Hoy es otro día normal, un día más y aún no acaba el mundo. El libro que el director me pido está saliendo bien, pase todo el fin de semana escribiendo, no reparé en dormir y tampoco en salir a comer. Entre más rápido termine, más rápido podre volver a ver a mi novia, a mi vida.
Hoy llega correo y casi lo he olvidado, tengo ya listas las cartas de esta semana que le enviaré a Fernanda. Víctor, el guardia, no tarda en llegar y llevarse la correspondencia.
- Carlos, es tu día de suerte - anuncio Víctor, mientras se acercaba a mi celda.
Me levanté de mi catre y me acerqué a los barrotes rápidamente.
- ¿Hay carta para mí - pregunté nervioso.
- Si, pero también te han devuelto todas las que has mandado...
- No me importa, dame la carta.
Víctor extrajo varias cartas de la maleta, cartas que estaban bien amarradas y apiladas. Me las dio y busque la carta nueva. La carta que me había llegado estaba al comienzo de todas, separe el hilo que las aseguraba y la saqué.
«Fernanda L. » decía al inicio.
Hola, cómo estás? Aquí todo va de una manera muy rara no se ni en donde estoy simplemente estoy viviendo, es muy rara la vida ahora, no tienen sentido muchas cosas tampoco ganas de hacerlas o vivirlas, no se que esté pasando realmente, trato de llevar todo lo más ordenado y tranquilo, me he enfocado mucho en mi trabajo, me ha costado la verdad, pero creo voy bien, trato de ir de lo mejor, en mi vida como siempre va rápida y sin poder ver que ha pasado, últimamente recibo muchas críticas pero ya no tomo tanta importancia. He tratado de no medicarme tanto, comer aún me cuesta trabajo y mucho la verdad pero espero lograrlo algún día...
Hoy salí y tome hasta intentar olvidar todo eso que siento por ti que solo me abruma y siento que me ahoga, ya no se que hacer o a donde irme, son días complicados y si siento que me ahogo pero trato de salir.
Cuando termine de leerla note que algunas de mis lágrimas habían caído sobre el escrito. Me percate de que Victor estaba en el fondo junto con otro preso, Martín, ambos estaban mirándome en silencio, a la expectativa.
Quise salir de éste lugar y correr hasta su casa, gritarle que no me olvide, que la amo y que no tiene por qué ahogarse con eso que siente por mi. Grite entre estás cuatro paredes y rogué a dios que me sacará de ahí, que me dejara ir a verla y decirle que la amo, que la amo y que nunca la dejaré sola, que no me olvide y que no deje de pensar en mi.
2
Me puse a escribir como un loco y me propuse terminar ese libro cuánto antes. Mis manos empezaron a ponerse duras y a tensarse, ya no podía seguir escribiendo.
Los dedos me sangraban y a momentos sentía que me desvanecía, no había comido nada en días. No necesitaba nada más que el recuerdo de mi amada. Leía su carta 3 o 4 veces al día y al terminar sacaba todo de mi alma y lo ponía en el libro del director.
Quinientas cincuenta páginas note que llevaba antes de caer rendido en mi catre, ardiendo por la temperatura y escuchando a lo lejos como Martín llamaba a Víctor, el guardia.
Podía ver a Fernanda en mi delirio y por unos instantes me deje vencer, solo así podía ver a mi compañera, al amor de mi vida.
Cuando desperté estaba en la enfermería. El director estaba al pie de la cama, mirándome y con el escrito entre sus manos. Cuando se percató que abrí los ojos, me sonrió y note que el alma le había vuelto al cuerpo.
- Amigo Marín, me dio el susto de mi vida. Creí que terminaría muerto. - comentó.
- Hierba mala nunca muere, señor director. - susurré débilmente.
- Descanse amigo Marín, descanse.
Antes de cerrar de nuevo los ojos y caer en un profundo abismo, note que el director sonreía con una sonrisa lobuna, hambrienta de poder y llena de ambición.