.

-Que falso te escuchaste -frunció los labios.

-¿De verdad? Lo dije sinceramente. Creo que he visto en la tv a niñas vestidas de rosa con tutus y zapatillas como las tuyas, pero...

-Bueno, no estás tan falto de cultura como pensaba -sonrió de medio lado e hizo algo peculiar con sus ojos, peculiar, pero precioso.

El gesto y palabras de la chica causaron una risotada en Santi.

-A ver, señorita super culturizada -voceó en conjunto con la risa- ¿Desde cuándo bailas?

-Llevo casi dos años bailando aquí desde que el señor Café comenzó a trabajar hasta tarde. Bueno, más tarde de lo que ya acostumbraba antes de... -se interrumpió a sí misma. Le dedicó una mirada resentida a quien la escuchaba y con el ceño fruncido zanjó la conversación con una pregunta absurda- ¿Por qué te estoy dando explicaciones?

-No lo sé, yo pregunté y tú respondiste -se encogió de hombros, confundido.

-¡Eres un entrometido!

Ella había dejado de procesar lo que decía, y él...

-¡Hey! Yo solo pregunté sobre el tiempo que llevas bailando. Me refería al tiempo -hizo énfasis-. Tú comenzaste a hablar de más. No es mi culpa. Y no te interrumpí porque no soy ¡tan grosero como tú! -bramó alzando la voz.

El muchacho estaba extrañamente enojado. La miró de nuevo a los ojos, que reflejaban estupor. Nadie, salvo su padre, le había bajado de su actitud odiosa y malcriada, nunca.

El silencio les perforó los oídos.

-Emm... yo...

-Ya me voy -musitó interrumpiendo la absurda disculpa de Santiago.- Tengo algo importante qué hacer en la noche.

No quería dar esa información, en realidad, no quería dar ningún tipo de información, pero seguía en ese estado de pasmo que no la dejaba ejercer su actitud apática. Al notarse cambiada, se dijo que ya era suficiente de todo eso. Se puso de pie, y agitó una mano a modo de despedida mientras salía del lugar.

El castaño se puso de pie con la intención de seguirla. Ya en la puerta del salón su teléfono resonó y la pantalla mostró una foto de Eliot dormido con la boca abierta.

-¿Eliot?

-¿Eres una nena? Si eres una nena soy el sexy Doson.

-Déjate de estupideces, Eli.

-¿Qué pasa?

-Nada ¿vas a venir a cenar?

-Pues para eso te estoy llamando ¿Lottie irá?

-Noo. Pero vístete decente.

Después de discutir qué era decente y qué no, Santiago acordó esperar a su amigo en la entrada del edificio donde vivía.

La chica ya se había ido. Suspiró, prometiéndose volver al día siguiente, aunque era probable que ella no volviera.

***

-¡Karen! -chilló el joven de cabello afro- ¿Tus amigos también vendrán vestidos de camarera?

Apenas entraron en el apartamento y Eliot ya había comenzado a molestar a la cuarentona. La madre de Santiago vestía su típico delantal de cocina.

-¿Mamá, no vas a ponerte algo más formal?

-Sí, sí -se miró la vestimenta- ¿Pueden estar al pendiente del horno?

Asintieron y luego se sentaron en el sofá. Doson comenzó a criticar la limpieza, haciendo énfasis en los papeles y plásticos de burbujas que estaban regados por el suelo, resultado de haber desempacado la nueva vajilla en el último momento. Karen pensaba poner todo en orden cuando estuviese arreglada, pero al escuchar al chico le gritó, desde el interior de su habitación, que tomara la escoba y barriera. A su hijo le ordenó poner la mesa y después cambiar las cortinas.

La señora no era la típica ama de casa que tenía todo bajo control y hacía mil cosas a la vez. Tenía muy buena sazón, eso no se le podía negar. Y tenía buen humor aunque a veces de carácter podía ser fuerte. Había pasado por un matrimonio penoso en sus últimos años con el padre de su hijo. Santiago recordaba ese tiempo: "papá comienza a menospreciar a mamá, mamá se queja, papá le grita, papá no quiere y engaña a mamá, mamá llora escondida en el closet". De esa forma un matrimonio de seis años se desvaneció bajo las firmas del divorcio. Oliver, el padre de San, se fue a vivir con una mujer más joven que él.

-¿Cómo me veo? -inquirió Karen al salir con un vestido liso de color lavanda con escote bardot.

-Cómo de treinta -recitó Eliot al mismo tiempo que su hijo decía «Hermosa»-. ¿Y bien? ¿Quiénes son tus amigos?

-¿Santi no te lo dijo? -el chico negó-. Son vecinos de este piso.

-No entiendo... ¿desde cuándo tienes amigos aquí?

La encuestada iba a replicar de no ser porque el timbre resonó. Santiago fue a atender y regresó con una caja en las manos que le habían dejado a su madre en la recepción y que el ordenanza les llevó. Santiago aprovechó los diez minutos que le quedaban, antes de la llegada de los visitantes, para darse una ducha veloz y arreglarse lo mejor que pudo.

Para cuando el reloj de pared en la cocina dio las seis y media, ya los tres estaban completamente listos para recibir a sus visitas. El timbre sonó y fue Karen quien atendió mientras los chicos aguardaban desde el comedor. La voz chillona de una mujer emocionada rasgó el silencio del lugar, le siguió la de un hombre adulto, pero al llegar al comedor tres personas se encontraban junto a la anfitriona.

Los vecinos eran Claudia, la hermana de August, el hombre que las acompañaba y Esmeralda la hija de este último.

«¿Bailarina?»

-Oye, yo te he visto antes -afirmó Eliot sin doble intención en la voz.

-¿Que tú qué? -farfulló Santiago sin despegar los ojos de la rubia, la cual se había mantenido en silencio, estupefacta por la casualidad.

***

                         

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