SABRINA
-Bonsoir, Piero... -respondí, cuando el habla regresó a mí y el hombre, sin dejar de verme a los ojos, se recostó sobre mi cuerpo y rozó su mejilla con la mía, deslizando sus dedos sobre los míos para tomar el asa de mi maleta.
-Sería un placer ayudarte con tu equipaje -dijo a mi oído, mientras volvía a incorporarse en su mismo sitio, frente a mí.
-Gracias -fue lo único que pude decir.
-Cuñada, Piero te llevará al departamento donde te quedarás durante este tiempo. Claro, si no te importa -dijo Lucio, cortando mis pensamientos pecaminosos con el hombre que tenía a escasos centímetros.
De inmediato comprendí aquel juego en el que deseaban cayera, dando por hecho que todo se trataba de una tonta trampa del demonio de mi hermana.
-Por supuesto que no, querido cuñado -repliqué, viéndolo desafiante-. ¿Vamos? -me dirigí a Piero y él asintió, caminando a mi lado.
Llegamos hasta donde se encontraba su coche y metió mi equipaje en el maletero, abrió la puerta para mí y subí, para que luego él hiciera lo mismo.
-Dime por favor, que no te prestarás al absurdo juego de mi hermana -lancé sin rodeos y Piero sonrió de lado, completamente divertido.
-Cuando te vi, supe que sería imposible engañarte. Eres hermosa, y si sigues soltera; además eres demasiado inteligente -dijo con sinceridad y sonreí.
-Gracias por el cumplido, pero no siempre fue así... la experiencia hace que tomemos ciertas posturas, que formemos algunas barreras y sepamos escoger las máscaras que utilizar, de acuerdo a las circunstancias, querido Piero.
-No sé demasiado de barreras y máscaras... creo que por esa razón, estoy solo -bromeó, arrancando el coche y pisando el acelerador.
-No es lo que dijeron de ti -respondí.
-Con que te han lanzado pistas de mí... -dijo divertido-. Creo que a tu hermana y a Lucio, les falta algo más de creatividad para montar estas cosas.
-Estoy de acuerdo -afirmé con la cabeza-. ¿Me dirás exactamente qué pidieron?
-Básicamente, que tuviera un romance contigo -respondió sin vueltas y no pude más que sonrojarme-. Al principio me negué, pero ahora creo que cometí un gran error -dijo despacio, con ese acento sensual que mojaba de nuevo mi braga.
-Si has dicho que no; ¿por qué estás aquí? -pregunté acalorada.
-Por lo que dijo Lucio; llevarte al departamento que ocuparás.
-Podría haber tomado un taxi, no te hubieras molestado.
-No es molestia, créeme. Además, Lucio no dejaría que te fueras sola y él vive del otro lado donde tú te quedarás, y casualmente, vivo en el mismo edificio. No me costaba nada hacerle ese favor.
-Ya veo... gracias.
-No tienes que agradecer, es un placer. ¿A qué te dedicas? -preguntó con interés y sonreí.
-Creí que Alison ya te había puesto al tanto, hasta de mi color favorito -bromeé y negó-. Me gradué en periodismo y elaboro artículos en una revista de modas -mordí mi labio inferior, mientras el me veía confundido-. No es tan malo como parece...
-¿Por qué debería de serlo?
-Por tu mirada, creí que te pereció ridículo.
-No debes dejarte llevar nunca por las apariencias, Sabrina. Sí, admito que no me esperaba que trabajaras en una revista de modas... pero porque tienes pasta de abogada, no porque me resultara ridículo -aclaró de inmediato y asentí von una sonrisa de boca cerrada.
-¿Y tú? ¿Cómo te ganas la vida?
-Soy arquitecto. Lucio y yo somos socios -respondió.
-Nos ha dicho que viajará a Dubái en poco tiempo...
-Sí. A nuestra constructora le ofrecieron un proyecto muy importante y él lo encabezará. Creo que una de las excusas para casarse con tu hermana lo más pronto posible, es esa. Sin embargo, lo conozco desde que usaba pañales y estoy seguro que de todas formas, hubiera tomado esa decisión sin mucho rodeo.
-Parece un buen hombre y mi hermana es distinta a su lado -dije con ternura y él afirmó.
-Si me lo preguntas, Lucio es un gran partido para cualquier mujer. Tanto por su nivel económico, como por su gran corazón.
-Por favor, ¡díselo a mi padre cuando venga para la boda! -reí, recordando su sarcasmo cuando conocimos a Lucio. Piero frunció el ceño confundido.
-¿No le cae bien a tu padre? -preguntó y negué.
-No es eso... solo tiene miedo que Alison salga lastimada por algo que ocurrió en el pasado conmigo.
-¿Sería demasiado indiscreto de mi parte, preguntar qué sucedió?
-De todas maneras, alguna vez te enterarás por Alison, o cuando las locas de mis amigas lleguen para la boda -intenté aparentar indiferencia-. El caso es que, el día de mi boda huí de la iglesia... -confesé, desviando la vista.
-Huir a tiempo, no es de cobardes -respondió y sonreí-. ¿Por qué lo hiciste?
-Porque hubiera sido demasiado cobarde como dices, si seguía con aquella farsa. El hombre con quien me iba a casar, no me amaba y ya había desperdiciado demasiado tiempo con alguien que no me merecía. Soporté muchos engaños, concedí muchos perdones y creo que decidí a tiempo, quererme más a mí misma, antes que a los demás.
-Entonces te engañó... -murmuró y suspiré.
-Más veces de las que recuerdo, pero hacerlo a minutos de casarse conmigo, fue la gota que colmó el vaso -tragué con dificultad, recordando aquello. No porque siguiera doliendo, sino porque me sentía una completa estúpida.
-¡Imbécil! -lanzó molesto-. Jamás comprenderé el motivo de las personas para mentir, cuando no hay razón. No creo que hubieras puesto una pistola en su cabeza para que se casara contigo y no tuvo ninguna necesidad de hacer lo que hizo, un día tan importante.
-Ya ocurrió y es algo que no se puede borrar. Mi estigma ante las personas que presenciaron aquello, es ser una novia tonta que desperdició un gran partido por una aventura sin importancia.
-Creo que te ha hecho un favor... de no descubrirlo en tu boda, tal vez hubieras cometido el error de casarte y ser infeliz con el hombre más estúpido del mundo -sonreí y el me imitó-. Llegamos.
Aparcó frente a un edificio imponente de rasgos clásicos, que para nada tenía que ver con los modernos rascacielos de Los Ángeles o Nueva York. Tampoco parecía un proyecto nuevo, sino más bien, en proceso de restauración o algo parecido. Se notaba que le faltaban algunos detalles, pero eso no dejaba de hacerlo ver impresionante. Bajé del coche, recorriendo con los ojos tan majestuosa obra. Comenzaba a caer la noche y las luces regalaban a mis ojos un paisaje nunca antes visto. Di una vuelta completa, admirando todo lo que me rodeaba, absolutamente maravillada.
-¿Te gusta? -preguntó Piero y moví la cabeza afirmando-. Es un edificio del siglo dieciocho. Cuando me lo ofrecieron, no dudé un segundo en comprarla y llevo aproximadamente un año con la restauración. No quise se me escapara ningún detalle que pudiera quitarle su esencia histórica y clásica.
-Realmente es impresionante -respondí absorta. Las veces que había ido a París, no tuve la oportunidad de conocer la ciudad, porque el trabajo lo impedía.
-¿Tu primera vez en París? -preguntó Piero y me volteé a mirarlo, negando.
-No, pero es como si lo fuera. Las veces que vine aquí, fue por trabajo y jamás me había tomado la molestia de conocerlo.
-Debemos remediarlo -dijo-. Para comenzar, ésta zona se llama Ternes y es uno de los barrios residenciales más lujosos de la ciudad. Lo que lo hace especial es que conserva todos sus matices clásicos.
-Como éste edificio... -susurré.
-Como éste edificio -respondió-. Entremos; te enseñaré el apartamento que ocuparás.
Al ingresar, me sorprendí que de todos modos, además de la escalera imponente, tuviera elevador.
Piero me guió hasta el piso cinco y abrió una de las dos puertas que se encontraban dispuestas una frente a otra. El espacio era amplio, de paredes blancas, pisos de madera, techo con molduras y una lámpara colgante frente al elevador.
-Pasa, Sabrina -invitó y sacudiendo la cabeza, lo seguí.
Era poco decir lo impresionada que había quedado. Al ingresar al piso, noté que contaba nuevamente con impresionantes molduras de techo, el suelo era de madera y una preciosa vidriera situada en la zona del comedor, ofrecía una maravillosa vista. El apartamento estaba decorado con cuidado, con una colección única de obras de arte y muebles de estilo clásico.
Caminé, admirando cada detalle con una sonrisa. Los ambientes del estar y el comedor se dividían con puertas corredizas de madera tallada y cristales. Todo era de un blanco impoluto y en el centro de cada espacio, colgaba una araña de bronce que iluminaba lo justo.
-Esta será tu habitación -volvió a hablar Piero, llevando mi equipaje hacia un pasillo amplio donde también habían dos puertas blancas dispuestas una delante de la otra. Abrió una de ellas, dándome acceso a una enorme alcoba con el mismo estilo que todo el lugar: paredes blancas, techo del mismo color con las ya características molduras en el techo. El piso en este caso, era de mármol blanco decorado con una alfombra persa al pie de la cama de madera. Conservaba el mismo estilo que los demás ambientes, cuadros y muebles clásicos, una araña sobre la cama y cortinas bordó, que le daban calidez al lugar.
-¿Te gusta? -preguntó el hombre y me tiré de espaldas sobre la cama, completamente feliz-. Creo que eso es un sí -dijo satisfecho y afirmé, incorporándome hasta quedarme sentada en el borde.
-Es impresionante, Piero. No puedo estar más sorprendida por la combinación; es clásica y lujosa. Debe costar una fortuna hospedarse aquí una noche.
-Aunque conserve el encanto de lo antiguo, no le faltan las comodidades modernas y está equipado con una cocina completamente actualizada con todos los electrodomésticos que necesites para cocinar, una lavadora, una secadora y si algo te hace falta, solo marca mi número. Te lo dejé anotado al lado del teléfono -señaló la mesa de noche de estilo victoriano y asentí-. En cuanto al costo, debes tener en cuenta que esta zona es uno de los distritos residenciales más lujosos de París. Además, tiene un tráfico turístico limitado, lo que lo convierte en el lugar perfecto para vivir como un verdadero parisino... algo que realmente necesitas tú, para conocer verdaderamente la ciudad.
-Me faltaría el guía turístico... -bromeé y Piero hizo una reverencia, aludiendo que sería él.
-¿Tienes apetito? -preguntó.
-Realmente no. Estoy agotada y me gustaría descansar -respondí.
-Me parece bien -dijo, recostado en el marco de la puerta con los brazos cruzados-. El apartamento de enfrente es mío; puedes tocar si te ofrece algo.
-Lo tendré en cuenta y muchas gracias -dije sincera y el asintió, caminando hacia la salida.
Lo seguí de inmediato y cuando salió del lugar, me acerqué a la puerta para cerrarla. Piero se volteó y caminó despacio hasta mí, besando la comisura de mis labios.
-Bonne nuit, Sabrina. Te veo mañana -se volteó, metiéndose sin más al apartamento de enfrente.
Por un momento me quedé suspendida, intentando comprender como de un momento a otro, este hombre consiguió que atravesara por estados de ánimo que hace tiempo no experimentaba. Primero la impresión cuando lo conocí, después la melancolía al revelarle algo tonto de mi pasado. Me ruboricé como una chiquilla con su cumplido, impresionándome como nunca antes lo habían hecho desde aquel patán.
Suspiré, cerrando la puerta y recostándome en ella porque comenzaba a entender el motivo por el que Alison lo escogió, y por esa misma razón debía andarme con cuidado para no caer en la treta de ese pequeño demonio.
***
En la mañana, los incesantes golpes en la puerta y el sonido de la campana, aturdieron mi preciado sueño. Me llevé una almohada sobre la cabeza, tratando de ignorar los ruidos, hasta hacerme la idea de que debía despertar. Suspirando con frustración, salí de la cama con una camiseta morada de letras amarillas con el logo de Los Ángeles Lakers; el equipo de baloncesto.
Abrí la puerta bostezando y entrecerrando los ojos, topándome con Alison y Piero... quien me vio sorprendido de pies a cabeza.
Alison sonrió con malicia y enarcó una ceja y comprendí que se debía a mi atuendo. La camiseta llegaba hasta mis caderas y solo llevaba puesta ropa interior negra de algodón.
Mis mejillas de inmediato se tiñeron y noté como Piero no desviaba sus ojos de mis piernas, incomodándome por completo.
-Buenos días, Sabrina... -canturreó Alison, con dos vasos de café humeante y una sonrisa de recién follada.
Pasó por mi lado, dejándome sola delante de Piero y este carraspeó, intentando fijar sus ojos en mi rostro y no en una parte que no debía haber visto. Mi rostro ardía por la vergüenza y lo mejor que pude hacer, fue regresar corriendo a la alcoba para ponerme algo que me cubriera.
Desarmé la maleta como una demente, tomando un pantalón deportivo. Me lo calcé y luego salí, abochornada al comedor donde Alison estaba acomodada junto con Piero.
-Buenos días... -musité con las mejillas ardiéndome aún-. Lo siento -dije mirándolo y él solo negó con una sonrisa.
-Buenos días, Sabrina -volvió a decir Alison, entornando sus ojos y yo rodé los míos-. ¿Cómo dormiste?
-¡Cómo un bebé! -respondí divertida, saliendo del apuro-. La cama me hechizó... dormí como hace mucho tiempo no lo hacía.
-Estoy segura que sí -replicó Alison, y supe que se refería a que casi nunca paraba en mi departamento en las noches-. Hoy tengo muchísimos pendientes y necesito que me acompañes -dijo con ilusión y asentí-. Ve a ponerte bonita mientras preparo el desayuno para los tres -acotó.
-A mí se me hace tarde, tengo una reunión en pocos minutos -se disculpó Piero, poniéndose de pie. Mis ojos no pudieron evitar evaluarlo porque se veía bastante bien; unos vaqueros, una camisa que hacía juego con el color de sus ojos y se adhería a su cuerpo, y una chaqueta negra-. Nos vemos más tarde -se despidió y yo solo lo vi decepcionada. Alison, quien se había puesto de pie, me dio un codazo para que lo acompañara y sacudí la cabeza, siguiéndolo.
Ya en la puerta, tuve el valor de disculparme.
-Disculpa mis fachas, Piero. Cuando no accedí a quedarme con Alison en casa de Lucio, fue justamente por estas cosas -bromeé.
-No tienes por qué disculparte. Oí la campana demasiadas veces y me asomé para ver que ocurría.
-Alison es así de intensa... lo lamento.
-Yo no... -replicó, confundiéndome-. ¿Quieres cenar conmigo esta noche? -preguntó, cambiando abruptamente de tema.
-Claro...
-A las ocho paso por ti -dijo, acercándose otra vez como en la noche, para darme un beso en la mejilla-. Te llevaré a un lugar especial.
-Estaré lista para esa hora.
-Nos vemos, Sabrina.
-Nos vemos, Piero -dije como tonta, mientras él se perdía en el elevador.
-Es encantador, ¿cierto? -dijo Alison, recordándome que Piero no estaba disponible para mí. Él no.
-Lo es, pero solo está siendo amable por Lucio. Así que, sácate esas absurdas ideas que se están formando en tu loca cabecita, porque no caeré en sus brazos.
-No es lo que pareció... -replicó y negué-. ¡¿Por qué, Sabrina?! Piero es el hombre perfecto para ti.
-Si me acuesto con él, no será más que eso y lo sabes. Además, no quiero... -me quedé sin palabras.
-¿Enamorarte?
-No quiero involucrarme con nadie, nena. Entiéndelo; jamás tomaré un compromiso con nadie, no podría confiar en ningún hombre después de todo lo que viví.
-No todos son iguales.
-Para mí, todos lo son, Alison.
-¿Hasta Piero? -preguntó con esperanzas.
-Incluso él -afirmé-. Puede que sea el príncipe soñado de muchas. Es un caballero, es educado y atractivo, pero hace mucho dejé de creer en los cuentos de princesas. Ya no insistas y ya no lo quieran involucrar en estúpidos complots del que no quiere participar.
-Pero yo solo quería ayudarte...
-No lo necesito, Alison. Estoy bien con la vida que tengo y además, no es momento de pensar en mí sino en ti y en tu boda. Ya deja de planear absurdos y céntrate en lo que verdaderamente importa.
-Está bien... pero no puedes negar que hace un momento, te devoró con sus ojos y a ti te gustó... -volvió a decir y suspiré negando, mientras la dejaba hablando sola e iba a escoger que me pondría.
***
El día trascurrió entre visitar pastelerías, escoger las flores y enviar las invitaciones. Además de elaborar la lista de regalos e ir a la primera prueba del vestido.
Si bien no me agradaban esas cosas, hacerlo con ella me había hecho feliz porque la veía muy ilusionada. Sus ojos brillaban, pedía mi opinión en todo, cosa que jamás había hecho. Llamaba a Lina si tenía alguna duda, y todo porque quería que fuera perfecto el mejor día de su vida.
Llegué agotada y en la entrada del apartamento me quité los zapatos, cayendo como un saco de papas en el sofá. Sin embargo, el reloj sobre la mesita de al lado me alarmó, porque faltaban cuarenta minutos para las ocho.
De prisa, me di una ducha y escogí un vestido negro de corte clásico, con escote en V y mangas en los hombros, que me llegaba a las rodillas, ajustándose a mi cuerpo.
Recogí mi pelo, dejando algunos mechones sueltos y maquillé lo más natural posible mi rostro. No deseaba parecer desesperada por llamar la atención ante Piero.
Unos tacones negros y un ridículo negro completaron mi outfit. Me miré al espejo y me sentí conforme con lo que veía, cuando oí la campana sonar y fui de inmediato a abrir.
Del otro lado estaba Piero, arrebatador, con un traje azul noche y una camisa blanca. No llevaba corbata y tampoco le hacía falta. Fue cuando agradecí haber escogido el color negro, porque era evidente que iríamos a un lugar demasiado formal.
-Hola... -dije apenas, intentando que la voz me saliera de manera normal y no dejar en evidencia que me había impresionado con su aspecto.
-Bonsoir, Sabrina. Estás exquisitamente bella -replicó con un brillo especial en los ojos y sentí como mi pulso se aceleraba-. ¿Vamos? -preguntó, ofreciéndome su brazo y lo tomé gustosa.
-Vamos.