Capítulo 4 Mojigato.

El tic tac del reloj es lo único que irrumpe el fúnebre silencio de la habitación. Cancerbero duerme plácidamente bajo la manta, sus ojos se mueven con constancia bajo sus párpados negros, quisiera saber qué es lo que está soñando y si es más feliz que el panorama oscuro de mi cuarto. Las ramas del roble golpean el vidrio de mi ventana con un ritmo agonizante, el viento silba mezclándose con el canto del grillo que se posó en el alfeizar.

Como cada noche, el insomnio me jugó una mala pasada y decidió que no tengo derecho a dormir, que mi deber es seguir torturándome con los recuerdos.

Han pasado dos días de mi última crisis, mamá tuvo que destruir la cerradura de la puerta solamente para encontrarme desmayada y con un corte en el brazo. No era mi intención autolesionarme, lo hice de forma inconsciente, claro que ella no lo entendió así y quiere que vuelva a ver a la psicóloga.

Pues que siga queriendo, no pienso volver. Si en tres meses no pudo hacer nada, no creo que lo ahora que todo está peor.

Doy otra calada al cigarrillo, el humo inunda mis pulmones y vuelve a subir. El humo blanco sale por mi nariz y repito el ciclo. Nunca había fumado antes de su muerte, aunque él lo hacía, jamás me incitó a hacerlo, es más, decía que era lo único destructivo que hacía y que no quería que yo lo compartiera; también le fallé en eso, apenas murió mi salida fue el cigarrillo, no estoy segura si fue porque me relaja o porque me recuerda a él, sin embargo no puedo dejarlo.

Mis padres están decepcionados por eso, pero para mí eso ya no tiene relevancia. En otros tiempos cargaría con culpa, ahora las cosas son distintas.

Por eso me acabo la mitad de una cajetilla cuando el sol desenfunda en el horizonte y llena de luz las paredes. Mis ojos se quedan clavados en el vestido que cuelga de la percha en la manilla de la cómoda, Julieta me lo preparó anoche para que lo vista para ir al trabajo. Es de color amarillo vibrante, elegante y profesional. Me advirtió que el hospital es uno de los mejores y el personal debe de cumplir con un protocolo de vestimenta, simplemente asentí y dejé que parloteara hasta que se cansó y se marchó.

Bien podría no ir y mandar todo al carajo. Aún tengo los depósitos de mi anterior trabajo sin gastar, me servirán hasta que consiga un trabajo que si quiera, a demás, papá no está conforme con la decisión, según él no es necesario que yo trabajé mientras el tiene el sueldo que tiene en la constructora.

Pero ya me cansé de estar todo el día en la casa acumulando lástima por mí misma. Es hora de que salga a la calle y haga como que todo pasó, estoy hasta el cogote de que todos me miren como si fuera una niña que perdió a su madre, si lo que quieren es verme sonreír y fingir que nada pasó, lo haré. Aunque en el fondo esté rota, haré su voluntad, están cansados de mí y yo de ellos, hasta que no vean que sigo adelante no me dejarán respirar en paz.

Así que me levanto y tomo el vestido, lo dejo tirado en el basurero y voy por lo que me pondría cuando aún no conocía a Bruce.

Me cuesta encontrarlo porque en mis primeros tiempos de «rebeldía» boté todo lo que tenía y compré nuevas cosas, pero luego de un exhaustivo análisis del closet, hallo un jean de tiro alto y jersey de color gris.

Me calzo unas botas de plataforma baja, y me alzo el cabello en una coleta.

La aburrida Kiera volvió, señores.

O eso es lo que pretenderé.

Afuera seré la vivaz Kiera, la ratón de biblioteca, y ya después me ahogaré en nicotina cuando nadie me vea.

Bajo a desayunar con Cancerbero siguiendo mis pasos.

-¿Dónde está el vestido? -cuestiona mamá levantando la vista de su revista de ciencias.

-En el basurero -me encojo de hombros-. Sí lo quieres de vuelta tienes que buscarlo.

-Kiera, si estás pensando en no ir, me veré en la obligación de cancelar todas tus tarjetas...

-Voy a ir.

-No me importa que seas... ¿Qué dijiste? -Me mira con el ceño fruncido.

-Que voy a ir.

-Oh, en ese caso debes cambiarte esa ropa, ¿qué tienes puesto? -sonrío con suficiencia. Me sirvo el café bajo su mirada inquisitiva- ¿Y la chaqueta de cuero y los jeans todos rotos?

-Por ahí -respondo untando el pan con la mantequilla-. No me digas que está ropa tampoco te gusta.

-De hecho sí me gusta, este sí es tu estilo. Con el otro parecías una drogadicta en potencia.

-Que sutil.

-Es la verdad, sabes que no tengo pelos en la lengua. Me alegra que ya estés presentando cambio, estoy segura de que el doctor Logan será un buen jefe, su madre es una muy buena amiga, conozco su crianza así como sé que se llevarán bien.

-¿Quién es su madre?

-Rosamarie Walsh, la esposa del alcalde.

-¿Esa vieja arpía? -inquiero- A lo mejor es un mojigato, con semejante madre no podría ser otra cosa.

-¡Kiera! ¡Pero que es esa educación!

-¿Qué? ¿Acaso no es cierto? La última vez que estuvo aquí te refregó su fortuna en la cara y por poco no te dijo que criaste a una futura rea.

Suelta un suspiro cansino.

-Solo no le faltes al respeto a Logan, él es un buen muchacho. Dista mucho de ser como su madre.

-Ajá, él si está bueno -bromeo, aunque ni tan broma.

Ella sonríe con complicidad recordándome los antiguos tiempos en los que éramos mejores amigas. Pero de eso ya hace mucho.

-Me tengo ir -anuncio-. No quiero llegar tarde el primer día.

-Bien, avísame cuando vengas.

Alimento a Cancerbero y luego voy por mis cosas.

-¿Quieres que llame a un Uber? -me pregunta mamá antes de que me vaya.

-No es necesario, tomaré el autobús.

Al salir a la calle recibo tres mensaje de dos números desconocidos, el primero es el horario y el número de piso del consultorio, con ello deduzco que es el doctorcito. Lo agrego a mis contactos, «Doctor mojigato» será un buen nombre hasta que consiga un apodo más creativo, lo dejo en visto y voy al otro mensaje.

Apenas lo abro la imagen que me enviaron se descarga, leo lo que escribió el remitente y lo borro, bloqueo el número y salgo de la aplicación.

Tomo el bus que me lleva al hospital y veinte minutos después bajo frente al Healthy Life Hospital, dos cuadras son las que ocupa el complejo, en el medio está ubicado un edificio de diez pisos de alta tecnología destinada la salud. También es el hospital donde desperté en mi nueva realidad.

Con el corazón en la mano, ingreso al recinto. El piso lustrado de color gris resplandece como vajilla de plata, todo se ve como si fue sacado de la serie The Resident, hasta siembro cierta esperanza de cruzarme con algún Conrad Hawkins.

Voy al ascensor y presiono el botón que me lleva al cuarto piso.

No hay nadie por estos pasillos, aún es muy temprano para que se dé la primera consulta.

Mi madre debió de haberme jugado una mala broma, sabe que desde el accidente no he pisado un hospital, sabe que le tengo pavor, y mírame aquí, quiere que trabaje en uno. Por lo menos será de asistente de un clínico y no de cirujano.

No quisiera llevar la agenda de alguien que toca las tripas de cuántas personas.

Llego al número que me dijo Walsh, no sin ayuda de una enfermera ¿cuántos consultorios pueden ser B. 61? Al primero que fui era pediatría, el segundo oftalmología, espero que la tercera sea la vencida.

Canto el aleluya al ver chapa dorada que reza Logan Walsh, médico clínico. Miro la hora y constato de que llegue 20 minutos después de lo acordado. No creo que se moleste.

Golpeo la madera, mientras espero que me abra miro el escritorio y sonrío al ver mi nombre en la madera junto al portarretrato vacío.

Secretaria Kiera Venegas. No era lo que tenía pensado ser en la vida pero supongo que no siempre tenemos lo que queremos, mi sueño de ser astrónoma quedó en el último de los cajones de mi mente y ahora soy... secretaria de un doctor.

Que vueltas da la vida.

Suspiro al notar que pasaron dos minutos desde que llamé a la puerta y no recibo respuesta. Llamo una vez más.

A lo mejor el doctorcito mojigato aún no llega, de seguro su mamá le está advirtiendo de la calaña de secretaria que se consiguió.

Tres minutos y nada. Frunzo el ceño, son siente con treinta y cinco, ya era como para que llegara. Tomo el pomo de la puerta y lo giro, me sorprendo de que ceda con facilidad, me encojo de hombros y abro la puerta, si está sin seguro es por algo ¿no?

Ingreso sin mira atrás. Ojalá lo hubiera hecho.

Sobre el escritorio, una rubia de piernas largas es embestida con fuerza muestras gime como gata en celo, el que la penetra tiene los pantalones enrollados en los tobillos. Desde mi posición tengo la vista perfecta de su trasero músculo contrayéndose cada que entra y sale como un poseso. Una de sus manos está sobre el cuello de la mujer dejándola con el rostro rojo y la otra está en su cintura sosteniendo la tela del vestido.

Trago saliva al oírlo gemir. Es tan... excitante.

Pero no me va lo voyerista. Carraspeo llamando la atención de los folladores compulsivos y sonrío al ver al doctorcito girarse sorprendido por la irrupción, sus ojos son dos esferas oscuras y atrayentes, sale de la mujer y veo su polla brillar por la lubricación de ambos, la imagen dura poco porque se viste a toda prisa. La rubia se baja del escritorio con la cara más roja que cuando era ahorcada por el doctor no-tan-mojigato.

-Me dijo que venga para las 7 pm -digo ocultando la sonrisa-, debió avisarme a qué hora terminaba de follar así no los interrumpía.

-Lamento que haya presenciado esto, Kiera. Le pido una disculpa -dice con el rostro rojo. Ay, que tierno. O tal vez debo decir: sexy.

-Yo me voy -avisa la rubia, medio se peina con los dedos-. Chaíto, fue un gusto volver a verte Logan. Adiós, niña -me dice antes de pasar por mi lado.

-Adiós.

-Lo lamento de verdad. No contaba con que vendría.

-Que va, los que follan poco suelen agarrar ansias en el momento menos pensado.

Intuyo que no folla mucho para montarla sobre el escritorio donde trabaja.

Me regala una mirada que no logro descifrar. Niega resignado y me pasa una carpeta, las venas de sus manos son muy notorias, sin pretenderlo bajo la vista a su notoria erección y recuerdo que ahí también hay una buena población de venas. Que desperdicio de hombre, si tan solo tuviera otra madre...

-Ahí están los horarios -explica, levanto la mirada porque estoy segura de que me pillo mirando donde no debía-, de ahora en más será usted la que agende las consultas y lleve los horarios. Me pasará la lista cada mañana y me anunciará a cada paciente.

-De acuerdo. ¿Qué hora es el almuerzo?

-A las 12, una hora después reanudamos el trabajo, debe estar aquí puntualmente. El horario de salida es a las 6 pm, o en caso de que se alargue la última consulta, 6 y 30 pm.

-Bien, ¿otra cosa?

-Sí, no recibo llamadas personales a menos que sean de suma urgencia, de ser así me da la información y luego determino si me pasa o no la llamada.

-Entiendo.

-Eso es todo, la notebook está en el primer cajón del escritorio, aquí tiene la llave -recibo el juego de llaves-, ahí también está la del consultorio, por si llega antes que yo, cosa que no creo que ocurra. Póngale la contraseña que quiera a la computadora.

-Okey. Si no tiene más que decirme, lo dejo. -Asiente conforme- ¿Me permite un consejo?

-Claro -sus ojos esperan expectantes.

-Bájese eso -apunto su entrepierna-, no querrá tener las bolas azules durante toda la mañana.

Endurece la mandíbula y asiente. Se ve caliente estando enojado, creo que será mi nuevo pasatiempo.

-Gracias por preocuparse -espeta.

-No hay de qué -sonrío cínica.

Salgo al exterior y ocupo mi escritorio sin perder la sonrisa hasta que llegan los primeros pacientes.

            
            

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