Capítulo 4 La estación de los sueños

La luna será mi eterna acompañante, y lo será porqué ella estuvo presente todos los días que nos amamos. Estuvo tan presente siempre y ella misma me grito que tú me amabas, pero nunca me di cuenta.

El día que Sofía me dijo que yo te gustaba mi mundo se detuvo, y por primera vez en mucho tiempo volvía a girar en la dirección correcta. Estaba tan ansioso de irte a ver, y cuando contestaste mis cartas y me citaste al día siguiente en el andén de tu estación, salte de mi cama y me dispuse a dar la mejor versión de mi.

¿Recuerdas aquel primer beso, Fernanda?. Y ese miedo que sentimos cuando creímos que tus padres nos habían visto del otro lado del andén. Todavía puedo recordar la sensación que sentí cuando tus labios tocaron los míos, cuando me dejaste leerte a fondo y pude perderme en tus versos y en tus historias sin fin.

¿Recuerdas como te cuide ese día rumbo a la escuela?, fue una locura por qué ninguno de los dos cruzamos palabra alguna, ni siquiera sabíamos nuestros nombres completos. Nada de eso hacia falta por qué tú ya eras todo lo que mi vida necesitaba, sin saberlo había encontrado a la mujer que ví en mis sueños durante 16 años.

- Vas bien ahí, no quieres que me haga más para la orilla? - te pregunté.

- No, voy bien. - respondiste nerviosa.

El espacio era reducido y pensé que te incomodaba.

La realidad era que tú y yo estábamos perdidos en nuestros sueños y no podíamos sacarnos ese beso de nuestras mentes. Solamente esperaba el momento en que el tren se detuviera y bajáramos de el para poderte besar y perderme en el éxtasis que tus labios me provocaban.

2

El director me ha pedido escribir un libro para el, uno que estuviera lleno de buena literatura y que le asegurara un premio y un pase directo para salir de éste acogedor lugar.

- Marín, ¿Cómo va con su enamorada, le ha respondido está semana? - preguntaba al verme.

Siempre que me citaba en su oficina decía lo mismo, se burlaba de mí, Fernanda.

El director me ofreció algo que, por un momento, me hizo pensar que aún había una solución.

- Amigo Marín. - empezó - si usted me escribe ese libro, y se empeña en el como si aquella obra fuera para su amada, yo mismo daré la orden para que le liberen de aquí.

- Se nota que quiere salir de aquí....- señalé -

El director se echó a reír y con una mirada fría, volvió a insistir.

- Si usted logra que ese libro sea el mejor y llegue a manos del presidente, le sacaré de aquí. Y si no, váyase acomodando bien en su catre, por qué estará aquí de por vida.

- Está bien. - declaré, rendido y sin más que perder.

Mi boleto para ir a verte estaba frente a mi, y no iba dejar que se escapara.

Empezaré a hacer su libro, pero no olvidaré escribirte Fernanda, tendrás mi carta cada fin de semana, como siempre.

Te amo, para siempre y por siempre.

Carlos Marín

            
            

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