Una Soltera en Apuros
img img Una Soltera en Apuros img Capítulo 5 CAPITULO 4
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Capítulo 6 Evitándolo img
Capítulo 7 UNA DESPEDIDA DE SOLTERA CON CONSECUENCIAS... img
Capítulo 8 ¿UN MATRIMONIO img
Capítulo 9 UN PASADO TORMENTOSO img
Capítulo 10 NADA ES FÁCIL img
Capítulo 11 UNA OPORTUNIDAD img
Capítulo 12 UN PLAN BIEN FRAGUADO img
Capítulo 13 EL PASADO REGRESA img
Capítulo 14 SIGUIENDO EL PLAN img
Capítulo 15 CONFESIONES img
Capítulo 16 LA PRUEBA DE AMOR img
Capítulo 17 JASON img
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Capítulo 5 CAPITULO 4

Una velada exquisita y una terrible decepción

SABRINA

El trayecto hasta el restaurante duró unos cuarenta minutos, en los que nos adentramos en una especie de bosque llamado Bois de Boulogne. Piero me dijo que el establecimiento funcionaba en un pabellón de Estilo Segundo Imperio, que se caracterizaba por la suntuosidad y policromía, en la que se buscaba demostrar riqueza, mediante el oropel y el relumbrón, conservando solo lo más ostentoso y radiante.

El estilo había nacido durante el imperio de Napoleón III y se debía a la obsesión de la emperatriz Eugenia, por el estilo de Luis XVI y María Antonieta. Me dio algunas clases magistrales de estilos arquitectónicos, detonando la pasión que le profesaba a su profesión.

Me sentí bastante a gusto en su compañía, y aunque no había entendido demasiado algunas explicaciones, mi mandíbula casi cae por el piso al tener delante tan majestuosa obra de arte.

-Llegamos -dijo él, bajando del coche y rodeándolo para abrirme la puerta-. Este es el restaurante Le Pré Catelan. Bienvenida, Sabrina y espero haberte sorprendido.

Y vaya que lo había hecho porque lo que tenía delante parecía un palacio de tres plantas, de un exquisito diseño que deslumbraría a los ojos de cualquiera.

-No muchas veces me han sorprendido, pero déjame decirte que te has colocado en el primer lugar de mi lista -respondí, tomando su brazo para ingresar al lujoso local.

Nos recibió un hombre de unos cincuenta años, que al parecer, era conocido de Piero, y nos guió a un salón de lujo.

Lo primero que había llamado mi atención, fue el techo adornado por frisos y los pilares de mármol. El piso estaba cubierto de punta a punta por tapices en distintos tonos verdes y marrón. En el centro del salón, colgaba una araña estilo candil candelabro que iluminaba el espacio con tenuidad. La decoración era impecable y la mesa que nos tocó, simple y elegante, con manteles de seda plata y cubre de color blanco, adornado por un pequeño arreglo de flores.

Piero corrió mi silla y tomé asiento, para luego hacer lo mismo delante de mí. Escogió un vino que recomendó el maître y nos enfrascamos en una cálida conversación hasta que llegaron los platos que degustaríamos.

Con seguridad podía decir que había pasado una de las noches más maravillosas de mi vida, con alguien con quien no debía terminar en la cama. Aunque conocía a Piero desde apenas ayer, era como si lo hiciera de toda la vida por lo fácil que me resultaba ser yo misma con él.

Debía aceptar, que la mujer que se había quedado en Los Ángeles, solo era una fachada de utilizaba para no caer de nuevo en las trampas del amor y terminar sufriendo como lo hice una vez. Si eso ocurría, no sabía con certeza si podría reponerme de nuevo y la vida de excesos que llevaba, era una excusa para llenar un gran vacío que en el fondo sentía.

-Creo que fue uno de los momentos más agradables que he pasado en mi vida -dije, cuando nos retiramos y Piero conducía de regreso al apartamento.

-Me alegra que sea así, y creo que podríamos recrear más momentos como este, antes de que regreses a Los Ángeles -respondió, logrando que sintiendo cierta melancolía.

-Dependerá de Alison y su agenda.

-Lucio dijo que tenías vacaciones pagas por tres meses...

-Pues Lucio mete muchos sus narices donde no lo llaman y empiezo a comprender el motivo por el que se lleva de maravillas con mi hermana -bromeé y ambos reímos.

-¿No te gustaría quedarte después de la boda? -preguntó, desconcertándome por completo-. Podría enseñarte lugares que jamás habías imaginado pudieran existir. Creo que durante los preparativos de la boda, no verás nada comparado con lo que me gustaría enseñarte.

-Realmente no lo había pensado... -fue mi respuesta-. ¿Por qué lo harías?

-¿Por qué lo haría? -repitió, frunciendo el ceño.

-Sí -dije-. Por qué querrías que me quedara más tiempo.

-Porque realmente me gustaría que conocieras París... como se debe. Además, me encantaría conocerte un poco más. Me caes bien, Sabrina, y no hay nada de malo en que seamos amigos. Tal vez en un futuro, puedas ser tú quien me enseñe la ciudad donde vives...

-Podría ser -respondí con una sonrisa.

-Piénsalo, al menos.

-Prometo que lo haré -dije, cuando Piero aparcó el coche porque habíamos llegado.

En la puerta del apartamento que ocupaba, tomó mi mano y besó mis nudillos, logrando que algo se removiera en mi estómago.

-Gracias por la compañía. Hace tiempo no me sentía tan a gusto con alguien -mencionó y me sonrojé.

-Igual yo... gracias por la exquisita velada -agradecí, con la intención de entrar. Sin embargo, Piero tiró de mi mano, acercándome más a él.

Lo miré a los ojos, completamente aterrada. Él me miraba serio, como si buscara descubrir algo en mi iris marrón. De improviso, sentí como sus manos se afianzaban a mi cintura y su aliento comenzaba a acariciar mi rostro. Cerré los ojos, expectante, cuando sus labios con suavidad cayeron sobre los míos.

Ni siquiera pude reaccionar o responderle, aunque de todas maneras, fue un beso casto que duró unos segundos.

Al separarse sus labios de mi boca, sonrió apartando un mechón de pelo de mi rostro. No quería abrir los ojos, no deseaba verlo porque tenía miedo de comenzar a sentir cosas que no debía.

-Abre los ojos, Sabrina -susurró, con su aliento cálido acariciando mi piel de nuevo.

Abrí mis párpados y me vio con seriedad.

-Lo lamento, pero no pude resistirme. Eres hermosa, con esta piel sedosa de un inusual matiz -pronunció, mientras acariciaba con sus dedos mi brazo-, unos preciosos ojos que revelan el daño que te han causado, pero también la sinceridad de tu corazón. Perdona por no poder evitar probar esta boca perfecta, sonrosada y carnosa que llevas.

-Piero... no estoy lista para esto -respondí en un susurro.

-Y según tú, ¿qué es esto? -preguntó.

-No lo sé...

-¿No te gustaría descubrirlo?

-No estoy lista para involucrar a mi corazón en un experimento... no quiero salir lastimada.

-Solo debes dejarte llevar y todo caerá en su sitio. No es tan difícil.

-No, Piero. Tú lo haces sonar demasiado fácil. No me conoces ni yo a ti, ¿qué sentido tendría?

-Precisamente ese sentido... llegar a conocernos.

-¿Y no podríamos hacerlo solo como amigos? -pregunté, mirando esa boca apetecible que se humedecía con su lengua.

-Sabes que una amistad entre los dos sería insostenible... Estoy seguro que sientes la tensión entre nuestros cuerpos y que ser solo amigos, sería dilatar un poco las cosas. Pero de todos modos, lo haremos a tu manera. Prométeme que te quedarás un tiempo más, luego de la boda -volvió a tomar mi mano, besando nuevamente mis nudillos.

-Está bien, Piero. Lo haré -respondí y besó esta vez mi mejilla.

-Bonne nuit, Sabrina.

-Que descanses.

Crucé la puerta, cerrándola y recostándome en ella. Mis dedos viajaron a mis labios y una lágrima rodó por mi mejilla.

Alison tenía razón y Piero era el hombre perfecto, pero no quería arriesgarme de nuevo. Tal vez el tiempo, como bien dijo, coloque cada cosa en su sitio y esto pudiera funcionar. Tenía razón al decir que una amistad a largo plazo sería insostenible, pero de todas maneras si no lo intentaba, jamás sabría que hubiera podido pasar.

Negué con la cabeza y fui a quitarme el vestido, desmaquillé mi rostro y me calcé una de las tantas camisetas de los Lakers que utilizaba de pijama.

Metida bajo las cobijas, comprendí que Jason había hecho añicos mi autoestima en el plano amoroso. Con todo lo que me había hecho, rasgó una profunda herida, dejando la cicatriz de la inseguridad, latente siempre.

Tentada por las palabras de Piero, me puse de pie y encendí la lámpara, yendo hasta el espejo del tocador para mirar mi reflejo.

Indudablemente era hermosa... tenía los rasgos de mi madre y la piel de mi padre: suave y dorada, que parecía bronceada casi siempre. El pelo oscuro, los ojos marrones y una silueta envidiable.

¿Pero y mi corazón y mi alma?

Por dentro me sentía frágil ante la posibilidad de una relación seria después de haber sido víctima de tantas mentiras, de tantos engaños. Y aunque a veces pensaba que intentarlo no estaría mal, siempre me retractaba y volvía a las noches vacías con el hombre de turno.

Ni siquiera recordaba el rostro, mucho menos el nombre del último tipo con el que me hube acostado. En esos encuentros, intentaba llenar un hueco que al parecer, quedaría vacío para siempre.

Me había tirado a muchos hombres que ni siquiera reconocería a alguno si me lo cruzara, pero de la misma manera, ninguno consiguió hacerme sentir algo más que pasión y arrebato. Sin embargo, tampoco sabía cómo enfrentar mis miedos y salir del pánico de iniciar una relación formal, pero: ¿quería pasar así el resto de mi vida?

Jamás me había planteado esa pregunta durante estos últimos cinco años, y con la aparición de Piero, al que conocía apenas hace cuarenta y ocho horas, he atravesado por cosas que no creí volvería a pasar en mucho tiempo.

Suspiré, regresando a la cama porque él tenía razón: era imposible disimular el magnetismo que sentían nuestros cuerpos desde el momento en que nos vimos en el aeropuerto. Me gustaba, a pesar de saber que no debí haberlo dejado besarme, me gustaba y estaba segura que lo mejor que podría hacer si no deseaba sufrir, era alejarme porque tenía la certeza de que si me involucraba con un hombre como él, estaría completamente rendida y el golpe sería aún más duro si terminaban mal las cosas.

***

A tempranas horas, Alison ya me había arrastrado a las calles comerciales de París. Ella deseaba alquilar un salón de eventos para el banquete nupcial, pero su suegra convenció a Lucio de hacerlo en el jardín de la mansión donde vivían. Luego de hacer algunas compras que solo le servían de catarsis, la acompañé a casa de Lucio y sus padres para conocer el lugar donde vivía. Nuevamente quedé sorprendida por la majestuosa casa y es que los parisinos parecían tener un gusto impecable del arte.

La casa, a diferencia de lo que creí, era de estilo moderno, dividida en tres plantas. Un césped bien cuidado rodeaba el caminero que llevaba a la entrada principal.

-Tu familia política al parecer, se baña en dinero -susurré para que solo Alison me oyera.

-Eso no les quita lo estirados -replicó mi hermana y fruncí el ceño.

-¿Ocurre algo, Alison? -pregunté preocupada y ella negó.

-El padre de Lucio es encantador y su madre, aunque también ha sido educada conmigo, a veces es como si hubiera preferido que su hijo se casara con una mujer de aquí y de su misma condición social.

-¿Te lo ha insinuado?

-No, pero la hermana de Lucio, a quien no le caigo para nada bien, lo ha mencionado algunas veces.

-No te dejes llevar por lo que digan. Al fin y al cabo, después de la boda se irán lejos y podrán vivir tranquilos. Además de que ese tiempo les servirá para darse cuenta lo especial que eres, Nani -acaricié su espalda y ella asintió poco convencida-. ¿Estás segura que deseas casarte?

-De eso no tengo dudas, Sabrina. Solo que me siento incómoda con esa mujer haciendo comentarios despectivos sobre mí. Ni siquiera nos conoce.

-Solo debe ser una niña consentida y caprichosa que te tiene envidia. Sabes que nuestra familia es una de las mejores en nuestra pequeña ciudad y tienes hermanas muy exitosas... -dije para animarla y ella sonrió al fin-. Ignórala y pasemos el tiempo fuera, para que no tengas que soportarla todo el tiempo -sugerí.

-Es preciosa, no tiene nada que envidiarme. Es rica y está comprometida, según ella con un exitoso empresario neoyorquino, que creo a Lucio no lo termina de convencer y presiento, que como él no ve con buenos ojos su compromiso, solo quiere fastidiarnos. Pero eso no quita que me sienta mal con sus comentarios.

-Con más razón; ignórala y compórtate como si nada con tus suegros. Hazlo por Lucio y por la paz de tu matrimonio, nena. ¿Está bien?

-Está bien, Sabrina. Gracias por estar aquí -replicó y solo pude abrazarla deseando que todo pasara rápido para que se marchara con Lucio a Dubái.

Entramos a la casa y nos recibió una mujer muy amable, de finos rasgos, que para nada parecía el tipo de persona que despreciaría a alguien por una estupidez como la insinuaba la hermana de Lucio. Recorrimos el jardín y convencí a mi hermana de que era un precioso lugar y que con el verano encima, era una gran idea. Su suegra me lo agradeció y por cómo veía a Alison, supe que su cuñada solo la quería molestar y que estaba mintiendo.

Gracias a Dios, las horas pasaron rápido, mientras el organizador de la boda iba intercambiando ideas con ella y su suegra. La noche estaba a punto de caer, por lo que decidí era tiempo de irme aunque Lucio llegó y me invitó a quedarme para la cena. Decliné educadamente su oferta y cogí un taxi para regresar al apartamento.

Cuando iba a bajar del coche, vi a una pareja discutiendo en la entrada del edificio y la decepción presionó tanto mi pecho cuando noté que el hombre, que ahora abrazaba a la mujer, era nada más y nada menos que Piero.

-Mademoiselle, ¿es aquí? -preguntó el chofer, quien esperaba nada más que su pago.

-Sí, lo siento... tome -le pasé el dinero y me quiso regresar el cambio-. Quédeselo -dije como pude porque me sentía descompuesta-. ¿Sería mucho pedirle que aguarde un momento más? Hasta que aquella pareja se marche -expliqué.

-No hay problema -respondió y aguardamos unos minutos más, hasta que Piero la acompañó hasta su coche y la mujer se marchó.

Cuando él también se perdió dentro del edificio, bajé y con prisa ingresé para subir por las escaleras. Al entrar al apartamento, solo pude agradecer que hubiera visto aquello antes de que ocurriera algo más entre nosotros, pero en la soledad de mi cama, sentí cierta tristeza porque en verdad me habría gustado que todo lo que había dicho en la noche, hubiera sido verdad.

                         

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